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Gata Cattana

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Poeta y rapera cordobesa. Su nombre real era Ana Isabel García Llorente. El rap no es mi palo, reconozco el mérito de algunas letras, reconozco la dificultad de cantar esos textos interminables, pero musicalmente no entra en mi lista de músicas. Sin embargo, tras leer la poesía de la Gata, como parece que le gustaba que la llamaran, reconozco que escuché sus discos (están en youtube). Y me gustaron. Me gustaron muchísimo. En su poesía y sus canciones predominan los textos revindicativos y reivindicativos feministas, sociales y políticos (ella era politóloga). Murió poco antes de cumplir los 26 años. Nos quedamos sin saber hasta dónde podría haber llegado.
Estos poemas pertenecen a su poemario "La escala de Mohs" en la edición de 2019 que contiene algunos textos que no aparecían en las ediciones anteriores.


TODO LO DEMÁS, NO


Que sí, que todo eso es verdad.

Que portamos estandartes incendiarios
y discursos agresivos
y consignas de venganza
que dicen
muy poco de nosotros,
y que a veces da miedo pensarlo,
que vamos por ahí
con el ceño fruncido
y de nada nos sirve.

Que increpamos
y discrepamos de todo
cuanto se conoce,
por más lógica matemática
que me cuentes,
por más sentido común
que me vendas,
que no se consigue nada
por esas sendas que auguramos,
día tras día, cuando la desidia
nos infla la panza.

Que no reconocemos
autoridad ninguna
y sembramos la polémica
y todo es política
y qué pesados os ponéis con eso
y Ana, hija, qué poco sabes de la vida.

Todo eso es verdad.

Que no hemos trabajado
ni un sólo día.

Lo dices como si fuera el progreso.

Lo dices como si por eso
nuestra palabra valiera la mitad
y tuviéramos que demostrar que
somos dignos del pan que comemos.

Que en qué me baso,
que la vida es así y asao
y que lo que inventamos no tiene
ni pies ni cabeza,
que los libros son muy bonitos
pero son libros
y que, Ana, hija,
cuándo bajarás a la tierra.

Que te crees Don Quijota
y vas por ahí combatiendo gigantes
cuando aquí fuera sólo quedan
las ruinas de Bankia.

Todo eso es verdad.

Porque cada vez son menos
los momentos de lucidez, pero todavía
los tengo.
Y también tengo altos conocimientos
en geopolítica y me sé todo el cuento,
a ver si ahora os creéis que habéis descubierto América,
que donde manda capitán no manda marinero
y todo eso.

Somos jóvenes pero no somos idiotas.

Y puede que parezca un poco de idiota
este proyecto que me encomiendo,
lo de ir por ahí huesudamente,
paupérrimamente, a lomos de Rocinante,
combatiendo a magnates que son peor
que cien gigantes,
que mil gigantes,
de los de antes,
de los que molaban.

Estamos luchando contra un invisible.
Estamos luchando en cada flanco,
contra todos, contra nosotros mismos,
porque todo es política y qué pesados os ponéis
con el temita.

Que cualquiera nos parece
un enemigo potencial
en un entorno hostil que
nos excluye,
nos ningunea la palabra
y nos aburre.

Nos aburre mucho,
eso es lo peor.

Y por eso arengamos paridas
y tenemos este humor tan hijoputa,
porque si no, dime tu a mí,
cómo se aguantan los veintitrés
en esta celda,
en esta España que rezuma desvergüenza;
cómo se aguantan los debates de primates,
del y tú más, pues tú más...,
si no es blasfemando en cada flanco,
en tanta medida como nos dejan.
Porque muchas veces pienso cosas
que no puedo escribir
y tengo que reírme yo sola,
y la gente se cree que estoy loca.

Una loca que se ríe de cosas
que está prohibido escribir.
Esa es la España que nos calza.

Por eso nos mofamos
ahora que podemos,
y nos declaramos insumisos,
y enarbolamos un
«QUE SE JODAN»
tan grande que ni les cabe,
y bailamos sobre tumbas,
y vivimos en pecado
según todos los credos,
y nos gusta lo prohibido,
e incluso han conseguido
que nos guste lo que somos.

Niñatos soñadores
que inventan fórmulas definitivas,
que cantan todavía insaciables,
a pesar de los momentos de lucidez,
a pesar de que luchamos contra un invisible
y la tarea nos queda, probablemente,
demasiado grande.
Algunos todavía no han desertado.
Algunos todavía creen en una idea.

(Todo lo demás es estar muerto).





TU OFICIO, POETA

no es almacenar palabras eruditas,
rimbombantes,
ornamentales.

No es disponerlas
en su orden yámbico,
en perfecto soneto gongorino;
ni siquiera clasificarlas burdamente
en función de la terminación y la rima.

Porque tú nunca fuiste matemático, poeta.
Tú nunca fuiste geógrafo ni físico
y no entiendes de distancias
ni unidades de medida,
y no entiendes de lógica pura
ni de leyes invictas.

Porque tú nunca fuiste científico, poeta,
y, por eso mismo,
no entiendes de estadística
ni de cuántica avanzada
ni de biopolítica
y no es tu oficio
establecer las fórmulas
del cosmos.

No es tu oficio el análisis forense
por más que te empeñes,
así como no lo son tampoco
el psicoanálisis ni la neurociencia.

Tu oficio, poeta,
es esculpir utopías
donde no puede haberlas,
acabar con la ley de la gravedad
y juntar el cielo con la tierra,
el bien con el mal,
de la forma más humana
y menos despreciable
que te permita tu especie.

Tu oficio, poeta, es dignificar la especie,
hacer que quepa la duda,
decir: «Algunos eran buenos.
Algunos no eran prescindibles».

Que mañana,
cuando hayan pasado los siglos,
se diga:
«No todos fueron Judas.
Los hubo Robin Hoodes
y Don Quijotes,
los hubo Baudelaires
y Esproncedas,
las hubo Antígonas,
las hubo Safos...
Los hubo Valle Inclanes
y Cañameros».

Que de toda nuestra obra
una parte se salve.

Que merezca la pena
el raciocinio.

Que el conocimiento
no sea una amenaza.

Tu oficio, poeta,
es dignificar la especie.
Escoger las palabras
que pondrías en tu lápida.
Decir, por ejemplo:
«No todos eran prescindibles».

Mecerte la vida
hasta tal punto
que tu muerte
parezca una injusticia.

Y dejarte ir,
como si nada,
como todos
(poetas o no),
hacia la larga
y aburrida
eternidad.




CON LAS MANOS

No aman de igual forma
los ricos y los pobres.

Los pobres aman con las manos.
Los pobres aman en la carne y con gula,
en las peores estampas,
en condiciones famélicas
y con todo en su contra.

Los pobres aman sin bonitos decorados.
Entienden de lunes y de tedios domingueros
y de gastos imprevistos de facturas
y de angustias que embisten mes a mes a quemarropa.

El amor de los pobres no sale por la ventana
aunque el dinero entre por la puerta
(que nunca entra)
(aunque no haya ventanas).

Los pobres han aprendido
a amarse a oscuras por eso mismo.
Han aprendido a amarse malalimentados,
malvestidos, malqueridos,
porque el hambre agudiza el ingenio
y en sus jardines también crecen las flores
(aunque no haya jardines).

