Poeta y rapera cordobesa. Su nombre real era Ana Isabel García Llorente. El rap no es mi palo, reconozco el mérito de algunas letras, reconozco la dificultad de cantar esos textos interminables, pero musicalmente no entra en mi lista de músicas. Sin embargo, tras leer la poesía de la Gata, como parece que le gustaba que la llamaran, reconozco que escuché sus discos (están en youtube). Y me gustaron. Me gustaron muchísimo. En su poesía y sus canciones predominan los textos revindicativos y reivindicativos feministas, sociales y políticos (ella era politóloga). Murió poco antes de cumplir los 26 años. Nos quedamos sin saber hasta dónde podría haber llegado.TODO LO DEMÁS, NO
Estos poemas pertenecen a su poemario "La escala de Mohs" en la edición de 2019 que contiene algunos textos que no aparecían en las ediciones anteriores.
Que sí, que todo eso es verdad.
Que portamos estandartes incendiarios
y discursos agresivos
y consignas de venganza
que dicen
muy poco de nosotros,
y que a veces da miedo pensarlo,
que vamos por ahí
con el ceño fruncido
y de nada nos sirve.
Que increpamos
y discrepamos de todo
cuanto se conoce,
por más lógica matemática
que me cuentes,
por más sentido común
que me vendas,
que no se consigue nada
por esas sendas que auguramos,
día tras día, cuando la desidia
nos infla la panza.
Que no reconocemos
autoridad ninguna
y sembramos la polémica
y todo es política
y qué pesados os ponéis con eso
y Ana, hija, qué poco sabes de la vida.
Todo eso es verdad.
Que no hemos trabajado
ni un sólo día.
Lo dices como si fuera el progreso.
Lo dices como si por eso
nuestra palabra valiera la mitad
y tuviéramos que demostrar que
somos dignos del pan que comemos.
Que en qué me baso,
que la vida es así y asao
y que lo que inventamos no tiene
ni pies ni cabeza,
que los libros son muy bonitos
pero son libros
y que, Ana, hija,
cuándo bajarás a la tierra.
Que te crees Don Quijota
y vas por ahí combatiendo gigantes
cuando aquí fuera sólo quedan
las ruinas de Bankia.
Todo eso es verdad.
Porque cada vez son menos
los momentos de lucidez, pero todavía
los tengo.
Y también tengo altos conocimientos
en geopolítica y me sé todo el cuento,
a ver si ahora os creéis que habéis descubierto América,
que donde manda capitán no manda marinero
y todo eso.
Somos jóvenes pero no somos idiotas.
Y puede que parezca un poco de idiota
este proyecto que me encomiendo,
lo de ir por ahí huesudamente,
paupérrimamente, a lomos de Rocinante,
combatiendo a magnates que son peor
que cien gigantes,
que mil gigantes,
de los de antes,
de los que molaban.
Estamos luchando contra un invisible.
Estamos luchando en cada flanco,
contra todos, contra nosotros mismos,
porque todo es política y qué pesados os ponéis
con el temita.
Que cualquiera nos parece
un enemigo potencial
en un entorno hostil que
nos excluye,
nos ningunea la palabra
y nos aburre.
Nos aburre mucho,
eso es lo peor.
Y por eso arengamos paridas
y tenemos este humor tan hijoputa,
porque si no, dime tu a mí,
cómo se aguantan los veintitrés
en esta celda,
en esta España que rezuma desvergüenza;
cómo se aguantan los debates de primates,
del y tú más, pues tú más...,
si no es blasfemando en cada flanco,
en tanta medida como nos dejan.
Porque muchas veces pienso cosas
que no puedo escribir
y tengo que reírme yo sola,
y la gente se cree que estoy loca.
Una loca que se ríe de cosas
que está prohibido escribir.
Esa es la España que nos calza.
Por eso nos mofamos
ahora que podemos,
y nos declaramos insumisos,
y enarbolamos un
«QUE SE JODAN»
tan grande que ni les cabe,
y bailamos sobre tumbas,
y vivimos en pecado
según todos los credos,
y nos gusta lo prohibido,
e incluso han conseguido
que nos guste lo que somos.
Niñatos soñadores
que inventan fórmulas definitivas,
que cantan todavía insaciables,
a pesar de los momentos de lucidez,
a pesar de que luchamos contra un invisible
y la tarea nos queda, probablemente,
demasiado grande.
Algunos todavía no han desertado.
Algunos todavía creen en una idea.
(Todo lo demás es estar muerto).
TU OFICIO, POETA
no es almacenar palabras eruditas,
rimbombantes,
ornamentales.
No es disponerlas
en su orden yámbico,
en perfecto soneto gongorino;
ni siquiera clasificarlas burdamente
en función de la terminación y la rima.
Porque tú nunca fuiste matemático, poeta.
Tú nunca fuiste geógrafo ni físico
y no entiendes de distancias
ni unidades de medida,
y no entiendes de lógica pura
ni de leyes invictas.
