A los fiscales de la literatura
¿Ocultarlo todo para que la gente olvide
como nieve que se derrite o una vela?
¿En el futuro no ser más que un puñado de polvo
bajo la cruz de la tumba? No quiero
Cada instante, temblando de dolor,
vuelvo a lo mismo:
morir para siempre. ¿Será eso
que mi destino es comprenderlo todo?
Una tarde en el cuarto de los niños, entre muñecas,
la telaraña en el prado,
un alma que se condena por una mirada...
Comprenderlo todo y por todo sufrir.
Por eso (y al manifestarlo cobro fuerza)
someto a juicio todo lo más mío,
para que mi juventud conserve siempre
la desasosegada adolescencia.
Diálogo de Hamlet con su conciencia
Al fondo, en el fango,
entre algas. Ella se fue a dormir.
Aunque ni allí habrá sueño.
-Pero yo la amé tanto,
que no amaría más
a mil hermanos.
-¡Hamlet!
Ella yace en el fondo, en el fango:
fango... Y su última diadema
flotó junto a esos troncos, allí...
que ni a mil...
-Menos,
sin embargo, que un solo amante.
Ella yace en el fondo, en el fango.
-Pero ¿yo la
amaba?
Jardín
Por ese infierno,
por ese absurdo,
dame un jardín
para mi vejez.
Para mi vejez,
para mi miseria:
días de trabajo,
días de sudor...
Para mi vejez,
mis días de perro,
mis años ardientes,
un fresco jardín.
Para quien huye,
dame un jardín,
sin cara,
sin alma.
Jardín sin pasos.
Jardín sin unos ojos.
Jardín sin risas.
Jardín sin ruido.
Dame un jardín
sin un silbido
sin un grito
sin un alma.
Dime: -No sufras ya, toma
ese jardín, sólo como tú.
(Pero tú no entres en él.)
Toma ese jardín, solo como yo.
Para mi vejez ese jardín.
¿Ese jardín o quizá el más allá?
Dámelo para la vejez,
para que mi alma quede absuelta.
Versión de Monika Zgustova y Olvido García Valdés
This entry was posted
on 04 marzo 2011
at 21:57
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poesía,
tsvietáyeva
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