Tsitsi Dangarembga - "La carta"

Posted by La mujer Quijote in ,

Novelista, ensayista, cuentista, dramaturga y directora de cine zimbabuense. Aunque ha recibido numerosos premios (uno por este cuento), su obra más conocida y que la situó en el primer plano de la literatura postcolonial en inglés fue la novela "Condiciones nerviosas" que se ha reeditado hace poco en español. En su obra siempre están presentes temas como el colonialismo, el racismo y la situación de la mujer en la sociedad.
Este cuento fue publicado en Suiza en 1985.
La versión es la de Eva Cruz Yáñez.


Esta mañana recibí una carta de mi esposo, la primera en doce años. ¿Pueden imaginarse semejante cosa? Como ha sido mi costumbre durante todo este tiempo que he estado esperando, abrí los ojos a las cuatro de la mañana cuando cantó el primer gallo, y me quedé recordando el día que se fue, sin amargura ni coraje ni dolor, simplemente recordando cómo era estar con él un día y sin él el siguiente.
A las cinco de la mañana me deslicé fuera de las cobijas, quedamente para no molestar a mis hijas. Está Busi que tiene trece años y debía estar durmiendo en su propia cama ahora que tiene esa edad y se ha convertido en casi una mujer. Y está Thandi que sólo tiene cinco años y cuyo padre no es mi esposo, sino un hombre que me consoló durante unas cuantas horas de soledad. Busi y Thandi. Se ven muy distintas puesto que ninguna ha heredado nada de mí. Busi se parece a su padre que es alto, grande y negro. Thandi también se parece a su padre que era de tez media y estructura delgada, así que pueden ver que es imposible que pasen como hijas del mismo padre. A veces, cuando nos encontramos con extraños inflexibles, esto es motivo de preocupación para mí. Pero en general está bien. De otra manera me habría engañado creyendo que soy una mujer más virtuosa de lo que en realidad soy.
Como dije, esta mañana empezó de la manera que se ha vuelto usual desde que regresé a mi aldea en mi tierra natal, tres años después de que mi esposo nos dejó en Sebokeng. Saqué agua del grifo de afuera, esperando quince minutos hasta que el chorrito de agua que se escapa cuando el grifo está completamente abierto llenó el tambo. (Hay sequía este año y la presión del agua es baja.) Habiendo llenado mi tambo, vertí un poco de agua en la palangana de peltre y me lavé. Luego calenté más agua en la estufa de keroseno para mi madre y mis hijas. Sí, somos una verdadera colonia de mujeres aquí pero somos autosuficientes. Mi trabajo como maestra en la escuela de la aldea da lo suficiente para proveernos de comida y ropa, y las niñas son muy activas, siempre plantando esto y aquello en la hortaliza, limpiando la casa y siempre listas para ir a algún mandado cuando se los pido. Cuando hay un problema serio, como cuando Busi se enfermó y le tenían que quitar las anginas, mi hermano, que todavía está en Sebokeng, nos manda dinero para irla pasando. Pero esas cosas no suceden con frecuencia, así que realmente mi única preocupación ha sido la ausencia de mi esposo y la ansiedad causada por no saber dónde está o incluso si está vivo o muerto. Ésa es la razón por la que voy a la oficina de correos todos los días.
Cada día de la semana, excepto los domingos, cuando el correo está cerrado, voy ahí para ver si mi esposo ha escrito. En los días de escuela pregunto brevemente, a veces ni siquiera tomo tiempo para entrar, pero los sábados, puesto que tengo que ir de compras después, hago de esto una gran ocasión. Me visto bien e incluso me pongo algo de maquillaje, un poco de lápiz labial, pero nada más, ya que cualquier otra cosa más cargada está fuera de lugar en la aldea y puede hacer que la gente se quede mirando y susurre a mis espaldas sobre mis costumbres. Aunque nunca le digo más que algunas frases de cortesía al administrador de correos, es amable y benévolo. Entiende mi preocupación con el correo porque no soy la única: hay muchas familias aquí en la aldea que tienen un padre, un hijo, un tío o un sobrino del que no se ha sabido nada en años, que ha estado prisionero o ha sido reportado como desaparecido o muerto. De modo que pueden ver que aunque preguntaba por mi correo todos los días, yo de hecho no esperaba saber de mi esposo. Era un ritual que realizaba con el fin de mantener mi lazo con el pasado y no olvidar la necesidad de mis circunstancias.