Porque tú nunca fuiste científico, poeta,
y, por eso mismo,
no entiendes de estadística
ni de cuántica avanzada
ni de biopolítica
y no es tu oficio
establecer las fórmulas
del cosmos.
No es tu oficio el análisis forense
por más que te empeñes,
así como no lo son tampoco
el psicoanálisis ni la neurociencia.
Tu oficio, poeta,
es esculpir utopías
donde no puede haberlas,
acabar con la ley de la gravedad
y juntar el cielo con la tierra,
el bien con el mal,
de la forma más humana
y menos despreciable
que te permita tu especie.
Tu oficio, poeta, es dignificar la especie,
hacer que quepa la duda,
decir: «Algunos eran buenos.
Algunos no eran prescindibles».
Que mañana,
cuando hayan pasado los siglos,
se diga:
«No todos fueron Judas.
Los hubo Robin Hoodes
y Don Quijotes,
los hubo Baudelaires
y Esproncedas,
las hubo Antígonas,
las hubo Safos...
Los hubo Valle Inclanes
y Cañameros».
Que de toda nuestra obra
una parte se salve.
Que merezca la pena
el raciocinio.
Que el conocimiento
no sea una amenaza.
Tu oficio, poeta,
es dignificar la especie.
Escoger las palabras
que pondrías en tu lápida.
Decir, por ejemplo:
«No todos eran prescindibles».
Mecerte la vida
hasta tal punto
que tu muerte
parezca una injusticia.
Y dejarte ir,
como si nada,
como todos
(poetas o no),
hacia la larga
y aburrida
eternidad.
CON LAS MANOS
No aman de igual forma
los ricos y los pobres.
Los pobres aman con las manos.
Los pobres aman en la carne y con gula,
en las peores estampas,
en condiciones famélicas
y con todo en su contra.
Los pobres aman sin bonitos decorados.
Entienden de lunes y de tedios domingueros
y de gastos imprevistos de facturas
y de angustias que embisten mes a mes a quemarropa.
El amor de los pobres no sale por la ventana
aunque el dinero entre por la puerta
(que nunca entra)
(aunque no haya ventanas).
Los pobres han aprendido
a amarse a oscuras por eso mismo.
Han aprendido a amarse malalimentados,
malvestidos, malqueridos,
porque el hambre agudiza el ingenio
y en sus jardines también crecen las flores
(aunque no haya jardines).
Los pobres han aprendido a aprovechar
los vis a vis
entre jornada y jornada de trabajo
(aunque no haya trabajo)
y saben darse placeres nunca tasados,
de valor incalculable,
y han aprendido a disfrutar las circunstancias
y la sopa de sobre,
el viejo colchón y la cuesta de enero.
Y parece que su amor se yergue
indestructible a pesar de;
a pesar de las miles de plagas,
de los sueños frustrados
y fracasos andantes,
de las crisis cíclicas
y de hambrunas
y de guerras,
más valiente que Heracles,
más Odiseo que Odiseo.
Y parece que su amor se extiende
y se multiplica
al ritmo que se multiplican los pobres,
al ritmo que se multiplican los infortunios
y los desastres naturales que golpean siempre
en las casas de los pobres.
Y ese amor está a la altura de Urano,
a la altura de Urano y de Gea juntos,
y es la única arma que tienen los pobres
para defenderse.
Por eso han aprendido a cultivar flores
y a cantar bien sus penas,
y han inventado las mejores obras
y los mejores instrumentos.
Por eso entienden de arte
y saben encontrarlo donde lo haya,
aunque no lo haya
(que siempre lo hay).
Y han aprendido a aprovechar el carisma
y la jerga,
y a escribir poemas inmortales
sobre amores complicados,
y saben de cosquillas,
y saben de boleros,
y saben de desnudos
y de darlo todo,
que no es más que lo puesto:
las manos y la lengua,
la forma de otear al horizonte
y los cánticos en contra del patrón.
Yo siempre he amado de esta manera.
Yo te amo como aman los pobres,
y me temo
que durante mucho, mucho tiempo
esto seguirá siendo así.
MALDITOS SEAN
Malditos sean los mapas,
las coordenadas, las carreteras
y las vías de la Renfe.
Malditas las unidades de medida:
las horas, los kilómetros, los números.
Malditas sean las comunidades autónomas,
el tendido eléctrico,
las líneas telefónicas,
las conexiones automáticas
y la red virtual.
¡Malditos los poetas!
¡Maldito Salinas, maldito Machado!
Y Gustavo.
Y Federico.
Malditas las tostadas
con café por las mañanas.
Malditas las canciones
que me arrancó, los testigos.
Malditas las camas de uno cuarenta,
la prisa, el alcohol y los planes a la larga.
Malditos los pensamientos impuros,
las ideas lujuriosas y la libido.
Malditas sean también las comparaciones
y los dólares, la ley del suelo
y la burbuja inmobiliaria.
Malditas las parejas de la mano,
malditos los besos sin tapujos,
maldito el camino de vuelta.
Y tus ojos.
Y todas las cosas que me recuerdan que tú no estás.
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on 03 julio 2023
at 21:28
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