Cuento de los bosquimanos xam - “El león que no quería renunciar a su presa”

Posted by La mujer Quijote in ,

Alguien dijo que el sentido de un cuento no hay que buscarlo en el cuento mismo sino en la cultura que lo ha producido. Esto, siendo válido para toda la literatura, es absolutamente cierto cuando hablamos de literatura oral.
En un blog dedicado al cuento es indispensable que, aunque sea esporádicamente, aparezcan cuentos de la tradición oral. En este caso es un cuento de la tradición oral de los bosquimanos xam (pueblos cazadores-recolectores cuyos territorios abarcan Botswana, Namibia, Angola, Zambia, Zimbabue, Lesoto y Sudáfrica).
La recuperación de este y otros cuentos, así como la mitología y la lengua del pueblo bosquimano se debió a los trabajos del filólogo alemán Wilhelm Bleek y su cuñada Lucy Catherine Lloyd (también participaron su esposa Jemima Lloyd y su hija Dorothea Bleek).
Este cuento, narrado por Diäkwain en 1875, fue publicado en el volumen "Specimens of Bushman Folklore" de 1911 con el título "The young man of the ancient race, who was carried off by a lion; when asleep in the field". La versión es la de José Manuel de Prada Samper.


Hace mucho tiempo, un joven de la primera humanidad subió a lo alto de una colinacuanddo estaba de caza. Al joven le entró sueño. Mientras oteaba a su alrededor en busca de presas, le entró sueño. Decidió que antes que nada se echaría a dormir, porque tenía mucho sueño. Algo, no sabía qué, le pasaba ese día, puesto que nunca se había sentido así.
El joven se tendió en el suelo y se durmió. Entonces llegó un león. El león se dirigía a la charca; había sucumbido al calor del mediodía y estaba sediento. El león vio al hombre dormido y se apoderó de él.
El joven se despertó sobresaltado y se dio cuenta de que estaba a merced de un león. Deidió no moverse, pues si lo hacía el león lo mataría a dentelladas. Era preferible averiguar sus intenciones, pues, al parecer, el león lo daba por muerto.
Y el león llevó al joven hasta un árbol khwakki, y lo colocó en las ramas bajas, con las piernas colgando. El león se dio cuenta de que si devoraba al hombre seguiría teniendo sed. Primero iría a beber a la charca; después, saciada su sed, volvería para comer.
El león colocó la cabeza del joven entre las ramas del árbol y retrocedió. Y el joven movió un poco la cabeza, pues una ramita se le clavaba en la nuca. El león se dio cuenta de esto y se volvió: ¿por qué se había movido la cabeza del hombre? Él creía que la había dejado bien sujeta con sus zarpas.
El joves se cayó, y el león pensó que no lo había sujetado bien. Así que volvió a colocarlo en las ramas del árbol, empujando la cabeza con las zarpas. El joven lloraba en silencio, al verse en las garras del león, en tan terrible peligro, y el león lamió las lágrimas de sus ojos.
El joven notaa que una rama rota del árbol se le clavaba con fuerza en la nuca. Con los ojos entrecerrados, sin dejar de mirar fijamente al león, movió un poco la cabeza. El león se acercó para averiguar por qué el hombre se había movido. Y lamió las lágrimas de sus ojos.
El león decidió empujar con fuerza la cabeza del hombre, para cerciorarse de que lo dejaba bien sujeto. Porque daba la impresión de que el hombre se había movido.
El joven se dio cuenta de que el león sospechaba de que estaba vivo, y se quedó inmóvil, aunque la ramita se le clavaba en la nuca. Y al ver que no se movía, el león se convenció de que lo había dejado bien sujeto. Retrocedió unos pasos y lo observó, mientras el joven levantaba la vista y miraba con los ojos entrecerrados lo que el león hacía. Y el león se marchó, colina arriba. Descendió por el otro lado de la colina, mientras el joven movía cautelosamente la cabeza para ver si el león se había marchado de verdad.
Pareciá que el león había bajado por la otra ladera de la colina, pero volvió a verlo, mirándole furtivamente desde la cima. Haía desandado un poco sus pasos, pare echar un vistazo. Porque sospechaba que el hombre estaba vivo, y se quería cerciorar bien de que no fingía. Tenía la impresión de que el hombre había intentado levantarse, que había estado haciéndose el muerto. Vio que seguía allí, y decidió que lo mejor sería ir corriendo a la charca, para regresar lo antes posible a comer. Estaba muy hambriento, pero tenía tanta sed que prefería echar un trago antes de comer.
El joven observó lo que hacía el león, y vio que volvía la cabeza y desaparecía, como si se hubiera marchado de verdad. El joven decidió permanecer inmóvil, por si acaso el león volvía para espiarlo. Porque el elón es una criatura astuta, y trataría de hacerle creer que se había ido de verdad, cuando en realidad sospechaba que se iba a levantar, porque le había dado la impresión de que el hombre se movía. Y es que ignoraba por qué el hombre se había caído, cuando él lo había dejado bien sujeto. Por eso el león había decidido darse prisa, para regresar cuanto antes y ver si el hombre seguía allí.
El joven vio que había pasado mucho tiempo desde que el león lo mirara a escondidas; daba la impresión de que por fin se había marchado. Pensó que lo mejor sería esperar un poco, pues de lo contrario alertaría al león, si el león seguía allí. El joven vio que había pasado un poco más de tiempo sin que apareciera el león. Daba la impresión de que realmente se había marchado.
