Cierta anciana, debido a su excesiva curiosidad, se cayó por la ventana, se desplomó al suelo y murió por el impacto.
Otra anciana sacó la cabeza por la ventana y comenzó a mirar a la mujer muerta. Pero ella también, debido a su excesiva curiosidad, se cayó por la ventana, desplomándose y murió por el impacto.
Entonces una tercera anciana se desplomó por la ventana, y una cuarta, y una quinta.
Cuando la sexta anciana se desplomó, yo me cansé de mirarlas y fui al Mercado Maltsevski donde, según dicen, a cierto ciego se le había dado un chal tejido.
This entry was posted
on 14 julio 2010
at 20:42
and is filed under
charms,
cuento
. You can follow any responses to this entry through the
comments feed
.