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Anna Ajmátova (II)

Posted by La mujer Quijote in ,

No sabemos cómo decirnos adiós
No sabemos cómo decirnos adiós:
erramos por ahí, hombro con hombro.
Ya el sol está bajando,
vas taciturno, soy tu sombra.

Entramos en una iglesia a ver
bautizos, matrimonios, misas de difuntos.
¿Por qué somos diferentes del resto?
Afuera otra vez, cada quien vuelve la cabeza.

O sentémonos en el cementerio,
sobre la nieve pisoteada, suspirando el uno por el otro.
Esa vara en tu mano está dibujando mansiones
donde estaremos siempre juntos.



Todo me ha sido arrebatado
Todo me ha sido arrebatado: el amor y la fuerza.
Mi cuerpo, precipitado dentro de una ciudad que detesto,
no se alegra ni con el sol. Siento que mi sangre
congelada está.

Burlada estoy por el ánimo de la Musa
que me observa y nada dice,
descansando su cabeza de oscuros rizos,
exhausta, sobre mi pecho.

Sólo la Conciencia, más terrible cada día,
enfurecida, exige cuantioso tributo.
Y para responder, me cubro el rostro con las manos,
porque he agotado mis lágrimas y mis excusas.



Tres cosas le encantaban
Tres cosas le encantaban a él:
los pavos reales blancos, las oraciones vespertinas
y los desteñidos mapas de América.
No soportaba los mocosos chillones,
ni la mermelada de frambuesa con su té,
ni la histeria femenina
…y estaba atado a mí.



La canción de la última cita
Se enfriaba, desvalido, mi pecho,
pero eran ligeros mis pasos.
Me puse en la mano derecha
el guante de la mano izquierda.

¡Me pareció que había muchos peldaños
aunque sabía que eran sólo tres!
Un murmullo otoñal entre los arces
me pidió: “¡Muere conmigo!

¡Oye: una suerte penosa,
inconstante y mala me engañó!”
Le contesté: “¡Querido mío:
a mí también. Contigo moriré!”

Esta es la canción de la última cita.
Eché una mirada a la casa sombría.
Tan sólo en la alcoba ardían las velas
con una llama indiferente y mustia.

Ana Ajmátova

Posted by Arabella in ,

Anna Andréyevna Gorenko, más conocida como Anna Ajmátova, fue otra de las escritoras (junto con millones de personas más) que sufrió las purgas estalinistas. Conocida como "la voz de Rusia", eso no impidió que fuera (como Platónov y otros muchos) una de las grandes silenciadas, uno de aquellos intelectuales rusos cuya obra fue ignorada y ocultada por el poder y, de esta forma, dejaron de existir para sus compatriotas.
Considerada por muchos como la mejor poeta en lengua rusa del siglo XX, su obra suele dividirse en dos etapas: uno subjetivo, intimista y centrado en el tema amoroso y otro cívico-social, inspirado por sus profundas desavenencias con el régimen soviético. Ajmátova consiguió traducir a lenguaje poético los aspectos más cotidianos del amor y una personal visión de la realidad sociopolítica rusa.


Estamos tan intoxicados uno del otro...
Estamos tan intoxicados uno del otro
que de improviso podríamos naufragar,
este paraíso incomparable
podría convertirse en terrible afección.
Todo se ha aproximado al crimen
Dios nos ha de perdonar,
a pesar de la paciencia infinita,
los caminos prohibidos se han cruzado.
Llevamos el paraíso como una cadena bendita
miramos en él, como en un aljibe insondable,
más profundo que los libros admirables
que surgen de pronto y lo contienen todo.


Hay en la intimidad un límite sagrado...
Hay en la intimidad un límite sagrado
que trasponer no puede aun la pasión más loca
siquiera si el amor el corazón desgarra
y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

La amistad nada puede, nada pueden los años
de vuelos elevados, de llameante dicha,
cuando es el alma libre y no la vence
la dulce languidez del goce y la lascivia.

Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,
y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
no late a ritmo debajo de tu diestra?


La musa
Cuando en la noche oscura espero su llegada,
se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
"¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?"
Y ella responde: "Yo soy aquella."


La tierra natal
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.


Para muchos
Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
el reflejo de todos vuestros rostros,
es inútil el batir del ala inútil:
estaré con vosotros hasta el mismo final.

Y por eso me amáis ávidamente,
con todos mis pecados y flaquezas,
y por eso me entregasteis sin mirar
al mejor de todos vuestros hijos,
y por eso no me preguntasteis
por ese hijo ni una sola vez,
y llenásteis con el humo de alabanzas
mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
y que más irreversiblemente ya no se puede amar...
Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
como la carne quiere separarse del alma,
así deseo yo que me olvidéis vosotros.