Verso
Si alguien pregunta «¿cómo es enamorarse
de alguien que no puedes rechazar, siendo ella más joven?»
Como debería ser, contestamos, prueba.
La caída del diente de leche en la lengua,
es ya suficiente otoño en la boca.
(¿Los jóvenes?)
Para quien prefiera el original:
Should any ask «what it is to be in love
with one you cannot slough, she being young?»
What should it be, we answer, who can prove
The falling of the milk-tooth on the tongue,
is autumn in the mouth enough.
(The young?)
¡Ay, Dios mío!
¡Ay, Dios mío, qué es lo que amamos!
¿Esta carne puesta en nosotros como un guante arrugado?
Huesos tomados deprisa de alguna lujuriosa cama,
y por momentos, un empujón del diablo.
Qué es lo que besamos con prisa,
esta boca que busca la nuestra, o aún más ese
pequeño ojo lastimoso en la engañada cabeza,
como si lamentara aquello que a nosotros nos falta.
Este pálido, este más que anhelante oído atento
que escucha de la lastimosa boca el suave lamento,
para marcar la silenciosa y angustiada caída
de otra caliente y deformada lágrima.
Brazos cortos y magullados, pies muy separados
para caminar eternamente con nosotros desde la salida.
¿Ay Dios, es ésta la razón que amamos,
no son tales cosas golpes mortales al corazón?
Si alguien pregunta «¿cómo es enamorarse
de alguien que no puedes rechazar, siendo ella más joven?»
Como debería ser, contestamos, prueba.
La caída del diente de leche en la lengua,
es ya suficiente otoño en la boca.
(¿Los jóvenes?)
Para quien prefiera el original:
Should any ask «what it is to be in love
with one you cannot slough, she being young?»
What should it be, we answer, who can prove
The falling of the milk-tooth on the tongue,
is autumn in the mouth enough.
(The young?)
¡Ay, Dios mío!
¡Ay, Dios mío, qué es lo que amamos!
¿Esta carne puesta en nosotros como un guante arrugado?
Huesos tomados deprisa de alguna lujuriosa cama,
y por momentos, un empujón del diablo.
Qué es lo que besamos con prisa,
esta boca que busca la nuestra, o aún más ese
pequeño ojo lastimoso en la engañada cabeza,
como si lamentara aquello que a nosotros nos falta.
Este pálido, este más que anhelante oído atento
que escucha de la lastimosa boca el suave lamento,
para marcar la silenciosa y angustiada caída
de otra caliente y deformada lágrima.
Brazos cortos y magullados, pies muy separados
para caminar eternamente con nosotros desde la salida.
¿Ay Dios, es ésta la razón que amamos,
no son tales cosas golpes mortales al corazón?
This entry was posted
on 27 octubre 2008
at 8:18
and is filed under
barnes,
poesía
. You can follow any responses to this entry through the
comments feed
.