Los pobres han aprendido a aprovechar
los vis a vis
entre jornada y jornada de trabajo
(aunque no haya trabajo)
y saben darse placeres nunca tasados,
de valor incalculable,
y han aprendido a disfrutar las circunstancias
y la sopa de sobre,
el viejo colchón y la cuesta de enero.

Y parece que su amor se yergue
indestructible a pesar de;
a pesar de las miles de plagas,
de los sueños frustrados
y fracasos andantes,
de las crisis cíclicas
y de hambrunas
y de guerras,
más valiente que Heracles,
más Odiseo que Odiseo.

Y parece que su amor se extiende
y se multiplica
al ritmo que se multiplican los pobres,
al ritmo que se multiplican los infortunios
y los desastres naturales que golpean siempre
en las casas de los pobres.

Y ese amor está a la altura de Urano,
a la altura de Urano y de Gea juntos,
y es la única arma que tienen los pobres
para defenderse.
Por eso han aprendido a cultivar flores
y a cantar bien sus penas,
y han inventado las mejores obras
y los mejores instrumentos.

Por eso entienden de arte
y saben encontrarlo donde lo haya,
aunque no lo haya
(que siempre lo hay).

Y han aprendido a aprovechar el carisma
y la jerga,
y a escribir poemas inmortales
sobre amores complicados,
y saben de cosquillas,
y saben de boleros,
y saben de desnudos
y de darlo todo,
que no es más que lo puesto:
las manos y la lengua,
la forma de otear al horizonte
y los cánticos en contra del patrón.

Yo siempre he amado de esta manera.

Yo te amo como aman los pobres,
y me temo
que durante mucho, mucho tiempo
esto seguirá siendo así.



MALDITOS SEAN

Malditos sean los mapas,
las coordenadas, las carreteras
y las vías de la Renfe.

Malditas las unidades de medida:
las horas, los kilómetros, los números.
Malditas sean las comunidades autónomas,
el tendido eléctrico,
las líneas telefónicas,
las conexiones automáticas
y la red virtual.

¡Malditos los poetas!
¡Maldito Salinas, maldito Machado!
Y Gustavo.
Y Federico.

Malditas las tostadas
con café por las mañanas.

Malditas las canciones
que me arrancó, los testigos.

Malditas las camas de uno cuarenta,
la prisa, el alcohol y los planes a la larga.

Malditos los pensamientos impuros,
las ideas lujuriosas y la libido.

Malditas sean también las comparaciones
y los dólares, la ley del suelo
y la burbuja inmobiliaria.

Malditas las parejas de la mano,
malditos los besos sin tapujos,
maldito el camino de vuelta.

Y tus ojos.

Y todas las cosas que me recuerdan que tú no estás.

Marlene NourbeSe Philip

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Novelista, poeta, ensayista, dramaturga y cuentista de Trinidad y Tobago afincada en Canadá. Su obra explora temas de raza, lugar, género, colonialismo y, siempre, el idioma, experimentando con las palabras y mostrando la tensión entre la lengua paterna (el canon masculino euro-cristiano blanco) y la lengua materna (femenina africana negra).
Los poemas pertencen al volumen "Prueba ella su lengua" (She Tries Her Tongue, Her Silence Softly Breaks) de 1989.
La versión es la de Maite Domingo Alegre.



Prueba ella su lengua; su silencio rompe suavemente

el yo y el mío de los padres
el nosotros y para nosotros de hermano y hermana
la tribu de pertenencias pequeñas y separadas,
perdidas…
en estos lugares exactos de penas exactas
dejé yo dolorosas monedas de menta fresca
sellé los ojos definitivamente;
en semejante ecuación de pérdida, las lágrimas
se convierten en una cantidad bajo cero.
con el destino de una piedra lanzada
al aflojar la catapulta, ahorcado con la historia
y el tiempo que sale volando disparado
hacia un estado activo, lleno, vacío y desconocido
y yo, me anticipo a un futuro bíblico


¡Preguntas! ¡Preguntas!

¿Dónde, dónde, dónde
está ella, dónde se ha ido?
Donde el monte y el valle se besan busco,
y no encuentro, recorrí ya todas las islas
y me voy -al sur:
día y noche con ella vivo
allá junto al cercano mar
de los peces y cangrejos se hace amiga sola,
en la mañana añil se despierta
con el kiskeedee (1) y el canto del gallo
piel verde lima, pelo azul índigo
los ojos cálidos como el amanecer;
el dolor la volvió loca -o eso dicen.
Antes que sea demasiado tarde para las preguntas,
antes de que olvide cómo se formulan,
loca o no loca debo encontrarla.

(1) Forma coloquial que denomina a un francés que no habla inglés y siempre pregunta: "¿Qu'est-ce qu'il dit?" (¿Qué está diciendo?)

Rosario Castellanos (II)

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Los poemas pertenecen a diferentes poemarios publicados a lo largo de la vida de la autora y se encuentran recogidos en "Poesía no eres tú", la reunión de su obra poética publicada en 1972



Advertencia al que llega
No me toques el brazo izquierdo. Duelede tanta cicatriz.
Dicen que fue un intento de suicidio
pero yo no quería más que dormir
profunda, largamente, como duerme
la mujer que es feliz.




Consejo de celestina
Desconfía del que ama: tiene hambre.
No quiere más que devorar.
Busca la compañía de los haros.
Esos son los que dan.



Elegía
Nunca, como a tu lado, fui de piedra.

Y yo que me soñaba nube, agua,
aire sobre la hoja,
fuego de mil cambiantes llamaradas,
sólo supe yacer,
pesar, que es lo que sabe hacer la piedra
alrededor del cuello del ahogado.


Retorno
Has muerto tantas veces; nos hemos despedido
en cada muelle,
en cada andén de los desgarramientos,
amor mío, y regresas
con otra faz de flor recién abierta
que no te reconozco hasta que te palpo
dentro de mi antigua cicatriz
en la que deletreo arduamente tu nombre

Shirley Campbell Barr

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Poeta costarricense. Es también antropólaga especializada en feminismo africano. La definición de su poesía nos la da ella misma:
"... yo solo diría que mi poesía es poesía negra, reivindicativa, poesía social. Creo que es sencilla, porque tengo clarísimo a quien yo quiero llegar con ella, entonces yo busco que las palabras que utilizo en mi poesía sean claras y entendibles, y que los mensajes sean capaces de llegarles a las personas ayudándoles a crecer. Mi poesía es para las personas que son como yo, que se ven como yo y están sedientos y sedientas de palabras que les hablen y resinifiquen y reivindiquen su lugar en la tierra" (entrevista en la revista Afroféminas).


Rotundamente negra

Me niego rotundamente
a negar mi voz,
mi sangre y mi piel.

Y me niego rotundamente
a dejar de ser yo,
a dejar de sentirme bien
cuando miro mi rostro en el espejo
con mi boca
rotundamente grande,
y mi nariz
rotundamente ancha,
y mis dientes
rotundamente blancos,
y mi piel valientemente negra.

Y me niego categóricamente
a dejar de hablar
mi lengua, mi acento y mi historia.

Y me niego absolutamente
a ser parte de los que callan,
de los que temen,
de los que lloran.

Porque me acepto
rotundamente libre,
rotundamente negra,
totundamente hermosa.
(Rotundamente negra y otros poemas)


En el vídeo, la autora recitando su propio poema.




