Novelista, dramaturgo, cuentista y guionista australiano. Pese a estar considerado uno de los más importantes autores australianos contemporáneos (sobre todo por sus aportaciones al cuento) es muy difícil de encontrar su obra en castellano (yo sólo he encontrado alguna novela ya descatalogada y alguno de sus cuentos en antologías).
La versión del cuento es la de Victorina Rius Gumbau.
Cuando se dio cuenta de que la libido le había bajado durante su estancia en Viena pensó que era porque estaba de viaje – la bestia fuera de su medio ambiente no se siente lo bastante segura como para aparearse o, quizá, para reproducirse. Sus razonamientos lo llevaron a que los animales necesitan sentirse seguros. Pero nosotros somos algo más que animales. Algunas veces llegó a ponerse cachondo mientras viajaba. Ahora no se sentía sexualmente excitado desde hacía muchos días, incluso después de volver a Australia.—¿Qué pasa? —se dijo—. ¿Es esto un tipo de suicidio?¿Se suicidó por esto su abuelo? ¿Qué llega primero, la pérdida del interés por la vida o la pérdida de la libido?Sus fantasías se embotaban. Podía hacer el amor sin estar muy excitado. Otra explicación era que estaba «madurando» y dejando atrás la sexualidad ocasional. ¿Era éste el modo en que un adulto de sexo masculino debía sentirse a los cuarenta? Todos los libros decían que la llegada a los cuarenta no implicaba un cambio en la libido. ¿Acaso mentían los libros?Descubrió también que deseaba mucho más «sentir deseo» que mantener una relación sexual. Ahora le complacería sentir la plena fuerza del deseo, estar inquieto y con apetencia.Recordó cómo había brotado en él el deseo por Belle. Un deseo tan intenso que lo hacía levantarse de la cama, meterse en el coche y conducir en plena noche para verla.Comprendió por qué Fausto, en la ópera de Gounod, pidió volver a sentir deseo.¿O quizás estaba mejor sin deseo? Se dijo que, si estuviera ausente el tiempo suficiente, el deseo desaparecería como parte de su propia persona. ¿Sería capaz de imaginarlo?Podría estar bien.Tener ganas de saborearlo, pero no de satisfacerlo –eso no–; era el estado en el que se sentía inmerso ahora.Ahora quería explicárselo a Belle: aún podía reconocer visualmente la sensualidad o la atracción sexual, pero parecían desconectadas de la reacción hormonal física. La comunicación se había cortado.Se le ocurrió que podía tener alguna relación con su ataque de hepatitis.Su especialista del hígado encontró divertida esta pregunta inesperada:—Sí, pero yo sólo soy un especialista del hígado.El doctor reflexionó:—Es posible que el hígado, que regula el fluido de estrógeno en el interior del cuerpo y su salida al exterior, se vea afectado por la hepatitis. Puede ser una sobrecarga de estrógeno.El encuentro con Belle, que se consideraba una grandísima puta, confirmó que su libido estaba en decadencia. Sus encantos ya no tenían la fuerza de atracción que antes le movilizaba a distancia, y el deseo que ella le provocaba ya no caía sobre él como una mujer armada hasta los dientes saltando desde un árbol.—¿Qué te pasa? —dijo ella después de un polvo nada emocionante.—Me falta fuerza.—Ya lo veo.—Estoy acusando una sobrecarga de estrógeno. De mi hepatitis.—¿Te estás convirtiendo en mujer?—No exactamente.—Estabas erecto, pero te faltaba energía, un poco de marcha.—Quizá porque estoy entrando en los cuarenta. Quizá mientan los libros.—¡Vamos! Si es por tu hepatitis, pasará. Pero dime, ¿cómo se siente uno a los cuarenta?Le explicó a Belle cómo «se siente uno» a los cuarenta.Acabas aceptando que no puedes conducir y beber una taza de café take-away al mismo tiempo.Tienes tus dudas sobre si ir a una fiesta. Las fiestas dejan de ser acontecimientos de posibilidades ilimitadas.Te das cuenta de que has consumido cuarenta años criando un niño dentro de ti.Tu ex mujer está muriendo de cáncer y un amigo tiene un bulto prominente en la cara, pero no lo mencionas. Lees tu curriculum vitae con una apacible curiosidad para averiguar «cómo eres en realidad». Echas un vistazo a tu formación y experiencias en la vida para rememorar y decirte a ti mismo que has vivido «intensamente». Te ves sentado en un bar revisando tu pasaporte, recordando todo lo que has visto y lo poco que recuerdas.Tienes la impresión de que es demasiado tarde para preocupar a un psiquiatra con tus problemas, demasiado tarde para rehacerte, tienes que aguantar así y sientes que los psiquiatras no querrían gastar el tiempo contigo (te queda poca vida para vivirla útilmente).Anhelas paralizar tu vida durante un año y viajar a la playa para volver a leer todos los libros importantes de tu vida, sintiendo que quizá no los leíste bien cuando eras joven, o que «sacarás más provecho» ahora. O que has olvidado demasiado esos libros.Encuentras que expresiones como «hacer lo que uno quiere» y «estar bien con uno mismo» son trampas que en realidad no corresponden a nada. El descanso sólo existe tras la volatilidad de las interacciones humanas, el nerviosismo y la fricción forman parte de la vida, y la ansiedad es un telón de fondo bastante previsible en un mundo peligroso e inseguro.Los excesos en la vida se consiguen con demasiada facilidad, no son heroicos y te complacen cada vez menos. Te das cuenta de que los mejores placeres están dirigidos, estructurados, cuidadosamente esculpidos