Hace un tiempo puse una muestra de la Gallagher cuentista, hoy toca la Gallagher poeta.
Los poemas pertenecen a "El puente que cruza la luna", el homenaje póstumo de Tess Gallagher a Raymond Carver.
La versión es la de Eduardo Moga.
Nada la hiere tanto como el exceso
de preguntas, porque preguntar es
acercarse, humillarse ante el núcleo coagulado.
Un llanto persistente lacera sus pómulos, pero no lo
detiene: permite que la capilla abierta de su infancia se ilumine
con luces de árbol. Futuro blanco y gris
del aliso, hipnosis del cedro, como cuando
un olor excesivo a néctar peina
su aliento. Llueve y llueve,
como si se creciera en él la repentina necesidad de pacer
en la memoria de ella, con la cabeza descubierta en el muelle
en el que fumaba, soñadoramente, un cigarrillo y la guiaba,
a ella y al caparazón satinado de su quietud, hacia
la misma blancura que coronaba la lluvia, hinchada
y gradual. Qué lúcida es,
borrosa y sin filo, como escuchar,
para estar más despierta, la música que lo rodeaba
para fascinar lo que hermosamente
había iniciado. Todo pájaro, pero sin recuerdos, piensa
ella, y vive en su pajaridad, no grávida,
sino extrañamente ligera, y quiere levantarse al alba,
cuando la nieve envuelve en su niebla a las montañas, y el mundo
duerme como si fuese
el mundo entero, y como si, por ello, pudiera verse
desde el principio, recién
entregado, como el sueño mismo, como la pálida fertilidad del sueño
al recordar ella su último descanso,
en el que se sumió, y se sume todavía, lenta y blanca,
preguntando hasta lo hondo, honda con su oscuro abajo.
Rescoldos
Sufría el exceso de luz
igual que nuestras tardes se recuperan de
la lluvia matinal partiendo la habitación
en dos. Le leo para que le alcance otra
voz, para tocarlo más, y unirme
a nuestra escucha o a nuestras carcajadas o a nuestra mutua irrisión.
Ser uno y ninguno. A veces una rima puede
Absorber su sustancia, y, sin embargo, librar
una segunda duración. Hablar en voz alta junto a una tumba
rompe el silencio, para que trascienda
otro calor. No decir, sino el fulgor
de que dijéramos.
Ahora cerca de mí
Por entre la niebla del valle
veo los caballos
moviéndose apenas, los flancos
y crines acariciados, la depresión
del lomo. El amor humano es una maravilla,
aunque sólo sea para decir: ¡este cuerpo! ¡esta niebla!