Un mundo sin miedo

Me resisto a creer
en presagios y anuncios del Apocalipsis
me niego a recibir sin resistencia
esas voces que anuncian
señales de muerte
de nuestros tiempos…

No estoy dispuesta a morir
bajo la bandera de estos hermosos sueños
que son justamente
los que quiero vivir
suficientes antepasados reposan
por la defensa de los mismos principios
suficientes ausencias
tengo impresas en el ayer.

Sucede que estamos arribando
a la era de la vida y la verdad
sucede que se acerca
el fin de los finales tristes
y de las guerras perdidas
sucede que tengo una niña en casa
que está decidida

a llegar a grande
y sucede que le prometí
un mundo sin miedo
por eso
me resisto a ser parte
del odio y del terror
y me niego a morir
en la siguiente batalla
me niego a recibir llorando el día nuevo
sucede que en casa tengo
una brillante sonrisa sin dientes
que me ha cambiado la vida
y la muerte
y el libro del Apocalipsis
fue desterrado de mi biblioteca
y las noches de lluvia se convirtieron
no sé por qué mágico encanto
en hermosas canciones de cuna.
(Desde el principio fue la mezcla)

Fadwa Tuqan

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Está considerada la más importante poeta palestina.
Creció en el seno de una familia aristocrática y tradicional, que la trató de mantener aislada y encerrada desde su adolescencia. De esta reclusión lograba evadirse periódicamente gracias a las cartas y a los consejos de uno de sus hermanos, poeta, como ella, quien desde la Universidad Americana de Beirut le animaba a escribir. Ella le dedicó en 1946 su primer libro de poemas, Mi hermano Ibrahim. Paradójicamente, el inicio del exilio tras la declaración del Estado de Israel que coincidió con el fallecimiento de su padre, supuso su libertad.Estudió dos años en la Universidad de Oxford, donde empezó a tomar conciencia de la realidad del pueblo palestino. Esto la llevó a dar un giro en su trayectoria literaria y a convertir su poesía temprana de tono intimista en una poesía cargada de mensaje político que culminó con Mártires de la Intifada, una de sus más famosas obras. La versión de los poemas es la de María Luisa Prieto.

 

LA ROCA

Mira cómo esa negra

Roca ha sido amarrada a mi pecho

Con las cadenas del arrogante destino,

Con las cadenas del absurdo tiempo.

Mira cómo aplasta

Mis frutos y mis flores,

Me esculpe con el tiempo

Y me destruye con la vida.

¡Déjame! No podemos vencerla.

Las cadenas de mi prisión no se romperán.

Permaneceré en soledad

Mientras el destino sea mi prisión.

Déjame

Permanecer así:

Sin luz,

Futuro

Ni esperanza.

La roca negra no tiene escapatoria

Ni refugio.

 

En vano intento retirar su peso de mi pecho

Olvidándome.

¡Cómo he penetrado en el corazón de la vida

y he recorrido cada dirección!

Me he divertido,

He cantado

En las fuentes de la juventud.

Dame mi copa

Y beberé con ansia

Hasta ausentarme del alegre mundo

Que tanto me ha decepcionado.

En su regazo están mi dolor

Y mi desgracia.

He huido del

Mundo de mis sentimientos

Y he danzado con

La agilidad de los pájaros

Y una risa loca. Luego, desde

Las profundidades de mi desesperación,

Una llamada sacude mi espíritu

Y en secreto amenaza:

"No escaparás.

Estoy aquí.

No hay escapatoria

Ni refugio".

La sombra de la roca negra traza

Figuras deformadas.

En vano intento retirarla,

En vano pretendo huir.

No hay escapatoria.

 

¡Cuánto he explorado la tierra de

la desgracia!

He aspirado el elixir del consuelo

En la miseria de los prisioneros como yo,

Prisioneros del destino.

He penetrado entre la gente,

Donde están las tragedias

Y las lágrimas,

Donde los látigos silban y caen

Sobre los rebaños humanos,

Sobre las espaldas desnudas

 Y los humillados cuellos,

Donde los dóciles esclavos

Huyen en grupos

Hundiéndose en lágrimas,

Sangre

Y sudor.

Continué: busqué consuelo

Para la desgracia

Pero no hay escapatoria.

La maldición de la negra roca

Nació conmigo

Para ser mi sufrimiento.

Muda,

Pegada a mí,

Su sombra sigue los pasos de mi vida.

Mira cómo se ha instalado

Con su arrogancia

En mi pecho.

¡Déjame!

No podemos vencerla.

Las cadenas de mi prisión no se romperán.

Mi espíritu permanecerá

Cerrado

Y yo seguiré solo

En la lucha.

Solo

Con el intenso dolor,

Con el tiempo,

Con el destino.

Solo

Con esta roca negra

Aplastándome.

No hay escapatoria.

(Del poemario La encontré de 1957)

 

SÓLO QUIERO ESTAR EN SU SENO

Sólo quiero morir en mi tierra,

Que me entierren en ella,

Fundirme y desvanecerme en su fertilidad

Para resucitar siendo hierba en mi tierra,

Resucitar siendo flor

Que deshoje un niño crecido

En mi país.

Sólo quiero estar en el seno de mi patria

Siendo tierra

Hierba

O flor

(Perteneciente al poemario La noche y los jinetes de1969)

Koleka Putuma

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Poeta surafricana que consiguió que su poemario "Amnesia Colectiva",
al que pertence este poema, fuese un superventas en Sudáfrica. Sus poemas son un alegato feminista que denuncia la violencia sexual contra las mujeres en su país y que también se atreve a nombrar un tema tabú en la sociedad sudafricana: las violaciones dentro de la familia. Una autora que cuestiona el relato de una Sudáfrica post-apartheid en la que la injusticia racial está muy lejos de haber quedado atrás. La versión del poema es de Arrate Hidalgo y Lawrence Schimel.



ROPA HEREDADA

En enero,
se celebran los cumpleaños
con un cubo de KFC, una tarta básica y Coca-Cola.
En enero abren los colegios, así que ni te plantees montar una fiesta;
tenías suerte
si te dejaban invitar a tus amigas de la casa de al lado.

Pero incluso con el síndrome de enero,
nos asegurábamos de no aparecer el primer día de clase
con el uniforme de noviembre o las trenzas de diciembre,
aunque estuvieran aún en buen estado.
Todo tenía que ser de estreno: el cabello relajado o afeitado,
una capa de vaselina tan gruesa que podría aguantar todo tipo de clima.
Estábamos relucientes y llenxs de esperanza.
¿De qué?
No lo sabíamos.
De las raíces del pelo a las uñas de los pies, éramos nuevxs.

El primer día de la escuela siempre era un concurso,
una competición que demolía algunas carteras en secreto.
Nos mirábamos de reojo a los zapatos para ver si eran Toughee o Buccaneer.
Los niños que llevaban Grasshoppers eran superguays.
Las niñas que no cumplían la norma de cubrirse las rodillas
eran delincuentes castigadas a quedarse después de clase.
No valía nada el material escolar si no venía en una caja de los Waltons.
No se empezaba a aprender hasta que tu cuaderno negro estaba forrado de plástico y colorines.
Nuevo nos marcaba, daba forma a nuestro comportamiento y nuestras poses.
Nuevo creaba la ilusión de que algunxs tenían más de lo que lucían.

