Poeta inglés. Sus primeros trabajos fueron catalogados junto a la poesía postromántica de los llamados "poetas georgianos". Sin embargo la poesía lírica pronto deja de interesarle. La I Guerra Mundial marca un cambio radical. Se convierte (junto a poetas como Rupert Brooke, Wilfred Owen o Isaac Rosenberg) en uno de los "poetas de la guerra". Es el primer cronista del absurdo y el horror del frente. No existen para él actos heroicos en la trinchera, sólo el frío, la crueldad y la impotencia. Dentro de ese contexto deshumanizado no hay lugar para sentimientos nobles, priman la abulia y el resentimiento. En la poesía de este grupo la guerra es despojada de su imagen romántica de héroes y hazañas.
A diferencia de los otros tres poetas mencionados, Sassoon sobrevivió a la guerra.
Ustedes nos aman cuando somos héroes, cuando estamos de licencia,
o cuando somos heridos en una batalla memorable.
Ustedes idolatran las condecoraciones; creen
que el honor redime la tragedia de la guerra.
Nos hicieron proyectiles. Al escuchar con placer
las historias de inmundicia y peligro ustedes se emocionan con candor.
Se enorgullecen de nuestro entusiasmo mientras combatimos,
y lamentan nuestras homenajeadas vidas cuando estamos muertos.
No pueden creer que las tropas británicas se “retiren”
cuando el último horror del infierno las desgarra, para escapar
pisoteando los espantosos cadáveres cubiertos con sangre.
¡Oh! madre alemana que reposas al lado del fuego,
mientras tejes calcetines que mandarás a tu hijo,
su rostro se hunde más y más en el fango.
“¡Buenos días; buenos días¡” dijo el General
cuando nos encontramos con él una semana atrás camino del frente.
Ahora la mayoría de los soldados a quienes sonrió están muertos,
Y maldecimos su mando por ser un cerdo incompetente.
“Es como una vieja tarjeta de felicitaciones”; le gruñó Harry a Jack
cuando ascendían hacia Arrás con el rifle y la mochila.
Pero él acabó con ambos con su plan de ataque.
El Obispo nos dijo: "Cuando los muchachos regresen
no serán los mismos; porque ellos pelearon
por una causa justa: lideraron el último ataque
contra el Anti Cristo; la sangre de sus camaradas compró
el nuevo derecho a multiplicar una raza honorable,
ellos retaron a la muerte y la enfrentaron cara a cara.”
“¡Ninguno de nosotros es el mismo!”, replicaron los muchachos.
Para George fue perder sus dos piernas; y Bill está ciego como una piedra;
al pobre Jim le perforaron los pulmones y le gustaría morirse;
y a Bert se lo llevó la sífilis: "Usted no encontrará
un chico que al servir no haya tenido algún cambio”
Y el Obispo dijo: “Los caminos de Dios son extraños.”
Tenue, gradual, se diluye la penumbra sin forma,
se estremece en la llovizna del alba que revela
hombres desconsolados con empapadas botas
que tornan al cielo rostros apagados y hundidos,
demacrados, desesperados. Ellos, que tras vencer
la rancia angustia de la noche, deben renovar
su desolación en la tregua del amanecer
matando las horas pálidas que buscan la paz a tientas.
Estos, que se aferran a la vida con brazos tercos,
aún pueden sonreír entre tormentas de muerte y hallar hueco
en los crueles enredos zarpados de su defensa.
Marchan desde el amparo y la alegría de los pájaros
en arbustos verdes hacia la tierra donde todo
es ruina y nada florece excepto el cielo
que se apresura sobre ellos, donde sufren
tristes, humeantes horizontes planos, bosques malolientes
y trincheras hundidas que cambian muerte por muerte.
Oh mis valientes compañeros pardos, cuando vuestras almas
vuelen en silencio y los muertos sin ojos
se avergüencen de la bestia de la lucha en la cresta,
la muerte quedará llorando en ese campo de batalla
pues se acabó vuestro invicto esfuerzo.
Y pasarán a través de algún Valhalla de luna
batallones y batallones, lacerados en el infierno,
la armada que fue juventud y que no vuelve;
las legiones que han sufrido y ahora son polvo.