Autor (novelista, cuentista, autor teatral, poeta y periodista) peruano de origen alemán. Aunque suele ser tenido por un autor de ciencia ficción, la verdad es que su obra es mucho más que amplia y variada. Sus trabajos son irreverentes, inesperados. No se tomaba muy en serio a sí mismo (eso dijo en varias entrevistas) lo que le permitió acercarse al mundo con humor e ironía.
¿Cómo era la canción de los Beatles?
¿All you need is love?
¿Es cierto? ¿Todo lo que se necesita es amor?
Uno quisiera creerlo, sobre todo cuando está enamorado y los fantasmas acechan.
Fantasmas ectoplasmáticos pero otros, menos gaseosos, también.
¿Qué destruyó al amor de Romeo y Julieta y a ellos mismos?
La guerra entre Capuletos y Montescos, se dirá.
O el mundo. O la envidia de los emocionalmente estériles. O la represión.
O la buena suerte.
¿Cómo?
¿La buena suerte?
Sí, la buena suerte.
Olvidemos a Shakespeare, ese magnífico autor de bestsellers. Apliquemos simplemente una pizca de experiencia no-literaria y otra pizca de sentido común.
Con experiencia y sentido común no se fabrican bestsellers, ni los buenos ni los malos. No se fabrican con realidades ni con sueños desmesurados. Los bestsellers se fabrican con deseos modestos. Con sueños ocultos, vergonzosos y frustrados.
He aquí algunos:
El amor eterno. La fortuna bien o mal obtenida pero bien aplicada. La superación individual de barreras como la raza, la clase, la religión o la familia hostil.
La casita en Canadá. La victoria del bien. La derrota del mal.
Cambiemos el nombre de Romeo por el mío y el de Julieta por el tuyo.
No tenemos catorce años ni vivimos en Verona.
Tenemos, respectivamente, treinta y ocho y veintinueve ¿okey?
Okey.
Vivimos en Lima, Perú, ¿okey?
Okey.
No hubo familias opositoras, ni guerras o revoluciones que nos separaran como al Dr. Zhivago y a su noviecita. Yo no era ni soy pobre. Tú tampoco. Y no somos obscena y peligrosamente ricos. Nada nos separa; nada nos exige sacrificios.
Tampoco apareció, como caído del cielo o subido del infierno «el otro» o «la otra». Ninguna penosa y destructiva enfermedad interfiere. Es imposible que algún terrible día descubramos, como en una telenovela clásica, que en realidad somos hermanos: nacimos en continentes diferentes.
No hay espada de Damocles alguna sobre nuestras cabezas.
Somos una versión olvidable de Romeo y Julieta.
No tuvimos suerte.
En vez de morir continuamos. Nos casamos. Fuimos felices. Hemos sido bendecidos, como suele decirse, con un par de hijos lindos e inteligentes. Nuestros suegros y suegras nos aman. Nuestros amigos nos envidian. Nos llaman la pareja perfecta.
Entonces:
¿Por qué nos odiamos, después de aburrirnos y antes de separarnos o asesinarnos?
¿Dónde falla la vida y dónde la literatura?
Shakespeare fue inteligente. Los mató a tiempo.
Una muerte espectacular, sangrienta, teatral.
Ningún lento gotear de los años.
Nada de «buenos días» por encima del periódico del desayuno.
Sin el «¿y?» de los minutos sobreextendidos. Sin los chistes repetidos y la nostalgia rutinaria. Sin empujar el coche de los gemelos ni, después, el de los nietos insoportables. Sin el «ya lo sé» del almuerzo.
¿Imaginas a Romeo y Julieta vagando por el parque, entre escatológicas palomas, desesperados por una banca? ¿Sacando por turnos la basura? ¿Buscando los guantes de goma para lavar los platos?
¿Dónde quedó el bestseller, dónde la tierra prometida?
¿All you need is love?
¿All you need is love?
¿Es cierto? ¿Todo lo que se necesita es amor?
Uno quisiera creerlo, sobre todo cuando está enamorado y los fantasmas acechan.
Fantasmas ectoplasmáticos pero otros, menos gaseosos, también.
¿Qué destruyó al amor de Romeo y Julieta y a ellos mismos?
La guerra entre Capuletos y Montescos, se dirá.
O el mundo. O la envidia de los emocionalmente estériles. O la represión.
O la buena suerte.
¿Cómo?
¿La buena suerte?
Sí, la buena suerte.
Olvidemos a Shakespeare, ese magnífico autor de bestsellers. Apliquemos simplemente una pizca de experiencia no-literaria y otra pizca de sentido común.
Con experiencia y sentido común no se fabrican bestsellers, ni los buenos ni los malos. No se fabrican con realidades ni con sueños desmesurados. Los bestsellers se fabrican con deseos modestos. Con sueños ocultos, vergonzosos y frustrados.
He aquí algunos:
El amor eterno. La fortuna bien o mal obtenida pero bien aplicada. La superación individual de barreras como la raza, la clase, la religión o la familia hostil.
La casita en Canadá. La victoria del bien. La derrota del mal.
Cambiemos el nombre de Romeo por el mío y el de Julieta por el tuyo.
No tenemos catorce años ni vivimos en Verona.
Tenemos, respectivamente, treinta y ocho y veintinueve ¿okey?
Okey.
Vivimos en Lima, Perú, ¿okey?
Okey.
No hubo familias opositoras, ni guerras o revoluciones que nos separaran como al Dr. Zhivago y a su noviecita. Yo no era ni soy pobre. Tú tampoco. Y no somos obscena y peligrosamente ricos. Nada nos separa; nada nos exige sacrificios.
Tampoco apareció, como caído del cielo o subido del infierno «el otro» o «la otra». Ninguna penosa y destructiva enfermedad interfiere. Es imposible que algún terrible día descubramos, como en una telenovela clásica, que en realidad somos hermanos: nacimos en continentes diferentes.
No hay espada de Damocles alguna sobre nuestras cabezas.
Somos una versión olvidable de Romeo y Julieta.
No tuvimos suerte.
En vez de morir continuamos. Nos casamos. Fuimos felices. Hemos sido bendecidos, como suele decirse, con un par de hijos lindos e inteligentes. Nuestros suegros y suegras nos aman. Nuestros amigos nos envidian. Nos llaman la pareja perfecta.
Entonces:
¿Por qué nos odiamos, después de aburrirnos y antes de separarnos o asesinarnos?
¿Dónde falla la vida y dónde la literatura?
Shakespeare fue inteligente. Los mató a tiempo.
Una muerte espectacular, sangrienta, teatral.
Ningún lento gotear de los años.
Nada de «buenos días» por encima del periódico del desayuno.
Sin el «¿y?» de los minutos sobreextendidos. Sin los chistes repetidos y la nostalgia rutinaria. Sin empujar el coche de los gemelos ni, después, el de los nietos insoportables. Sin el «ya lo sé» del almuerzo.
¿Imaginas a Romeo y Julieta vagando por el parque, entre escatológicas palomas, desesperados por una banca? ¿Sacando por turnos la basura? ¿Buscando los guantes de goma para lavar los platos?
¿Dónde quedó el bestseller, dónde la tierra prometida?
¿All you need is love?
This entry was posted
on 30 noviembre 2009
at 21:30
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