El sacrificio abastecía.
El sacrificio se multiplicaba milagrosamente frente al amor
o la vergüenza.

Vengo de una estirpe de multiplicación:
de maná caído del cielo,
de dos peces y cinco panes,
de agua convertida en vino.
También vengo de una estirpe de prestar y pedir prestado.
El azúcar de la vecina era un tarro abierto, sin deudas ni cobros.

(a veces) nuevo era un lujo,
era lo imposible enviado a Dios por oración.

Lxs hermanxs mayores deben llevar el jersey con cuidado y solo los domingos,
en dos años será tuyo
era lo más nuevo que iba a ser (a veces).

Si se rompía, podía repararse.
Si se moría, podía resucitarse.
Si se rasgaba, podía remendarse.
Si se perdía,
¡pues-lo-en-cuen-tras-que-el-di-ner-o-no-cre-ce-en-los-ár-bo-les!

Nuevo era sinónimo de rico, aunque no fuese verdad.
Nuevo era un adjetivo para la ansiedad.

La tensión entre nuevo y de segunda mano
era como vivir en una casa sin techo
y esperar que no lloviese,
cruzar los dedos para que tu marca Sin Logo no te delatara
ni destacara ni te desnudara en público.

El anhelo por lo nuevo cultivó malas costumbres,
nos tejió deseos dentro
que podíamos articular a través de la imaginación.

En nuestra imaginación,
éramos cuerpos oscuros
viviendo como reyes en la casa de lxs blancxs.
Éramos superhéroes y modelos huesudas
de cara blanca.
Pedíamos postres que no sabíamos pronunciar
en acentos que no eran los nuestros.
Íbamos en aviones con destino a cualquier lugar
que no fuera de donde éramos.

Incluso nuestra negritud era inasequible.
No éramos tan pobres como para no permitirnos un ¿Y si…?
Éramos cuándos y cómos y ahoras
y chasquidos de los dedos para meterle prisa al camarero.

Nuevo
era
una
soga
con
la que
aislarnos
de
la
realidad.

He heredado una estirpe de ropa de segunda mano.
Ha hecho una mecánica y maga de mí.
Ha hecho de mi cuenta bancaria un cubo con un agujero.
El impuesto negro es el agua.
He aprendido a decir que tengo el vaso medio lleno hasta cuando está roto.
También sé clonarme a mí misma.
Dar, incluso cuando no queda.
Tengo a las sobras de mis abuelxs en mis hábitos.

En el lugar de donde vengo,
las herencias no eran siempre cosas materiales.
Una zapatilla de seiscientos rands en la mesa del comedor
era la manifestación de un hambre que llevábamos dentro
y la comida no podía llenar.

Cuando eres negra y pobre
y apareces en un sistema
que te mira como si fueses
mugre.
Cutre.
Desechable.
Rota.
Mano de obra.
Que te habla como si fueses ropa heredada.
Que te gasta como si fueses ropa heredada.
Que te pisa como si fueses ropa heredada.
Que te tira como si fueses ropa heredada.
Nos hacemos pobres para parecer ricxs.

Abrimos la puerta a «la riqueza» con créditos y deudas
y pagos a plazos y cuentas Foschini y facturas
y un ansia constante de más.
De mejor.
De nuevo.

El sistema nos tiene en chozas, lidiando con el síndrome de vivir al día.
Nos tiene conduciendo Mercedes por asentamientos ilegales.
Nunca deja de enseñarnos
lo que no podemos tener,
lo que no podemos ser,
y lo que nos han robado.

En el lugar de donde vengo,
heredar ropa no fue siempre una elección.
(a veces) era lo único que había.
(a veces) era un amor que
decía: Lo he cuidado como oro en paño para ti.
Decía: Ponte este recuerdo conmigo.
Decía: No me saciaré hasta que tú comas.

(a veces) la ropa heredada era un sacrificio que decía:
Estoy aquí.
Sin importar el estado.

Ṭarafa ibn al-ʿAbd

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Poeta árabe del siglo VI. Considerado por Adonis como un poeta innovador y más cercano a nosotros que muchos de poetas actuales.
El fragmento del poema es la versión de Josefina Veglison.

Mu'allaqa

No acampo en los altos por miedo.
Auxilio cuando se solicita mi auxilio.

No dejo de saciarme en vino y placeres,
de vender y gastar los bienes transmitidos y adquiridos
hasta evitarme toda la tribu como a camello embreado.

Y tú que censuras que asista a la guerra y a los placeres me entregue,
¿puedes tú hacerme inmortal? Si no puedes evitar mi muerte,
déjame abordarla con lo que poseo.

Si el hombre lograra algún día burlar la muerte,
por vida tuya, que eso sería como soltar una amarra
asida por ambos cabos.
Yo soy el hombre enjuto que conocéis,
agurdo como flamante cabeza de serpiente.

Ella Fitzgerald (6)

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Este año la gran Ella, la Reina, hubiera cumplido un siglo.



Otra admiradora, Wislawa Szymborska, le dedicó un poema, no todos los días una poeta Premio Nobel te dedica uno.

Ella Fitzgerald en el cielo
Le rezaba a Dios,
le rezaba ardientemente,
para que hiciera de ella
una feliz chiquilla blanca.
Y si ya es tarde para esos cambios,
pues al menos, Mi Señor, mira cuánto peso
y quita de aquí como poco la mitad.
Pero el misericordioso Dios dijo No.
Simplemente puso la mano en su corazón,
le miró la gargante, le acarició la cabeza.
Y cuando todo haya pasado—añadió—,
me llenarás de júbilo viniendo a mí,
mi alegría negra, mi tonel cantarín.


La versión es de Gerardo Beltrán y Abel Murcia Soriano.

Rupert Brooke

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Poeta inglés. Perteneció al grupo de "Poetas de la guerra". Aunque su poesía no fue tan descarnada como la de Owen o Sassoon, en ella, como se ve en la última estrofa del poema, ya empieza a desaparecer la gloria bélica para aparecer la realidad del combate.


Ofensiva de primavera
Parados a la sombra de una última colina
comían, y aliviados de cargas, estaban a gusto;
y apoyándose en el pecho o en las rodillas más próximas
dormían despreosupadamente.

Pero muchos permanecían allí quietos
frente al cielo cruel y vacío más allá de las montañas,
sabedores de que sus pies habían llegado al fin del mundo.
Estaban de pie absortos, y contemplaban la alta hierba arremolinada
por la brisa de mayo, susurrante con avispas y mosquitos;
y aunque el verano rezumaba en sus venas
como una droga inyectada en sus cuerpos dolientes,
colgaba afilada sobre sus almas la inminente cresta de hierba,
y timidamente destellaba el misterioso cristal del cielo

Hora tras hora reflexionaban sobre el campo cálido
y el lejano valle de atrás, donde los ranúnculos
habían bendecido con oro sus lentas botas al ascender;
cuando incluso las pequeñas zarzas no cederían
sino que se agarraban y aferraban a ellos como brazos afligidos.
Ellos respiran como árboles impasibles.

Hasta que una ráfaga fría emociona a la pequeña palabra,
la que rodea a cada cuerpo y a su alma
y los tensa para la batalla. No hay alarmas
de clarines, no hay banderas altas, ninguna prisa sonora,
sólo una mano que se alzay la llamarada de los ojos que se enfrentaron
al sol, como un amigo con quien el amor se terminó.