No me malentiendan. No me estoy resignando a mi suerte. No, en verdad, lo celebro. Miren, me dolía cuando viví en el distrito negro ver a mi madre limpiar cada hora las heces de las nalgas rollizas de un bebé bóer sobrealimentado mientras sus hijos escarbaban en los basureros en la barriada pobre y no tenían necesidad de un baño durante una semana. Tampoco podía tolerar ver que insultaban a mi padre por atreverse a caminar sobre la tierra de su heredad sin permiso del baas. Sentía la frustración y la amargura adolescentes de mi hermano cuando los veía mutilarse mutuamente en las riñas de pandilla y perdía la esperanza con mis tíos y mis hermanas cuando eran acribillados al azar por los policías bóer por algo así como murmurar que hay vida después de Botha. Sin embargo, se nos obliga a trabajar para ellos, en sus casas, en sus fábricas, en sus calles y sus granjas, sin nuestro ser, sin alma y sin recurso a la justicia. Mi esposo y yo observábamos estas cosas en Sebokeng. Juntos vimos la tensión que divide a Sudáfrica claramente revelarnos nuestro único curso de acción: nos volvimos personas políticas. Pero en mi país la gente política negra, que es lo mismo que la gente negra, es amenazada con el genocidio. Por lo tanto, no tardó mucho mi esposo en ser considerado un riesgo de seguridad mayor. ¡Ua! ¡Esos bóers! ¡Desplegando escuadrones de hombres, flotas de carros de policía y rondas de municiones para capturar a un solo negro en una estrecha calle de un ghetto en ruinas! Durante los últimos días que mi esposo estuvo en Sebokeng, no vivimos como hombre y mujer porque nuestra casa era vigilada día y noche. Pero mi esposo escapó durmiendo en una casa una noche y en otra casa la noche siguiente y así hasta que se finalizaron arreglos para su huida a través de una de nuestras fronteras, cuál, no estoy segura. He sido completamente ignorante de su paradero desde aquel día excepto por los rumores usuales que empiezan con aquellos de nosotros que ocasionalmente viajamos a Zimbabwe, Lesotho, Mozambique y Botswana, pero que son imposibles de confirmar.
Así que imaginen mi sorpresa cuando vi al administrador esperándome a la puerta del correo esta mañana con una carta en la mano. Sientan cómo se me detuvo el corazón cuando me dio la carta y reconocí la letra inmediatamente. Consideren cómo me temblaba la mano y el sudor me escurría de las axilas formando una mancha oscura en los costados de mi vestido cuando tomé la carta. No piensen que soy grosera cuando les digo que no respondí a su saludo ni le sonreí ni le agradecí su interés. A decir verdad no lo vi a él ni vi la oficina de correos, ni siquiera la carta. Lo único que vi era la letra, el estilo familiar con las "t" cruzadas con firmeza y ocupando mi campo visual, dominando todo lo demás.
Unos minutos más tarde regresé a un estado de conciencia más normal para encontrarme vagando por las tiendas (que en realidad no son otra cosa que puestos y quioscos), con la carta aún en mi mano pidiendo atención. En mi felicidad no quería que ningún conocido considerado me preguntara si las noticias eran buenas o malas. Mi alegría se expresaba a pesar de mi cautela y me reía en voz alta mientras caminaba a solas. Pero sólo había unas cuantas personas por ahí, ocupadas en sus propios asuntos sin tiempo para fijarse en mí. Quería abrazar a mi madre, besar a Busi y aventar a Thandi en el aire y atraparla como solía hacer cuando era bebé. En lugar de eso me obligué a caminar aun más despacio que de costumbre y mientras caminaba, me recitaba a mí misma los nombres de cada uno de mis alumnos con el fin de restaurar el equilibrio en mi cabeza.
Para cuando llegué a casa estaba otra vez sobria. Todo lo que quería ahora era entrar a mi cuarto a leer mi carta no sólo una o dos veces sino varios cientos de veces, una y otra vez sin parar. Sólo cuando vi a mi madre tomando el sol en frente de la casa recordé que todavía tenía la carta en la mano para que todos la vieran. "Tienes una carta", me dijo en un tono que me decía que sabía que la carta era de Themba. Mi primer instinto egoísta fue mentir, pero mi madre había aceptado mi dolor de estos doce años como propio y de esta manera me había ayudado a sobrellevarlo con valor, aun en los peores momentos. Por lo tanto fui y me senté a su lado y, radiante como si hubiera realizado alguna hazaña maravillosa, le dije que finalmente Themba había escrito. Por primera vez examiné la carta.
-Mira, madre -dije-, ¡tiene una estampilla sudafricana! Se la debe haber dado a alguien para que la enviara dentro del país. Y mira el sello. Tiene fecha del lunes. ¡Llegó aquí bien rápido!
Mi madre guardó silencio mientras yo hablaba y hablaba. Cuando finalmente acabé con los detalles y la descripción, dijo:
-Después de todos estos años. Tal vez sea bueno, pero me parece extraño.
