Este año la gran Ella, la Reina, hubiera cumplido un siglo.
Otra admiradora, Wislawa Szymborska, le dedicó un poema, no todos los días una poeta Premio Nobel te dedica uno.
Ella Fitzgerald en el cielo
Le rezaba a Dios,
le rezaba ardientemente,
para que hiciera de ella
una feliz chiquilla blanca.
Y si ya es tarde para esos cambios,
pues al menos, Mi Señor, mira cuánto peso
y quita de aquí como poco la mitad.
Pero el misericordioso Dios dijo No.
Simplemente puso la mano en su corazón,
le miró la gargante, le acarició la cabeza.
Y cuando todo haya pasado—añadió—,
me llenarás de júbilo viniendo a mí,
mi alegría negra, mi tonel cantarín.
La versión es de Gerardo Beltrán y Abel Murcia Soriano.
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on 30 diciembre 2017
at 18:00
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