Elizabeth Bishop (II)

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Su poesía se caracteriza por un rígido control formal y por el detalle en la descripción de objetos y lugares pero sin incluir detalles de tipo personal (algo que era muy habitual en contemporáneos suyos como Robert Lowell o John Berryman). Muchas veces fue etiquetada como "poeta para poetas". Sin duda, una de las grandes poetas americanas del s. XX.
La versión es la de D. Sam Abrams y Joan Margarit.



EL INCRÉDULO
Duerme en lo alto de un mástil - Bunyan

Duerme en lo alto de un mástil
con los ojos firmemente cerrados.
Debajo de él caen las velas
como las sábanas de su cama,
dejando fuera, al aire de la noche, la cabeza del durmiente.

Fue transportado ahí dormido,
dormido se enroscó
en una dorada bola en lo alto del mástil
o trepó dentro de un pájaro dorado,
o ciegamente se sentó a horcajadas.

"Descanso en pilares de mármol",
dijo una nube. "No me muevo nunca.
¿Ves, ahí, los pilares en el mar?"
Firme en la introspección,
escudriñaba los pilares reflejados en el agua.

Una gaviota tenía las alas debajo de él,
y observaba que el aire
era "como de mármol". Él decía:
“Aquí arriba me levanto a través del cielo
merced a las alas de mármol que sobre lo alto de mi torre vuelan".
Pero duerme en lo alto del mástil
con los ojos cerrados con fuerza.
La gaviota indagó dentro de su sueño,
el cual era: "No debo caerme.
El rizado mar de ahí abajo desea que me caiga.
Es duro como el diamante: desea destruirnos a todos".


TORMENTA ELÉCTRICA
Aparece un desagradable amarillo.
¡Cre-eek! Seco y luminoso.
La casa fue realmente alcanzada.
¡Crek! Un sonido metálico, como el de un vaso que se deja caer.
Tobías saltó desde la ventana hasta la cama
—silencioso, sus ojos blanqueados, de punta el suave pelo.
Personal y malintencionado como el niño de los vecinos,
el trueno empezó a estampar y a sacudir el tejado.
Un relámpago rosa:
después el granizo, las más grandes perlas artificiales.
De un blanco de muerto, de un blanco de cera, frías
—gentilezas de viudas de diplomáticos
desde una vieja fiesta lunar—
yacen fundiéndose en la hilera de hierba dejada a secar
en el rojo suelo hasta mucho después de salir el sol.
Encontramos fundidos los alambres de los fusibles,
sin luz, con un olor a bromuro,
el teléfono sin línea.

El gato se quedó entre las tibias sábanas.
Los árboles de la Cuaresma habían mudado todos sus pétalos:
húmedos, atascados, púrpura, entre las perlas como ojos muertos.


DISCUSIÓN
Días que no pueden acercarte,
o que no quieren,
Distancia intentando aparecer
algo más que obstinada, discutir discutir
discutir conmigo
interminablemente
sin que resultes ni menos deseada ni menos amada.

Distancia:
¿recordar toda aquella tierra
bajo el avión;
aquella línea de la costa,
de anchas playas de arena con poca luz
alargándose sin poderlas distinguir todo el trayecto,
todo el trayecto hacia donde terminan mis razones?

Días: y pienso
en todo este discordante montón de instrumentos,
uno por cada hecho,
una experiencia cancelando a otra;
cuánto se parecían
a algún horrible calendario
"Saludos de Nunca & Para Siempre, S. A.".

El son intimidatorio
de estas voces
que hemos de descubrir por separado
puede y debe ser vencido:
Días y Distancia desconcertados de nuevo
y que ya han huido
para siempre desde el amable campo de batalla.

Carol Ann Duffy (III)

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Los poemas pertenecen a "Rapture" ("Éxtasis" en su edición en español) de 2005.
La versión es la de Alberto Paucar-Caceres y Karina Cornejo con corrección de Elena Teso.


Itaca
Y cuando retorné,
me quité mi tiesa y salada ropa de marinero,
me puse el vestido de la chica que fui,
y me deslicé por la borda.
A una milla de Itaca, yo anclé el bote.

La tarde se suavizó y se expandió,
el agua turquesa mencionando su plateado pez
el cielo encorvado para oír.
Mis manos se movieron en el agua, se movieron en el aire,
la amante que fui, persiguiendo tu piel, tu cabello,

e Itaca allí, las bronceadas montañas
apoyadas como rígidos escudos,
las cuevas, donde los delfines se esconden,
oscuras valijas de perlas,
los olivos madurando sus lágrimas en nuestro pálidos campos.

Luego me incliné sobre una cinta de luz,
reconociendo las esencias de romero,
limón, tomillo, las fragancias de tu nombre,
que yo entoné otra vez en mi corazón,
como el encanto que era, trayéndome de regreso

a Itaca, todo el dolor se ha hecho cero ahora
por el daño que tú ocasionaste con una palabra,
yo como héroe totalmente absurdo,
poco a poco vadeando, hasta la cintura en los suspiros del anochecer,
arrastrando mi pequeño bote blanco.


Matrimonio nocturno
Cuando apago la luz
y la milla oscura entre nosotras
se derriba y cae,
tú te deslizas de tu yo
para esperarme en mi sueño ,
el rostro de la luna hundido en una nube;

o despierto dolida
por las largas horas
que paso en tus sueños,
un búho en el bosque clamando sus vocales suaves,
el pescado oscuro nadando bajo la piel del río.

Matrimonio nocturno. Las pequeñas horas nos unen,
cara a cara mientras dormimos y soñamos;
el total de la enorme noche es nuestra habitación.


Encontrando las palabras
Yo encontré las palabras al fondo en un cajón,
envueltas en un trapo negro, como tres anillos
deslizados de la mano de una mujer muerta,
oro frío y opaco. Ya los había sostenido antes,
años atrás,

luego los devolví a su lugar, olvidando lo que sea
que fuera para lo que pudiese usarlos.
Con mis labios yo toqué el primero,
el segundo, el tercero, como un ritual sagrado,
como una promesa, como un beso
y mi aliento

les dio calor, las palabras que necesitaba para expresar esto, pequeñas palabras,
y pocas. Yo las froté hasta que ellas brillaron en mi palma —
te amo, te amo, te amo—
como si fueran nuevas.

Hilda Doolittle

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Poeta, narradora y dramaturga estadounidense. Su obra fue enmarcada por Ezra Pound en el imagismo, movimiento minoritario (por número de seguidores y por el poco tiempo que duró) que sentó las bases del modernismo anglosajón. En sus poemas utiliza versos breves, precisos, dando mucha importancia a la imagen que proyectan y de una estructura muy libre.
Los poemas pertenecen al poemario "Jardín junto al mar" (Sea Garden) de 1916.
La versión de los poemas es la de Alison Bartolo y Alfredo Martínez.


EL TIMONEL
Rápido, rápido
siempre hemos sabido que nos aguardabas.

Hemos huido hacia el interior con nuestros rebaños
para que pastasen en las hondonadas,
protegidos del viento
y del camino salino de la ciénaga.