No puse atención a sus palabras, interesada como estaba sólo en lo que Themba tenía que decir. Por fin en mi cuarto abrí la carta y luego, sosteniéndola en mi mano, una sola página escrita casi sin espacio entre las palabras o las líneas, descubrí que no podía leerla. Quizás él había regresado a Sudáfrica, y había sido capturado y encerrado y lo habían obligado a escribir esta carta, dictándole cada palabra, como un último insulto. O era posible (no, ¡probable!) que se hubiera establecido con otra mujer y viviera feliz y seguro en una nueva familia. Le eché un vistazo a las primeras líneas. "Mi querida esposa" leí. ( ¡Esposa! ¡Esposa! ¡Todavía soy su esposa!) "Estoy en Botswana en este momento". (¡Botswana! ¡Botswana! ¡Lo suficientemente cerca para visitar!) Con mis sospechas apaciguadas, seguí leyendo. Me preguntaba por qué no le había contestado sus otras cartas y lloré por esa injusticia ... ¡si tan sólo hubiera sabido dónde estaba le hubiera escrito mil cartas! Me decía que debería reunirme con él en Botswana si acaso fuera posible, pero que tendría que arreglar el viaje yo misma puesto que él no se podía comunicar libremente conmigo. Debería llevar a Busi. Debería considerarlo como un cambio permanente. Me hundí en la depresión. ¿Qué iba a hacer con Thandi? No podía dejarla. Al releer la carta empecé a dudar si nuestra reunión era realmente posible. ¿Me permitiría mi esposo llevar a Thandi a nuestro nuevo hogar? O quizás sabiendo que yo había tenido una hija con otro hombre ya no me querría. Preocupada por esos pensamientos me senté de inmediato a escribirle a Themba explicando mi aprensión. Por supuesto que quise enviar la carta tan pronto como la terminé, pero para cuando estuve lista era ya tarde y el correo está cerrado hasta el lunes.
Me hubiera gustado permanecer en mi cuarto en penumbra un rato más, recreando para mí el contento y la satisfacción de mi matrimonio, desafiando la soledad que había contenido a través de los años. Qué lujo hubiera sido permitirme el consuelo de esos recuerdos. Pero no podía darme ese lujo. En su lugar ocupé mi mente en cuestiones prácticas: ¿qué íbamos a comer para la cena? Escondiendo la carta debajo del colchón, fui a la cocina.
-Ahora que has leído la carta debes destruirla -dijo mi madre en cuanto me vio.
Por supuesto tenía razón, pero yo todavía no era capaz de semejante acción. Quizás mañana cuando hubiera leído la carta unas cuantas veces más y pudiera recordar cada palabra, podría ser capaz de hacerlo. Pero ahora la idea de que estuviera ahí bajo mi colchón me devolvía la esperanza a la que me había asido y renovaba mi fe en el futuro.
-Es una carta personal -le dije, sin mirarla porque ni yo me lo creía-. No puede haber peligro.
Después de la cena las últimas huellas de mi excitación me dejaron demasiada energía como para descansar. Empecé a limpiar la casa, la cocina, la sala y los dos cuartos pequeños, tallando y puliendo por los rincones que antes apenas había notado, lavando ventanas y arreglando alacenas. Busi y Thandi me ayudaron un rato, pero pronto les dio sueño y se fueron a la cama. Aunque mi madre generalmente se retira temprano, esta noche se negaba a dejarme. En consecuencia, estábamos las dos en la sala, yo trabajando, mi madre observándome y dormitando a ratos, cuando el jeep del ejército entró por nuestro estrecho sendero, las luces resplandeciendo de pronto a través de la ventana abierta. ¡Ja! ¡Esos bóers! ¡Un vehículo armado y seis soldados camuflados para arrestar a una pequeña mujer en una aldea remota de la patria! Registrando la casa no les tomó mucho tiempo encontrar mis cartas y decidir que eran subversivas. Me aventaron dentro del jeep y me trajeron aquí a la estación de policía.
No les diré cómo me amenazaron con matar a mis hijas para hacerme confesar mis actividades terroristas, ni tampoco les diré cómo golpearon a mi madre cuando intercedió por mí. En cuanto a mí, bien, ya les he contado que me volví una persona política hace doce años en el distrito negro. Por lo tanto he tenido tiempo suficiente para acostumbrarme a las aberraciones de la gente que está en el puño del fervor totalitario. No sé lo que va a suceder conmigo. Me pueden acusar de un acto de traición planeado en Pretoria o me pueden detener aquí para abusar de mí física y mentalmente por un rato antes de concederme que el deseo de estar con mi esposo no es base para un proceso. Suceda lo que suceda sé que ellos se asegurarán de que no alcancemos a Themba, pero ésa no es mi preocupación puesto que les he contado mi historia, no para despertar su compasión sino sólo para que sepan que estas cosas nos están pasando en nuestro país.

This entry was posted on 11 diciembre 2022 at 21:24 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

0 comentarios

Publicar un comentario