Dramaturgo y cineasta. Empezó como narrador con un volumen de cuentos al que siguió una novela. Aunque el nombre se debe a Pedro Laín Entrialgo (“Hay una Generación del 27, la de los poetas, y otra generación del 27, la de los “renovadores” –los creadores más bien–, del humor contemporáneo”), a él se debe la popularización de "la otra generación del 27" para referirse al grupo de humoristas (Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Edgar Neville, Tono y él mismo) que, tomando al genio de Ramón Gómez de la Serna como referencia, cambiaron la forma de hacer humor en España.
Tras su paso (junto a sus compañeros de generación) como dialoguista por el Hollywood que iniciaba el camino del cine sonoro (amigos de Charles Chaplin, a sus reuniones y cuchipandas asistían personajes como Mary Pickford, Stan Laurel y Oliver Hardy, Buster Keaton, Einsenstein, Billy Wilder, Gloria Swanson, King Vidor, Paulette Godard, Loretta Young o Clark Gable -eso sí es hacer las américas y no lo que nos quieren vender ahora con actorcillos de cuarta-) su camino se dirigió al teatro y al cine y no volvío a la narrativa.
Su discurso de ingreso en la Real Academia Española es de obligada lectura para cualquiera que quiera saber qué fue eso de "la otra generación del 27".
Este cuento pertenece al volumen "Cuentos inverosímiles" de 1924, su primera obra publicada.
El señor X se enamora de la señorita H, en virtud de una de esas atracciones irresistibles en las mujeres de ojos azules. Pero el señor X tiene mucha prisa —siempre anda ocupado el señor X— y sólo, después de haberse cruzado con la señorita y sentirse vivamente inflamado por su gentileza, puede despilfarrar unos minutos hasta dejar a la señorita H en la puerta de su casa. Allí, apunta en un cuadernito el nombre de la calle y el número del edificio.
Hecho esto, se dirige a la agencia "Dulces Lazos", y a un hombre que asoma a la ventanilla de la oficina le dice estas palabras:
—Me acabo de enamorar de una señorita de tales señas personales, que vive en tal número de tal calle. Estoy decidido a casarme con ella. Encárguense ustedes de todo lo demás.
El empleado de la D.D.L.L. ("Dulces Lazos", por abreviar) apunta todo lo antedicho en un libro muy grueso y pregunta después:
—¿Qué tarifa conviene al señor?
El señor X elige una de las tarifas, no a la ligera, sino la que más se adapta a sus posibilidades económicas, y sale de la oficina para ir a sus asuntos, que le reclaman con toda urgencia.
Todo esto parecerá muy extraño a los que no conozcan la maravillosa organización de la D. D. L. L., porque esta sociedad anónima no ha comenzado aún su propaganda; pero, sin duda, cuando ésta llegue al público, podrá decirse que realmente ha empezado la actuación de esta agencia, cuya creación ha de reportar grandes beneficios a la Humanidad.
Inmediatamente de recibir el aviso del señor X, la D.D.L.L. pedirá por carta relaciones amorosas a la señorita H, en nombre, ¡claro está!, del susodicho señor X.
Si la señorita H accede, tan feliz noticia será puesta en conocimiento del afortunado señor X.
Después, le señorita H tendrá, como todas las señoritas que aceptan relaciones amorosas, la pretensión de que su novio le pasee la calle de arriba abajo. El señor X —ya hemos dicho que el señor X tiene muchas cosas que hacer— no puede perder el tiempo en pasear la calle, ocupación ociosa, que no reporta utilidad alguna.
Para conciliarlo todo, la D.D.L.L., dedicará a uno de sus agentes a la ocupación de pasear por delante de la casa de la señorita H. Como ella sólo quiere que alguien esté abajo, tanto le dará que sea el señor X como otro señor cualquiera. (Cuando, en una misma calle, la D.D.L.L. deba pasear la acera a dos o más señoritas, sólo colocará un agente para ellas, consiguiendo de este modo, una rebaja para sus clientes.)
Si las ocupaciones del señor X se lo permiten, el señor X dedicará cada día un rato a escribir cartas amorosas. En caso contrario, la D.D.L.L. se encargará de escribirle la correspondencia apasionada, cometido que desempeñará con una pericia encantadora. De todos modos, si el señor X se decide a escribir, las cartas deberán pasar, abiertas, por la D.D.L.L. que corregirá las faltas de ortografía y tendrá a su cargo el depositar rosas marchitas y cromos con palomas dentro de los sobres.