El joven procedió con gran cautela allí, en el lugar donde el animal lo había dejado. No se marchó como si tal cosa. Primero saltó a un lugar distinto, para que el león no supiera hacia dónde había ido. Y a continuación echó a correr en zigzag, para que el león no olfateara sus pasos, para que no supiera adónde había ido y fuese a por el. Por eso resolvió correr en zigzag hasta su campamento, para que el león no olfateara sus rastro. Pues sabía que, cuando volviera, el león se pondría a buscarlo, trataría de encontrar sus huellas para capturarlo de nuevo.
Y así, cuando llegó a la cima de la colina al pie de la cual estaba acampada su gente, el joven anunció a voces lo que le había pasado, que lo acababan de “levantar” (1) cando el sol estaba alto, y los suyos debían buscar muchas pieles de antílope para envolverlo en ellas. Acababan de “levantarlo”, cuando el sol estaba alto, y el león iría a por él, buscaría su rastro, cuando volviese del lugar al que había ido y viera que ya no estaba. Por eso quería que su gente lo envolviera en pieles de antílope, para que el león no pudiera encontrarlo.
Porque, como todos sabían, el león jamás renuncia a la presa que no ha devorado.
Tenían que envolverlo con pieles de antílope, y con esteras, para que el león no se apoderara de él.
La gente hizo lo que pedía el joven, lo envolvieron en esteras, y también en pieles de antílope. Él se lo había pedido, y ellos lo hicieron, porque era grande la estima que sentían por el joven, y no querían que el león lo devorase. Querían ocultarlo bien, para que el león no lo atrapara. Porque muy grande era el cariño que sentían por él, y no querían que el león lo devorase. Y dijeron que lo ocultarían con las enramadas con las que protegían las chozas, para que el león, cuando viniera a buscarlo, no se apoderase de él.
Y la gente fue a buscar bulbos kui-sse, los desenterró y los llevó a casa. Al mediodía los asaron. Y un anciano que buscaba leña para que su esposa asara los bulbos vio cómo el león descendía por el mismo lugar por el que había llegado el joven. Y avisó a la gente de su casa,diciendo:
-¡Mirad, mirad lo que se ve en la cima de esa colina, la colina por la cual llegó el joven!
Habló entonces la madre del joven, y dijo:
-No dejéis que el león entre en el campamento. Matadlo con vuestras flechas antes de que llegue a las chozas.
Los hombres se echaron las aljabas al hombro y fueron al encuentro del león. Dispararon sus flechas contra él, pero, por muchas que le dispararan, el león no moría.
Entonces dijo una anciana:
-Entregadle un niño al león, para que así se aleje de nosotros.
El león replicó a esto. Dijo que no quería ningún niño. Quería al hombre cuyas lágrimas había lamido. Era a él a quien quería.
Otras personas preguntaron:
-¿De qué modo habéis disparado sobre el león, puesto que no habéis logrado darle muerte?
Habló otro anciano, y dijo:
-¿No os dais cuenta de que debe de ser un chamán? No muere cuando le disparamos, se empeña en apoderarse del hombre al que capturó.
Arrojaron niños ante el león; el león no quería los niños que le arrojaban, les echaba una mirada y se desentendía de ellos.
Los hombres disparaban sobre el león, mientras este seguía buscando al joven para hacerse con él. Los hombres dijeron:
-Traednos azagayas, ¡tenemos que matar al león!
Los hombres le arrojaron las azagayas, pero era como si no las disparase. Se las clavaban para matarlo, pero era como si no se las clavasen. Porque él seguía buscando al joven. Afirmaba que quería al joven cuyas lágrimas había lamido. Era a él a quien quería. Daba zarpazos a un lado y a otro, despedazando las chozas de la gente, daba zarpazos a un lado y a otro, buscando al joven.
Y la gente preguntaba:
-¿No veis que el león no quiere comerse a los niños que le ofrecemos?
Y otros decían:
-¿No veis que no puede ser sino un chamán?
-Dadle una muchacha al león, a ver si se marcha para devorarla.
El león no quería a la muchacha; solo quería al hombre al que había capturado. Era a él a quien quería.
Los hombres deliberaron. Dijeron que no sabían qué hacercon el león. Habían comenzado a dispararle durante la mañana, y el león no moría, no dejaba de ir de un lado a otro.
Los hombres dijeron:
-Ya no sabemos qué hacer con el león; ha rechazado a los niños que le hemos ofrecido, porque solo quiere al hombre al que ha capturado.
Y dijeron:
-Decídselo a la madre del joven, decidle que, aunque lo ame, debe sacarlo y entregárselo al león, ¡aunque sea su hijo más querido! Ella misma puede ver que el sol está a punto de ponerse, y el león sigue amenazándonos. El león no quiere marcharse y dejarnos tranquilos, ¡está empeñado en apoderarse del joven!
Y habló la madre del joven:
-Podéis entregarle mi niño al león; pero no permitáis que el león lo devore y se marche. Matad al león cuando esté sobre mi niño, para que también el muera, ¡para que muera yaciendo sobre mi niño!
Cuando así hubo hablado la madre del joven, los hombres lo sacaron de entre las pieles de antílope en las que lo habían envuelto y se lo entregaron al león. Y el león mató al joven a dentelladas; y mientras el león hudía en él sus dientes, los hombres no dejaban de dispararle flechas y de clavarle sus azagayas.
Y el león mató al joven a dentelladas.
El león habló, el león dijo a la gente que aquel sí que era el momento de su muerte, pues se había apoderado del hombre al que había estado buscando, ¡se había apoderado de él!
Y el león murió; y el hombre y el león quedaron allí, muertos, uno junto al otro.

(1) El joven evitó pronunciar el nombre del león, y por eso habló a sí a su gente. Es decir, utilizó un término “de respeto” para evitar provocarlo más. En las sociedades bosquimanas actuales también se suele utilizar este tipo de expresiones alternativas para evitar nombrar cosas a las que se teme mucho.

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