Las versiones de los poemas son las de Manuel Jiménez Lucena.
El primer poema pertenece a El interior de la ola (1957). Los otros dos poemas pertenecen a Astillas y cenizas (1948). El título en castellano de los poemarios puede ser algo diferente dependiendo del traductor.
Elegía de una mujer sin valor
Imágenes de un callejón de Bagdad
Partió sin que palideciera ninguna mejilla ni temblara ningún labio,
las puertas no oyeron la historia que contaron de su muerte,
no se levantó la cortina de una ventana ni se derramó la tristeza,
las miradas fijas vieron desaparecer el ataúd,
sólo los restos de un esqueleto hicieron temblar su memoria,
una noticia errante en las callejuelas sin hallar morada,
se refugió en el olvido de algún agujero
y la luna lloró su pena.
La noche indiferente se recogió, la mañana
trajo la luz, la voz de la vendedora de leche, el ayuno,
el maullido de un famélico gato hambriento
y la discusión de los vendedores; con la amargura,
con la cloaca de agua sucia por la calle, con los olores,
fue abandonada de las puertas de las azoteas, sin amigos,
casi en un profundo olvido.
Extraños
Apaga la vela y déjanos aquí desamparados,
somos dos partes de la noche ¿Qué significa el destello?
Cae la luz sobre quimeras en los párpados de la tarde,
cae la luz sobre algunas esquirlas de esperanza,
llamada por nosotros, llamada por mí, cansancio.
Somos aquí como la luz,
extraños.
El encuentro es el estupor, el frío como el día lluvioso
fue una muerte para mis canciones y una tumba para mis sentidos.
Las horas llaman en la oscuridad,
las nueve, las diez,
desde mi dolor escucho y cuento.
Preguntaba perpleja al tiempo:
Tú que sabes más, ¿para qué mi alegría
si hemos pasado las tardes como
extraños?
Pasan las horas como el ayer, cubriéndose marchitas,
como el ignorado mañana desconoce si será o no puro.
Pasan las horas,
y el silencio, como el aire de invierno,
les concede inundar mi sangre y ahogar mi aliento,
les concede susurrar en mi alma:
Bajo el remolino de la tarde sois
extraños.
Apaga la vela y los espíritus en la noche densa.
Cae la luz como el color del otoño.
¿No lo ves? Nuestros ojos están marchitos y fríos.
¿No lo oyes? Nuestros corazones están parados
y la extinción de nuestro silencio
es el eco de un temeroso aviso,
burlón de que nos volvamos
extraños.
¿Somos unos que traen el día?
¿Desde dónde empezamos?
El ayer no nos reconoce como amigos... y nos rechaza.
Saltamos el recuerdo como si no hubiera un día de juventud
en que algún amor precipitado nos recorriera
y nos olvidara después.
¡Ah! si volvieramos allí de donde somos antes de perecer
aún seríamos
extraños.
Grandeza
....No me preguntes, no hieras el secreto en mi alma,
no anules la grandeza de mi silencio;
si yo hablara, en cada frase
habría la tumba de un sueño y el alba de una mortal herida.
Si yo hablara, cómo temblarían los versos,
de tristeza e incapaces yacerían;
si yo revelara el profundo secreto
¿qué quedaría de mí si no los restos?
Si yo hablara, un temblor en mi vida
y en mi existencia imploraría hablar,
mi alma escondería mi silencio profundo,
mi corazón casi se quebraría.
Si yo hablara, si yo callara, dos gritos
profundos como la vida sangrarían,
todos mis secretos se encontrarían en ellos
y llorarían un verso, un amor y un fuego.
La vida sigue creando en mi rostro
una cruel máscara, desbordando agua sorda
y helada, y su veneno
esconde alguna grandeza.
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on 02 marzo 2013
at 20:26
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