Poeta y ensayista estadounidense. Junto a T.S. Eliot, Ezra Pound y William Carlos Williams forma parte de la primera generación de poetas modernistas estadounidenses.
A principios del siglo XX la poesía estadounidense carecía de tradición literaria propia, más aún la poesía escrita por mujeres, salvo el caso excepcional de Emily Dickinson, la única poeta comparable con Moore en opinión del también poeta Robert Lowell. Moore buscó una voz propia por caminos diferentes al resto de poetas modernistas. Consideraba que el camino hacia el verdadero arte era un camino complejo, por eso su poesía es sinuosa, indirecta, de negación (más efectista que la afirmación), planteando problemas sin resolverlos y forzando así al lector a sacar sus propias conclusiones.
Los poemas pertenecen a Poemas escogidos de 1935.
La versión es la de Lidia Tailleffer de Haya.
La poesía
A mí tampoco me gusta.
Pero, al leerla con absoluto desprecio, descubrimos en
ella, al fin y al cabo, sitio para lo auténtico.
Una tumba
Hombre que contemplas el mar,
que no dejas verlo a aquellos que tienen tanto derecho como tú,
es de naturaleza humana ponerse en medio de algo,
pero no puedes interponerte en el centro de esto;
el mar no tiene nada que ofrecer, salvo una tumba bien excavada.
Los abetos van en procesión, todos con una pata de pavo verde esmeralda en la copa,
reservados como sus contornos y en silencio;
no obstante, la represión no es la característica más sobresaliente del mar;
el mar es un coleccionista, rápido en devolver una mirada rapaz.
Hay otros —aparte de ti— que han experimentado esa mirada,
cuya expresión ya no es de protesta; los peces han dejado de buscarlos,
pues sus huesos han desaparecido.
Los hombres echan sus redes, ignorando que profanan una tumba,
y se alejan remando deprisa; las palas de los remos
se mueven al unísono, igual que las patas de la araña de agua, como si no existiera la muerte.
Las ondas avanzan en forma de falange, hermosas bajo la espuma,
y desaparecen sin aliento mientras el mar se agita dentro y fuera de las algas;
los pájaros dan vueltas a toda velocidad en el aire, emitiendo sus habituales silbidos;
el caparazón de la tortuga avanza al pie de los acantilados azotándolos;
y el océano, al ritmo de los faros y el tintineo de las boyas,
se mueve como siempre, como si no fuera ese océano en el que las cosas que caen se hunden,
en el que si giran y dan vueltas no es por voluntad ni por conciencia.
Al progreso militar
Utilizáis la inteligencia
como una piedra de moler
grano.
La pulís
y con retorcido ingenio os
reís
de vuestro torso,
postrado donde el cuervo
cae
sobre tantos corazones débiles
como su dios dispone;
llama
y bate las alas,
hasta que el tumulto trae
más
hombrecillos negros
para volver a recuperarse:
la guerra
a bajo coste.
Ellos claman por la cabeza
perdida
y buscan su recompensa
hasta que el cielo vespertino
enrojece.
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on 22 enero 2013
at 20:59
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