Novelista, dramaturgo, cuentista y ensayista italiano. En sus inicios literarios se adscribió al neorealismo para después adentrarse en la novela policiaca. En toda su escritura hay un compromiso con la sociedad, ya sea que se refleje en una ambientación del siglo XVIII, ya sea que se explicite en las conexiones entre la mafia y el poder político. Defendió en su obra la moral de la razón frente a la desintegración y el caos propugnados por la mafia o el terrorismo italianos.—¿UUsted cree que proviene del árabe?
Este cuento pertenece al volumen "El mar del color del vino" de 1973, un volumen que recoge cuentos escritos entre 1959 y 1972, algunos publicados en revistas, otros en un pequeño volumen ("Racconti siciliani").
La versión es la de Ana Goldar
—Muy probablemente, amigo mío, muy probablemente… Pero, en materia de palabras la ciencia no es nada segura: de dónde provienen, qué caminos han recorrido, cuáles son los significados que han ido adquiriendo, todo eso es de una confusión infernal… Y, luego, ésta es una palabra sobre la que se pueden decir las más diversas tonterías. Tonterías doctas, tonterías que todas tienen su lógica propia… El hecho es que cada uno, antes de ver cuál es el origen de la palabra, trata de saber el significado que tiene. Y allí comienzan los dilemas. Porque quien estima que la palabra alude a un estado de ánimo, coge por un camino y, en cambio, quien considera que alude a un ámbito físico coge por otro… mira lo que dice el mismo Petrocchi, que escribe la palabra con dos efes, a la italiana: «Unión de personas de cualquier clase o tipo que se ayudan mutuamente en sus intereses recíprocos, sin respeto a las leyes ni a ninguna moral.» Y con mucha incertidumbre la relaciona con la antigua voz francesa «mafler», de donde se derivan «maflé» y «maflu»: comer, engullir…
—No me gusta.
—Da náuseas… Comer, engullir ¡qué mentalidad!… Porque se trata de una cuestión de mentalidad; semejante asociación jamás se le hubiera ocurrido a una persona como Pitré; un viejecillo que parecía vivir del aire, ligero como un pájaro… Lo recuerdo bien, vivía en el mismo barrio que yo; murió en tiempos de la Primera Guerra Mundial… Oye lo que escribe Pitré: «La mafia no es una secta ni una asociación, no tiene reglamentos ni estatutos. El mafioso no es un ladrón ni tampoco un malhechor; y si en el nuevo destino que le ha tocado a la palabra, la cualidad de mafioso ha sido atribuida al ladrón y al malhechor, ha sido así porque él no siempre culto público no ha tenido tiempo de reflexionar acerca del valor de la palabra, ni se ha cuidado de saber que, para el modo de sentir del ladrón y del malhechor, el mafioso es simplemente un hombre arrebatado y valiente, que no tolera que le pongan como un trapo, en cuyo sentido el ser mafioso es no sólo necesario, sino también indispensable. La mafia es la conciencia del propio ser, el concepto exagerado de la fuerza individual, único y solo árbitro de cada contraste, de cada confrontación de intereses e ideas, en el que el hecho de no tolerar la superioridad ajena es peor que la prepotencia de los otros. El mafioso quiere ser respetado y respeta, casi siempre. Si se siente ofendido no se remite a la ley, a la justicia, sino que sabe tomársela por su mano, y, cuando no tiene la fuerza suficiente, lo hace por medio de otros que compartan con él su mismo sentir.»
—Escribe como un ángel.
—Como un ángel, sí. Pero no por eso deja de decir algunas tonterías…
—¿De verdad? A mí me ha parecido exacto y justo como el mismo Evangelio.
—¿Tú lees el Evangelio?
—Es una manera de decir… Pero, en fin, alguna vez he oído que lo leían.
—¿Sabes qué dice el Evangelio? «A quien te dé una bofetada ofrécele la otra mejilla.» ¿Tú te sientes capaz de poner en práctica el consejo?