a partir de la vida que te has labrado.El pasado se acerca cada vez más a medida que tú mismo tienes una historia. Ser cuarentón te desconcierta respecto a lo que «cuarenta años» representan en el tiempo, al poco espacio que ocupan. Algo que occurrió digamos cincuenta años antes de que nacieras queda dramáticamente cercano.Ves el dormir como parte del vivir, no como tiempo perdido o algo que haces con exceso. Aprendes a disfrutar del dormir. Ves que tus sueños son una parte interesante de tu vida.Te das cuenta de la enorme distancia que existe entre los detalles biográficos y lo que hay detrás de ellos: la densidad del conflicto y de la desesperación que reposan en los minutos y horas de la vida. Te das cuenta que el éxito es siempre discutido, calificado de inseguridad y desafiado por los cambios constantes en la jerarquía de las generaciones sucesivas. Los momentos muy especiales y los éxitos suelen llegar después de que el deseo de alcanzarlos haya pasado.Tienes días en los que la monotonía de cortarte las uñas, cortarte el pelo, lavarte los dientes, limpiarte el culo, y el eterno deterioro de ti mismo y del mundo que te rodea te cansa más de lo que podías imaginar.A veces todavía esperas una gran apertura de tu vida, que tu vida altere su curso tras un encuentro con alguien, tras recibir una carta. A veces deseas experimentar un gran trastorno, una renovación y la certeza de un cambio a ciegas.Te das cuenta de que realmente nunca has tenido una vida organizada. Hay partes de tu vida siempre en desorden, cosas no debidamente completadas; parches o experiencias que podían ser mejoradas. A veces sientes que necesitas limitar tu vida a vivir menos pero mejor.Observas que fragmentos de sueños nocturnos, fragmentos de viajes, inconsecuentes fragmentos de relaciones del pasado, de la niñez, empiezan a entremeterse o deslizarse a través de tu conciencia sin sentido perceptible, tal vez amenazando con la locura, el desequilibrio.Ves que has estado sin casa propia, viviendo en casa de otros, en campamentos, en moteles, en hoteles. Has acampado en la vida.Observas con pesar que nadie con una filosofía de la vida vendrá a resolver tus dilemas intelectuales. Ningún libro vendrá a alterar seriamente tu vida. Sientes que tienes bien dominados los límites actuales del conocimiento y del razonamiento y los forzosamente limitados usos de la fe. Reconoces que mantienes tus fórmulas personales e inestables, sin mucha confianza, para protegerte de las arenas de una realidad caótica. Sabes que una sutileza podría ocupar su lugar, pero también que el acantilado racional podría un día hundirse por completo. Te das cuenta día a día de que la razón y el conocimiento han alterado poco el curso de los acontecimientos.Después de haber aceptado tus propias imperfecciones es necesario aceptar también las imperfecciones del mundo, calcular cuánta imperfección de ti y del mundo te ha tocado para acomodarte a ella sin descanso y sin comprometerte en esfuerzos inútiles para cambiarla – esfuerzos que son más protesta y desesperación que intervenciones planificadas. Cuántas situaciones encuentras inaceptables, lamentables, tendrías que rebelarte contra ellas. Con cuánta maldad nos toca vivir. Cuánto desorden. Calcular lo «incambiable».Además de las exigencias de ser una persona amable, para lo cual no das la talla en ningún momento, tienes que vivir el recrudecimiento de las amantes y el amor perdidos, que aparecen sin anunciarse en tu mente, en tus sueños. Te llaman. Te ves llorando por el amor perdido.Aprendes que la mayor parte de las cosas requiere un tiempo propio para su formación, para saborearlas, para haberse formado adecuadamente. Incluidas las compras.Intentas con todo tu esfuerzo que todas las conversaciones sean posibles y todas las posturas negociables. Evitas a la gente que dirige la conversación hacia la competitividad, o que te hace sentirte inseguro o estar a la defensiva, o que te causa un comportamiento de pobreza intelectual. Algunas personas bloquean tu mente y disminuye tu calidad de funcionamiento. Algunas personas mejoran este funcionamiento.Te das cuenta de que nada se olvida en realidad o se pierde en la mente; simplemente el acceso al banco de datos de la memoria se vuelve errático.Lees informes y cartas escritas muchos años atrás y ves que a lo largo del tiempo has poseído muchos más conocimientos de los que tienes conscientemente. Esperas haberlos aprovechado en tu cadena de razonamiento, que se alarga en el tiempo desde hace veinticinco años.Te preguntas si las profecías están inconscientemente formadas por millones de órdenes y si después hacen irrupción en forma de señales, avisos, precauciones, orientaciones, mensajes autoestablecidos, autodirigidos, que han recibido esta forma para su revelación urgente y dramática.Eres incapaz de determinar si has llevado la más rica de las vidas o la más miserable y deformada.—Bueno —dijo Belle—. ¿Eso es todo? ¿Es eso todo lo que has aprendido?—Lo triste es que he aprendido algunas de estas cosas más de una vez.—Creo que esperaré hasta que tenga que aprender alguna de estas lecciones —dijo ella.—Llegan en su momento, cuando ya no son de mucha utilidad.
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on 01 septiembre 2011
at 20:27
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