Este cuento pertenece al volumen "Luna Halcón" ("Hawk Moon"), un libro publicado en 1973 donde se recoge, en palabras del propio Shepard, una colección de monólogos, cuentos y poemas sobre crecer en América, rock and roll, el sexo de los peces y otros temas.
La versión es la de Enrique Murillo.
El fondo se desprendió. No había modo de subir hasta la parte superior. Incluso la luz de arriba era negra. Un pozo sin fondo. Stork Clark oyó los coches que pasaban rugiendo por encima y le preguntó al niño que le tenía cogido de la mano y le conducía:
—¿Por qué no encienden los faros? Por fuerza tienen que ver que estoy aquí.
El niño no contestó, por temor a que se avergonzase de su ceguera.
—¿Se está muy solo en un agujero? —dijo el niño. Stork Clark no contestó. Conducía el tiro de caballos por el bosque, y les llevaba café a los leñadores.
—A mí no me da miedo la oscuridad —dijo el niño.
—Pues deberías temerla —dijo Stork.
Mientras atravesaban la aldea, la gente susurraba:
—Pobre diablo.
Un susurro silencioso que Stork confundía con la noche.
—Quizá es un eclipse. He visto cosas parecidas allá en el Yukon.
El niño no entendió la palabra «eclipse», pero supuso que quería decir «círculo».
—Hemos estado avanzando directamente hacia el norte.
—Sé manejarme y conozco el camino, chico. He crecido en estos bosques. No lo olvides. El sol saldrá pronto. He visto cosas así, allá en el norte.
Tiró de la mano del niño y se le adelantó, con el cuello estirado, como un caballo de tiro.
—Tendrías que dejar que te condujese yo, Stork. Esta noche hay muchos camiones por ahí.
Stork torció a la izquierda y se soltó de la mano del niño, y se puso a andar campo a través, directamente hacia el bosque. El niño corrió en pos de él, gritándole:
—¡Eh! ¡Me han dicho que te lleve de regreso para la cena, Stork! ¡Eh!
Stork siguió caminando con paso firme, tropezando en los viejos surcos y cayendo de bruces de vez en cuando. El niño trató de alcanzarle, y cuando llegó a su altura le tiró del brazo hacia atrás. Pero Stork soltó un gruñido y le dio un empujón.
—No te preocupes, ya sabré encontrar el camino. Sabré encontrar el camino. Díselo a ellos.
—Pero, ¡si vas directo hacia el bosque!
Stork se coló por entre los troncos de una hilera de azules pinos y desapareció. El niño tenía miedo de meterse en el bosque para seguirle, y tenía miedo de regresar a la Casa de reposo y contar que el hombre se le había escapado. Se sentó y estuvo escuchando los pasos ruidosos de Stork, que poco a poco fueron alejándose hasta desaparecer. Se quedó un rato llorando y mirando la luna. Notó que estaba cerrándose la silenciosa y secreta noche y vio los faros de los camiones cargados de troncos que brincaban lejos, en la carretera. Vio las casas con sus luces dentro. La diferencia entre el exterior y el interior. Imaginó a la gente sentada en el interior. Calentitos. Charlando. Leyendo. Haciendo calceta. Fumando. Tomando café y té. Se puso en pie y regresó a través del sembrado hasta la carretera. Hizo señas a un gran camión y subió.
—¿A dónde te llevo? —preguntó el camionero.
El chico se quedó mirando fijamente al frente. «¿Se está muy solo en un agujero?», pensó.
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on 08 mayo 2012
at 14:18
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