—Si alguien me da una bofetada le pego un tiro en la boca.
—Bueno… También en el Evangelio encuentras tonterías, pues… Pero volvamos a Pitré…
—Comprendo, comprendo dónde mete la pata: primero dice que la mafia no es una asociación y después que uno puede hacer justicia por medio de otros. O sea que alguna asociación existe.
—Eres inteligente, pero tendrás que aprender a hablar: no se dice «Comprendo dónde mete la pata», cuando se habla de un gran hombre, de una gloria de nuestra tierra.
—No era más que un modo de decir.
—Debes tener cuidado con los modos de decir los refranes y las parábolas. Debes expresarte del modo más escueto y correcto, con educación y con tacto.
—Por Cristo, ¿pero qué instrucción he tenido yo? Los estudios universitarios los he hecho en medio de las ovejas.
—Sí, claro, y deja que se te escape un «por Cristo» delante de la comisión…
—¿Pero es seguro que me llamará la comisión?
—Tan seguro como la misma muerte. ¿Estaría yo aquí, perdiendo el tiempo contigo, si no fuera un hecho seguro? Sin duda que te llamará.
—Sudo frío cuando lo pienso.
—¿Cuántas veces te han citado los carabineros, cuántas veces has comparecido ante un juez de instrucción?
—Eso es agua pasada. Hace más de diez años que nadie me molesta… Y esto es una cosa nueva, además… Me refiero a la comisión: quién sabe cuáles son sus leyes, quién sabe quién es el que hace las preguntas… Un carabinero o el juez preguntan acerca de un solo hecho, de una sola persona: si he estado metido en el asunto, si tengo alguna relación con este tío o con aquel fulano, dónde estaba aquella noche, a aquella hora… Y las respuestas te las preparas antes; para cada pregunta tienes una respuesta preparada… Pero la comisión, por lo que he entendido, puede preguntar lo que se le ocurra y hay que tener la mente fresca, los nervios serenos…
—¿Alguna vez te he hecho cometer una equivocación, dar un paso en falso, incurrir en una tontería?
—Nunca.
—No te preocupes, pues… Para que lo tengas en cuenta: pediré a la comisión que me escuche.
—¿Usted?
—Sí, amigo mío, yo mismo. Tengo una pequeño contribución en este asunto.
—Pero…
—Una contribución que lo hará todo más confuso, se entiende… Y te garantizo que, en un determinado momento, ya no se entenderá nada, entre historia, filología y cartas anónimas no se comprenderá nada, nada… ¿Tienes idea de la cantidad de cartas anónimas que ha de recibir la comisión? En 1943, cuando los americanos me nombraron síndico, recibí un millar de cartas: según esos anónimos, un pueblo entero venía a estar habitado por espías de la Obra; incluso el diputado Panebianco, que había estado en la cárcel hasta la caída de Mussolini. Y los americanos recibían las mismas cartas. En un primer momento las consideraron veraces, arrestaron a algunas personas y se las llevaron a Orán. Después eso de las cartas se convirtió en un alud: entonces también ellos comprendieron… Figúrate lo que ocurrirá ahora… Esta es una tierra en la que en una misma cara, ya sea la tuya o la mía, un ojo odia a muerte al otro ojo… Ya lo verás…
—Eso es verdad.
—Volvamos a nuestro tema, pues… De acuerdo con lo que ha dicho Fanfani…
—¿Habla usted todavía de Fanfani?
—No me refiero a Amintore, bruto; hablo de Pietro Fanfani, autor de un vocabulario italiano, donde la palabra «maffia», con dos efes, está registrada con el significado de «sociedad secreta de Sicilia» y se considera como derivado del árabe «maehfil», que quiere decir reunión y lugar de reunión. Ese mismo parecer adoptan Zambaldi y Rigutini, y todos en cierta medida, hasta Palazzi… La definición que ofrece Palazzi quiero leértela, porque es muy divertida: la primera parte está copiada de la de Petrocchi; después dice que «No siempre la mafia tiene como finalidad el mal, pero los medios que utiliza son siempre ilegales; en un tiempo estuvo muy extendida en Sicilia.» Divertida, por cierto, divertida de veras.