Teníamos nuestro rito en el interior-
hemos pasado las flores del bosque,
hemos olvidado tu sabor,
hemos rozado la hierba del bosque.

Desde las colinas de pinares,
hemos vagado por las marañas de roble silvestre,
hemos arrancado el hisopo y las zarzas,
se nos enredaban en el pelo la flor
y la fruta tierna de la zarza:
hemos reído si una rama nos fustigaba,
se nos han herido los pies
en las rocas medio enterradas,
y en las raíces anudadas
y en los conos de bellota.

Hemos olvidado -hemos adorado
hemos hecho nuestro camino entre verde y verde,
hemos buscado aún más matorrales,
nos hemos hundido hasta los tobillos
en el manto de hojas y tierra-
y el bosque y sus taludes
nos arrobaban-

y la sensación de las hendiduras en la corteza,
y la cuesta entre árbol y árbol-
y el sendero estrecho que unía campo a campo
bosque a bosque
colina a colina
y, más allá, la selva...

Hemos olvidado -por un momento,
que la resina, la corteza,
el sudor de una rama arrancada
tenían un sabor dulce.

Nos han encantado los campos,
las matas de hierba áspera
entre la hierba corta-
amamos todo esto.

Mas ahora, nuestro barco se eleva -se detiene-se desploma
se eleva -duda -porfía-
se eleva -se detiene.
Rápido, rápido,
siempre hemos sabido que nos aguardabas.


LA CONTIENDA
I
Tu estatura está moldeada
con el filo de un recto instrumento:
estás cincelado como las rocas
desgastadas por el mar.

Con el girar y agarrar de tu muñeca
los tendones se estiran
y hay un destello,
como de latón gastado.

La cordillera de tu pecho está tensa
y bajo cada seno una sombra se destaca
y entre los músculos tensos
de tus caderas estrechas.

Despide el círculo de tu pelo rapado
una luz
y también alrededor de tu torso masculino
y el arco del pie y el tobillo recto.

II
Te quedas rígido, poderoso,
granito y mineral en las rocas;
una cinta se clava en tu frente
con sus pesadas trenzas doradas.

Eres blanco -una rama de ciprés
doblada por el peso de la nieve.
Eres magnífico,
tus brazos son fuego;
has penetrado los estrechos entre las colinas-
un mar cubre sus laderas.

III
El mirto te rodea la cabeza,
te has inclinado para capturar la espuma:
cada hoja se muestra afilada
contra las ondulaciones
de tu pelo sujetado.

El narciso ha imitado el arco
de tu pecho escaso:
tus pies son las flores del cidro,
tus rodillas, cortadas del fresno blanco,
tus muslos son duros cistáceos.

Tu mentón sale
de la hendidura de tu garganta curvada,
tus hombros están nivelados,
han fundido una rara plata para su anchura.


LOS PRISIONEROS
Es extraño que desee
ver así tu rostro-
hemos tenido tanto:
podría pasar en cualquier momento,
quedarme junto a la puerta,
no hables-
asoma sólo, si puedes, tu rostro
de perfil, al pasillo
hacia la luz.

El destino -Dios lo envía como una señal,
una última prueba de que no hemos sido abandonados,
perdidos en este torbellino,
a punto de ser aplastados,
quemados o pisoteados,
con una muerte repentina si hay suerte.

El lancero que traiga esto
pedirá el broche de oro
que llevas bajo el abrigo.
Yo he dado todo lo que me quedaba.

Mantente cerca del portal,
mi puerta se cerrará pronto
y tus miserables compañeros
se apiñarán a la entrada-
sé tú el primero en la puerta.

Ah, mi amor, no hables.
Escribo esto con prisa-
no hables,
estarás libre, quizás, pronto.

Me siento feliz de partir,
aunque jamás he saboreado la vida
como lo he hecho en estas últimas semanas.

Extraña vida,
escrita en letras de fuego
sobre el pavimento de la cárcel.
Si levanto la vista
la veo escrita en los muros,
inscrita en el suelo,
dibujada en la inclinación del techo.

Estoy débil -débil-
anoche si el guardia
hubiera dejado abierta la puerta
no habría intentado escapar,
pero ahora un solo pensamiento me mantiene
con fuerza.

Al descender por el pasillo
con todas esas caras desesperadas en cada celda,
puede que tus ojos y mis ojos se encuentren.

Tú estarás en la sombra, desgreñado,
pero rezo por ver un solo instante tu rostro-
¿por qué tengo este deseo?
Yo, que te he visto en el banquete
con todas las flores de tu corona de jacinto,
blancas sobre tu cabello.

¿Por qué deseo esto,
cuando aun anoche
me sacaste de mi sueño?
Tú estabas allí, contra la roca oscura,
y sostenías en la mano un bordón de saúco.

Tantas noches
me has salvado del terror.
Una vez levantaste un tallo florido.
Recuerdo cómo te inclinaste
para cogerlo-
y cómo llameaban, la hoja y el brote
y las hebras, amarillas,
amarillas-puros hasta consumirse en el fuego
en la copa, y quedar púrpura.

Cuando pase por la puerta de tu celda
no hables.

Yo fui la primera en la lista-
quizá han olvidado que tú intentaste protegerme
cuando los jinetes pasaron.

Adonis (V)

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Mi candidato al Nobel de dentro de tres días. De mi terna de favoritos, la que forma con Thiong'o y con Farah (mis candidatos clásicos, Achebe y Djebar, se han ido muriendo), me inclino por él por su origen sirio (la política siempre interviene, aunque los méritos poéticos de Adonis sean más que suficientes). De todas formas mi capacidad adivinatoria sólo funcionó el año de Trastömer y porque parecía demasiado evidente.
Los poemas pertenecen a "Epitafio para Nueva York".
La versión es la de Federico Arbós.


VI
Entre Harlem y Lincoln Center
avanzo, negra el alba, cual número perdido en un desierto
lleno de dientes. No había nieve ni viento. Anduve
como quien persigue un espectro (su rostro no es rostro,
sino herida o llanto; su figura no es figura, sino
rosa marchita). Un espectro (¿hombre? ¿mujer? ¿ambas
cosas?) que acecha el firmamento con un arco al
pecho. Pasó una gacela y advirtióla a gritos la tierra.
Llegó un pájaro y le avisó la luna. Y supe que volaba
para atestiguar el renacimiento del Indio Americano
en Palestina y sus pueblos hermanos,
     pero el espacio es una cinta de balas
     y la tierra una pantalla de muertos.