A cada uno de los novios se entregará, en el momento de contraer relaciones, un paquete de cartas perfumadas, atado con una cinta de seda rosa. En ninguna de las cartas de este paquete habrá nada escrito, pero sirven para que, en el caso de que en la primera riña se exijan mutuamente las cartas, no se dé el lamentable caso de que no haya carta que devolver.
Si la señorita H va al cine, el señor X recibirá de la D.D.L.L. notificación oportuna de su amada. Si el señor X, por sus muchos asuntos, no puede ir, la D.D.L.L. enviará a uno de sus agentes a ocupar el puesto del señor X. (Se responde de la honorabilidad de estos agentes, que, ni en el cine, abusarán de su situación.)
A la entrada de los teatros a que el señor X pueda concurrir, cuando sus ocupaciones se lo permitan, acompañando a la señorita H, seré provisto de una caja de chocolates, más barata y nutrida que las que se venden en las salas de espectáculos.
(Para casos extremos, la D. D. L. L. dispone de otro agente que aplicará un pañuelo empapado de éter a la nariz de la mamá de la señorita H demasiado reacia a dormirse en los espectáculos.)
Una vez por semana, la señorita H recibirá un ramo de flores y el señor X una corbata. (Estos gastos, naturalmente, se cargan en factura aparte al señor X.)
Si alguna vez el señor X tiene tiempo disponible para acompañar a paseo a la señorita H, un agente de la D.D.L.L. irá delante de ellos para atraer a las floristas de modo que el señor X se vea libre de su acoso. Otros dos agentes se colocarán delante de los escaparates de chucherías, para ocultarlos al paso de los novios, de modo que no pueda verse nada desde la calle.
Se proveerá al señor X de un manual de frases escogidas y a la señorita H de una colección de novelas de amor, del cursi más refinado.
La D.D.L.L. utilizará uno de sus agentes para la difícil misión de hablar a la mamá de la señorita H.
El mismo agente, vestido de chaquet, pedirá la mano de la señorita H para el señor X, que está muy ocupado en sus asuntos.
Mientras tanto, otros agentes se encargarán de sacar los papeles necesarios al señor X para contraer matrimonio. Los viajes a la Vicaría y las numerosas propinas con que hay que avivar la marcha de los expedientes matrimoniales, correrán asimismo a cargo de la D.D.L.L.
Finalmente, el día que el señor X esté menos ocupado, se celebrará la boda.
A las once de la mañana, un taxi recogerá en su domicilio al señor X, que acabará de levantarse del lecho y vestirá un sencillo traje de mañana.
El señor X tendrá que firmar en tres sitios distintos, todo muy deprisa, y se encontrará con su novia —que viste de diario— delante de un sacerdote que les bendecirá rápidamente. Están casados.
La lectura de la interesante carta abierta de San Pablo a los Corintios, y los retratos de boda en casa del fotógrafo, y, en fin, todas las molestias de las ceremonias nupciales, las sufrirá una pareja de agentes de la D.D.L.L. elegantemente ataviados para este fin.
El señor X y su esposa se despedirán de los invitados (también agentes de la D. D. L. L. contratados para este objeto) y saldrán en el taxi con dirección a un restaurante de buen tono.
Los señores de X comerán juntos por primera vez.
(La cuenta del restaurante queda incluida en la factura de todos los gastos ocasionados, tanto ordinarios como extraordinarios, que presentará al señor X la D.D.L.L.)
Al acabar la comida, los señores de X saldrán a la calle.
El señor X sacará el reloj y dirá:
—¡Caramba! ¡Son ya las tres! ¡Adiós, monina! ¡Hasta luego! Tengo mucho que hacer: estoy citado en el café con unos amigos.
Entonces, la señora de X (nee señorita H), contestará:
—Yo iré de compras. Dame dinero.
Luego se despedirán con un beso rápido. Se encontrarán en casa a las nueve de la noche. El señor X llegará tarde (¡tantos asuntos!) y protestará de que la sopa está fría.
* * *
La D.D.L.L. ofrecerá el domicilio nupcial a las numerosas amistades de los contrayentes y quedará encargada de recibir los regalos de boda. No es de las menos importantes la gestión de cambiar los objetos de arte que se reciban por otros más prácticos, en la misma tienda de donde proceden, con un diez por ciento de comisión.