—Me gusta; cuando dice que la mafia no siempre tiene como finalidad el mal, me agrada… Este sí que es un caballero de verdad.
—No se trata de que sea un caballero. Lo que ocurre es que se ha fiado de otros caballeros… Pero lo divertido está en esta frase: «En un tiempo estuvo muy extendida en Sicilia.»
—Pero si también lo decimos nosotros, eso de que la mafia ya no existe… Y recuerdo que alguna vez también lo ha dicho el ministro…
—Nosotros y el ministro no elaboramos vocabularios… Y considera que éste ha sido impreso en el año 1948… ¡En un tiempo! En tiempos del rey Martino, quizá… En fin, vayamos a los sicilianos, a los eruditos sicilianos: el primer vocabulario siciliano que registra la palabra es el de Traina, del año 1868; la registra como neologismo, quizá proveniente de la voz toscana «smàferi», que significa sicario…
—No me gusta.
—…o, y esto te gustará mucho menos, dice que en la Toscana la palabra «maffia» quiere decir miseria y agrega: «Es verdadera miseria creerse un gran hombre gracias tan sólo a la fuerza bruta, hecho que, por el contrario, demuestra brutalidad, o sea una esencial bestialidad.» ¿Te parece bien?
—Me da asco.
—Pero después agrega: «Seguridad de ánimo, aparente osadía, intrepidez.»
—En esto empieza a razonar.
—Sea como fuere, para no pararnos en esto de la etimología, eti-mo-lo-gía, es decir, el origen de la palabra, nos detendremos en el padre Gabriele María da Aleppo, misionero capuchino y profesor de árabe, que concluye su docto análisis con estas palabras: «Ateniéndonos al significado de las palabras arriba propuestas, el vocablo mafia en su origen debió haber tenido el significado de protección contra las tropelías de los poderosos, excepción hecha de cualquier ley social, o reparo de cualquier daño, fuerza, robustez de cuerpo, serenidad de ánimo, reconocimiento y gratitud hacia quien hacía beneficios, por un lado y, por el otro, la parte mejor y más exquisita de cada cosa, todo lo cual se corresponde perfectamente con lo que sobre el tema expone Pitré.» Las palabras propuestas por el padre Gabriele son las siguientes, todas ellas árabes: «mohafat», que significa defender; «hofuat», la mejor parte de una cosa; «mohafi», amigo, amigo agradecido… Nada más, para simplificar, para no confundirte el seso…
—Pues sí que sabe este capuchino.
—Sabe, sí, pero no me convence. Dicho sea entre nosotros, me convence mucho más Fanfani.
—¿Fanfani? ¿Qué? ¿Ahora es de los nuestros?
—Tienes que prestar atención, amigo mío, tienes que prestar atención… He dicho «Fanfani»… ya te lo he explicado: no tiene nada que ver con el político… Esto demuestra que no prestas atención a las cosas que te estoy explicando.
—Para decirlo en dos palabras, me parece que está claro que perdemos el tiempo con estas cosas. ¡Por Cristo! ¿De qué me vale a mí toda esta ciencia de las palabras? Mi ciencia, toda la ciencia del mundo la llevo yo en mi billetera y en mi escopeta de dos cañones.