Whitman, cúmplase ya nuestra hora. De mis pensamientos
hago una escalera, con mis pasos tejo una almohada.
Esperaremos. El hombre muere, pero es más duradero
que la tumba. Cúmplase ya nuestra hora. Espero
que corra el Volga entre Manhattan y el Queens. Espero
que desemboque el Huang Ho junto al Hudson.
¿Te sorprende? ¿Acaso no desembocaba el Orontes
en el Tíber? Cúmplase ya nuestra hora. Oigo un estruendo
terrible: Wall Street y Harlem se reúnen: júntense
las hojas y el trueno, el vendaval y el polvo.
Cúmplase ya nuestra hora. Las conchas construyen
sus nidos en la ola del tiempo. El árbol conoce su
nombre. Y hay agujeros en la piel del mundo, un sol
que altera la máscara y el fin y solloza en un ojo
negro. Cúmplase ya nuestra hora. Podemos girar más
aprisa que la rueda, podemos romper el átomo y flotar
en un cerebro electrónico pálido o radiante, vacío
o lleno. Podemos fundar un hogar para los pájaros.
Cúmplase ya nuestra hora. Hay un pequeño libro
rojo que se alza. No la madera que se astilla bajo las
palabras, sino la que se ensancha y crece, la madera
de la locura sabia y la lluvia que cae limpia para ser
heredera del sol. Cúmplase ya nuestra hora. Nueva
York es una roca que baja rodando por la frente del
mundo. Su sonido en tu traje, en el mío: sus chispas
tiznan tus miembros y los míos... Podría ver el final,
pero ¿cómo convencer al tiempo para que me deje
durar hasta entonces? Cúmplase ya, el hacha en alto,
nuestra hora. Y que flote el tiempo en el agua de
esta ecuación:

NUEVA YORK + NUEVA YORK = La tumba o cualquier
cosa que venga de la tumba.
NUEVA YORK – NUEVA YORK = El sol.





WALT WHITMAN,
veo cartas que por las calles de Manhattan van hacia ti volando.
Cada carta es un carro lleno de perros y gatos.
Esta es la era americana: El siglo veintiuno, para los
gatos y los perros; para los hombres, el exterminio.

Charles Baudelaire - "El cuarto doble"

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El poema pertenece al volumen "Pequeños poemas en prosa" de 1869 (en 1864 el diario Le Figaro había publicado algunos textos bajo el título de La melancolía de París).
La versión es la de Aurora Bernárdez-



Un cuarto que parece un desvarío, un cuarto verdaderamente espiritual, donde la atmósfera estancada está ligeramente teñida de rosa y de azul.
El alma allí toma un baño de pereza, aromatizado por el remordimiento y el deseo. Hay algo de crepuscular, de azulado y de rosado, un delirio de deleite durante un eclipse.
Los muebles tienen formas alargadas, postradas, lánguidas. Los muebles tienen aire de soñar; se dirá dotados de una vida sonámbula, como lo vegetal y lo mineral. Las materias hablan una lengua muerta como las flores, como los cielos, como los soles ponientes.
Sobre los muros ninguna abominación artística. Relativamente al sueño puro, a la impresión sin analizar, el arte definido, el arte positivo es una blasfemia. Así, todo tiene la suficiente claridad y la deliciosa obscuridad de la armonía.
Un aroma infinitesimal de la elección más exquisita, a la que se mezcla una muy ligera humedad, nace en esta atmósfera donde el espíritu durmiente es mecido por sensaciones de sofocación.
La muselina cae abundantemente delante de las ventanas y delante de la cama; se expande en cascadas nevosas. Sobre esa cama está acostado el Ídolo, la soberana de los sueños. ¿Pero cómo está ella ahí? ¿Quién la ha traído? ¿Qué poder mágico la ha instalado sobre ese trono de desvarío y deleite? ¡Qué importa! ¡Allá está! Yo la reconozco.
¡Vean bien esos ojos cuya llama atraviesa el crepúsculo; esos sutiles y terribles mirones, que reconozco por su tremenda malicia! Atraen, subyugan, devoran la mirada del imprudente que los contempla. Frecuentemente los he estudiado, esas estrellas negras que comandan la curiosidad y la admiración.
¿A qué demonio benevolente debo el estar así rodeado de misterio, de silencio, de paz y de perfumes? ¡Oh Beatitud! Eso que nombramos generalmente la vida, aún en su expansión más feliz, no tiene nada en común con esa vida suprema de la que ahora tengo conocimiento y que saboreo minuto por minuto, segundo por segundo.
¡No! ¡No hay más minutos! ¡No hay más segundos! El tiempo ha desaparecido: es la Eternidad que reina, una eternidad de delicias.
Pero un golpe terrible, torpe, resuena en la puerta, y, como en los sueños infernales, me ha parecido que recibía un golpe de azadón en el estómago.
Y luego un Espectro ha entrado. Es un oficial que viene a torturarme en nombre de la ley; una infame concubina que viene a gritar miseria y a agregar las trivialidades de su vida a los dolores de la mía; o bien el testaferro de un director de diario que reclama el término de un manuscrito.
El cuarto paradisíaco, el ídolo, la soberana de los sueños, la Sílfida, como decía el gran René, toda esa magia ha desaparecido al golpe brutal asestado por el Espectro.
¡Horror! ¡Me acuerdo! ¡Me acuerdo! ¡Sí! Esa choza, esa estancia del eterno tedio, es bien la mía.
¡He aquí los muebles fatuos, polvorientos, descornados; la chimenea sin llama y sin brasa, manchada de escupidas; las ventanas tristes donde la lluvia ha trazado surcos en la polvareda; los manuscritos, tachados o incompletos; el almanaque donde el crayón ha marcado las fechas siniestras!
Y ese perfume de otro mundo, en el que me embriago con una sensibilidad perfeccionada, ¡ay! Ha sido reemplazado por un fétido olor a tabaco mezclado con no sé qué nauseabundo moho.
Se respira aquí ahora lo rancio de la desolación.
En ese mundo estrecho, más sí pleno de disgusto, un solo objeto conocido me sonríe: el frasco del láudano; un viejo y terrible amigo; como todos los amigos, ¡ay! fecundo en caricias y en traiciones.
¡Oh! ¡Sí! El Tiempo ha reparado; el Tiempo reina soberano ahora; y con el horroroso viejo ha vuelto todo su demoníaco cortejo de Recuerdos, de Remordimientos, de Espasmos, de Pavor, de Angustias, de Pesadilla, de Cóleras y de Neurosis.
Yo les aseguro que los segundos ahora están fuertemente y solemnemente acentuados, y cada uno, saltando del péndulo, dice: «¡Yo soy la Vida, la insoportable, la implacable Vida!».
No hay más que un Segundo en la vida humana que tenga la misión de anunciar una buena nueva, la buena nueva que causa a cada uno un inexplicable pavor.
¡Sí! El Tiempo reina: ha retomado su brutal dictadura. Y me empuja con su doble aguijón. «¡Y arre así! ¡borrico! ¡Suda así, esclavo!, ¡Vive así, maldito!».

Christopher Okigbo

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Poeta nigeriano, está considerado como el poeta africano en lengua inglesa más influyente del periodo postcolonial.
Los poemas pertenecen a "Puerta del cielo" publicado en 1962.
La versión es la de David Fernández.





Aparte de amor
La luna ha ascendido entre nosotros
entre dos pinos

que se inclinan uno al otro,
el amor ha ascendido con la luna,
se ha nutrido de nuestros tallos solitarios
y ahora somos sombras
que se adhieren una a otra
pero besan sólo el aire.


Obertura
Ante ti, madre Idoto,
desnudo estoy,
ante tu presencia acuática,
un pródigo,
apoyado en un ajonjolí,
perdido en tu leyenda...

Bajo tu poder espero
descalzo,
guardián del santo y seña
a la puerta del cielo;
desde las profundidades mi grito
se hace oír y escucha.

Rosario Castellanos

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"Poesía no eres tú" de 1972 recoge toda la poesía de Rosario Castellanos.