—Así venimos a comprobar que tiene razón Traina: te crees un gran hombre sólo porque eres una perfecta bestia… Pero a mí eso me importa un rábano, que esta lluvia no me ha de mojar. Dejaré que os coman los perros, sí que os dejaré… Igual, tú y aquellos que piensan como tú tenéis la ciencia de la billetera, de la escopeta de dos cañones y de los coches cargados de dinamita… Porque ahora vuestra ciencia se ha enriquecido con la dinamita, como el hacer de todo trizas: y éste es el excelente resultado… Dejad que esas cosas las hagan los alemanes del Tirol, que son gentes fanáticas, gentes locas, fascistas…
—Funcionaba, sí que funcionaba la dinamita. También usted, en el principio, cuando…
—Pongamos las cosas en su sitio: en el principio, como tú dices, aunque no sé bien cuándo ha sido ese principio, vosotros me dijisteis: «Esta historia de las explosiones tiene que terminar, ahora no se encuentra uno que no hable de explosiones; ésta se ha convertido en la tierra de las explosiones, hacemos un mal papel en el extranjero: hay medios mejores, más expeditivos, más seguros y cuando no se puede errar el golpe mejor servirse de ellos… Tenemos un joven que en eso de los explosivos es un mago…» Os he dejado hacer, a vosotros y a vuestro mago… un mago que abandona el coche sin poner en marcha el mecanismo… ¡Un verdadero mago!
—Usted sabe cómo ocurrió aquello: un momento de pánico, una distracción…
—¡Una distracción! Una distracción que ha ocasionado el acabóse, una distracción que mete un ruido que se oye en el mundo entero: con todas las consecuencias que estáis viendo.
—Pero si ordené que avisaran por teléfono: «No tocar el coche, porque será un infierno.»
—Pero aquéllos lo tocaron, de todos modos… ¿De verdad esperabas que no lo tocarían? ¿Por qué? ¿Por una llamada anónima? Bien podía tratarse de una broma.
—Lo lamento, pero lo que está hecho, hecho está… Lo lamento por los soldados, que no tenían nada que ver.
—Ninguno de los que han muerto tenía nada que ver… Y lo más bonito del asunto es que, después, a mí me corresponde participar en los funerales.
—No ha sido la primera vez.
—Te has vuelto gracioso, por lo que veo.
—¿Gracioso yo? ¿Con usted? ¡Pero si jamás me permitiría una cosa semejante!
—De acuerdo… Dejemos de lado estos métodos terroristas, pues: nosotros no somos anarquistas, somos gente que ama el orden… Y las cuentas que tengamos que saldar, de ahora en más, las saldaremos a la antigua.
—Sí, pero los muchachos le estaban encontrando gusto…
—Es verdad que el efecto era enorme, no lo puedo negar… Pero no podemos avanzar por ese camino… ¿O crees que también nosotros tendríamos que ponernos a trabajar para conseguir nuestra propia bomba atómica?… Discreción es lo que necesitamos… Sensatez, trabajo, tacto… Nuestro problema, en este mismo momento, es el de la comisión investigadora. Afrontémoslo con la mente completamente tranquila… Entonces, pues, Pitré dice que la palabra mafia, sea cual fuere su origen, si bien había sido registrada por primera vez en el año 1868… ¿Cuál es el diccionario que la registró por primera vez, lo recuerdas o no?
—El de Traina.
—Estupendo… Si bien había sido registrada por primera vez en el año 1868, existía aun antes de la llegada de Garibaldi… Y que haya existido asimismo la cosa, es decir, la asociación, está probado a través del hecho (añado yo) de que los mafiosos de la Vicaría, aquellos mafiosos que estaban encerrados en la prisión, redactaron en el año 1860 una proclama, dirigida a los amigos que estaban en libertad, en la que les recomendaban que se comportaran bien, que no cometieran hurtos, ni tomaran parte en saqueos y homicidios que los Borbones, ante el mundo, por razones de propaganda como se dice en nuestros días, pudieran atribuir a la revolución garibaldina…
—Pues eso no lo sabía yo.
—Son muchas las cosas que tú no sabes y que es muy bueno saber… La cultura, amigo mío, es algo grande y hermoso…
This entry was posted
on 22 mayo 2022
at 21:23
and is filed under
cuento,
sciascia
. You can follow any responses to this entry through the
comments feed
.