Destino
Alguien me hincó sobre este suelo duro.
Alguien dijo: Bebamos de su sangre
y hagamos un festín sobre sus huesos.
Y yo me doblegué como un arbusto
cuando lo acosa y lo tritura el viento,
sin gemir el lamento de Job, sin desgarrarme
gritando el nombre oculto de Dios, esa blasfemia
que todos escondemos
en el rincón más lóbrego del pecho.
Olvidé mi memoria,
dejé jirones rotos, esparcidos
en el último sitio donde una breve estancia
se creyera dichosa:
allí donde comíamos en torno de una mesa
el pan de la alegría
y los frutos del gozo.
(Era una sola sangre en varios cuerpos
como un vino vertido en muchas copas.)
Pero a veces el cuerpo se nos quiebra
y el vino se derrama.
Pero a veces la copa reposa para siempre
junto a la gran raíz de un árbol de silencio.
Y hay una sangre sola
moviendo un corazón desorbitado
como aturdido pájaro
que torpe se golpea en muros pertinaces,
que no conoce el cielo,
que no sabe siquiera que hay un ámbito
donde acaso sus alas ensayarían el vuelo.

Una mujer camina por un camino estéril
rumbo al más desolado y tremendo crepúsculo.
Una mujer se queda tirada como piedra
enmedio de un desierto
o se apaga o se enfría como un remoto fuego.
Una mujer se ahoga lentamente
en un pantano de saliva amarga.
Quien la mira no puede acercarle ni una esponja
con vinagre, ni un frasco de veneno,
ni un apretado y doloroso puño.
Una mujer se llama soledad.
Se llamará locura.

De La Vigilia Estéril


El otro
¿Por qué decir nombres de dioses, astros,
espumas de un océano invisible,
polen de los jardines más remotos?
Si nos duele la vida,
si cada día llega
desgarrando la entraña, si cada noche cae
convulsa, asesinada.
Si nos duele el dolor en
alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.
Nunca digas que es tuya la tiniebla,
no te bebas de un sorbo la alegría.
Mira a tu alrededor: hay
otro, siempre hay otro.
Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre.
Muere con la mitad más pura de tu muerte.

De Al Pie de la Letra


Amanecer
¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve
la cara a la pared?
¿Se agarra por los hombros
al que está cerca y oye?
¿Se echa uno a correr, como el que tiene
las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?

¿Cuál es el rito de esta ceremonia?

¿Quién vela la agonía? ¿Quién estira la sábana?
¿Quién aparta el espejo sin empañar?

Porque a esta hora ya no hay madre y deudos.

Ya no hay sollozo. Nada, más que un silencio atroz.

Todos son una faz atenta, incrédula
de hombre de la otra orilla.

Porque lo que sucede no es verdad.

De Lívida Luz

Adonis (IV)

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Los poemas pertenecen al poemario "El teatro y los espejos" de 1988.
La versión es la de María Luisa Prieto.




ROSTRO DE MUJER
Vivo en el rostro de una mujer
que habita en una ola
a la que la marea empuja hacia una playa
cuyo puerto se pierde en sus conchas.
Vivo en el rostro de una mujer
que me hace morir, que quiere ser
faro apagado
en mi sangre que navega
a los confines del delirio.


LA MUERTE
Cuando vi a la muerte en mi camino,
vi mis pensamientos
y vi mi cara,
locomotora de niebla desplegada,
esculpido en el suelo,
busqué refugio en el relámpago.


EL SUEÑO
¿Te ocultas? ¿Te desvaneces?
Sé que eres, viajero,
chispa, perla y ola de extravío
que se aleja y regresa con las estaciones.
He visto tu fuego en el campo,
tus ojos como alas y tu rostro alto como el horizonte
que aprieta los soles y lava la afligida tierra.
¿Te ocultas? ¿Te desvaneces?
He visto tu rostro en el campo,
agua que viaja por las raíces
hacia sus extrañas ciudades
en la hierba,
en el río de las estaciones.


ESPEJO DE UN SUEÑO
El héroe, en vela cual ola
duerme.
Nuestra tierra es una niña que duerme
sin cabeza y sin almohada
y el rojo pensamiento depredador
es un cadáver dormido.
¡Oh, ceniza de los miembros!
¡Oh, vías de los humores
de mi cuerpo, del cuerpo del arabismo!
¿Desde cuándo y cómo despertaré a los durmientes?

Luali Lahsen Salam

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Poeta saharaui. Pertenece al grupo "Generación de la Amistad Saharaui" formado por autores saharauis que escriben en español.




Supongamos
Supón que cada amanecer sea una puerta de acceso al día
Supón que los sueños sean armas de fuego
Supón que el alba sea un detector de sueños
Supón que algún día no te dejen entrar.

Supón que el vuelo de un pájaro se pueda enlatar en un trozo de cielo
Supón que lo subasten en un mercado
Supón que adquirirlo sea un lujo.

Supón que un niño sea un papel en blanco
Supón que la tinta que escribe su memoria triste sea siempre roja
Supón que esté en tus manos poder hacerlo con los colores del arco iris
Supón que no lo hagas por pereza.
Supón que las flores de pronto se vuelvan racistas
Y rechacen tu mano ya no por blanca, negra, o amarilla
Sino por mano.
Supón que la sonrisa se vuelva una moneda de cambio
Y supón que fueras pobre o limosnero o avaro
Supón que una carcajada sea toda una fortuna
Supón que te la roben.

Supón que el tiempo se vuelva tangible como el agua
Supón que le dé por congelarse
Supón que te sorprenda fuera de casa.

Supón que puedan privatizar el aire
Supón que respires a crédito
Supón que un día no puedas cumplir
Supón que te hipotequen los pulmones.

Supón que seas solo una hipótesis, es decir, una suposición de dios
Supón que te descarte.


Rebelde
Un día cualquiera me revelaré
contra los oráculos,
que me asignan mañanas sin sol,
que se niegan a augurar mis huellas
en el próximo amanecer,
borran mi nombre de los atardeceres
del universo,
rifan mi corazón en una subasta de
vidas probables.

Un día cualquiera me revelaré contra
mi especie,
y volaré junto a los pájaros
y como los pájaros
me sacudiré en el cielo
este polvo condenatorio
que ahoga la vida.


Al final el cielo se acordó de nosotros
Al fin el cielo se acordó de nosotros,
los niños giraban como trompos pidiendo lluvia,
y febrero, como siempre, respondió a sus plegarias.

Diluvió como nunca,
y la barca de barro, donde navega nuestro sueño,
se deshizo,
¡tierra en la tierra!

La esperanza de los hombres azules se ha quedado desnuda,
pero no ha muerto,
brotará renovada, con las flores del desierto,
que saben dormir en la memoria del suelo,
hasta que algún febrero, redimido con plegarias de niños,
las despierte.

Al fin el cielo se acordó de nosotros,
cuando todo el universo nos tenía en el olvido.


Sinopsis
Un tornado de petardos despertó el sueño de la noche.
Cuando el desierto se empezaba a creer metrópoli.

El áspero viento del norte tocó las trompetas de la guerra.
Y alguien en nombre de la libertad sacudió la memoria del tiempo.

Desde entonces los días empezaron a nacer muertos.
Y nuestra infancia naufragó en la turbulenta marejada del éxodo.

La cálida llovizna del amor mojó nuestros cuerpos en un lecho ajeno.
Y nos despertó el peso de las distancias con el corazón quebrado.