Ring Lardner - "Zona de silencio"

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Ringgold Wilmer Lardner fue un periodista deportivo, autor de relatos y dramaturgo estadounidense. Su obra es fundamentalmente satírica y sus personajes son gente corriente a la que le suceden historias corrientes y contadas con lenguaje coloquial. Pero detrás de esa aparente vulgaridad se esconde una feroz crítica y una dura sátira de la sociedad en que vivía. Fue íntimo amigo de Scott Fitzgerald (se dice que Ring sirvió de modelo para construir el personaje de Abe North en la semiautobiográfica "Suave es la noche") y de otros autores modernistas. Su humor también tiene aspectos del absurdo, del surrealismo y un poco de todas las vanguardias que se desarrollaron en el primer tercio del siglo XX.


-Bueno -dijo el médico, animadamente-. ¿Cómo se siente?
-Oh, creo que estoy bien -dijo el hombre acostado-. Todavía estoy un poco mareado, eso es todo.
-Ha estado una hora y media con anestesia. No me sorprende que todavía no esté del todo despierto. Pero se sentirá mejor después de un buen descanso por la noche. Le dejo con la señorita Lyons, ella le dará un remedio que le hará dormir. Ahora debo irme. La señorita Lyons le va a atender.
-Tengo que salir a las siete -dijo la señorita Lyons-. Voy al teatro con mi M.A. Pero la señorita Halsey le cuidará. Es la enfermera de la noche. Le dará cualquier cosa que usted desee. ¿Qué puedo darle de comer, doctor?
-Nada, por lo menos hasta mañana, cuando ya lo haya visto. Es mejor que no coma. Procure que esté tranquilo. No le deje hablar; y no le hable. Es decir, si es posible.
-¿Que si es posible? -dijo la Srta. Lyons-. Puedo convertirme en la esfinge misma si lo deseo. A veces me quedo horas sentada... y no sola, y jamás digo una palabra. No hago más que pensar y pensar. Y soñar. Tenía una jefa en Baltimore. Me llamaba la Muda. No porque yo sea muda como alguna gente... ya se da usted cuenta... sino porque estaba allí sentada, sin decir nada. Me preguntaba: "¿En qué estás pensando, Eleanor?" Ese es mi nombre, Eleanor.
-Bueno, tengo que marcharme. Nos veremos por la mañana.
-Adiós, doctor- dijo el hombre que estaba acostado cuando el médico salió.
-Adiós, doctor Cox- dijo la señorita Lyons cuando la puerta se cerró.
-Parece un tipo muy simpático- dijo la señorita Lyons- y también es un médico excelente. Es la primera vez que atiendo a uno de sus enfermos. Una se siente apreciada por él. Algunos de los médicos nos tratan como si creyeran que somos mormonas o algo por el estilo. El doctor Holland, por ejemplo. La semana pasada atendí uno de sus casos. Me trató como si yo fuera mormona o algo por el estilo. Finalmente le dije: "No soy tan bruta como parezco". Se murió el viernes por la noche.
-¿Quién? -preguntó el hombre que estaba en la cama.
-La mujer... la enferma que atendí- dijo la señorita Lyons.
-¿Y qué dijo el médico cuando usted le dijo que no era tan bruta como parecía?
-No recuerdo -dijo la señorita Lyons-. "Espero que no" o algo por el estilo. ¿Qué podía decir? ¡Caramba! ¡Las siete menos cuarto! ¡No tenía idea que era tan tarde! Tengo que ocuparme de usted y prepararlo para la noche. Y le diré a la señorita Halsey que lo cuide bien. Vamos a ver "El precio de la gloria". Voy con mi M.A. El N. le regaló las entradas: nos va a esperar después de la función e iremos a cenar. Marian... mi M.A.... está loca por él. Y él está loco por ella, según dice ella. Pero yo le dije esta tarde... ella me telefoneó... y yo le dije: "Si está tan loco, ¿por qué no se te declara? Tiene bastante dinero y no tiene compromisos; dentro de lo que puedo ver no hay motivo para que no se case contigo si te desea tanto como dices". Entonces ella dijo que tal vez él fuera a declararse esta noche. Y yo le dije: "No seas tonta. Si pensara declararse no me invitaría a mí". Y eso de que él tenga tanto dinero... en realidad es una broma. Él se lo dijo y ella lo cree. Todavía no le he visto, pero, por el retrato, da la impresión de que sería para él una suerte ganar veinticinco dólares semanales. Ella cree que él es rico porque está en Wall Street. Yo le dije a ella: "Eso de que esté en Wall Street no significa nada. Lo que importa es lo que está haciendo allí. En esos edificios tiene que haber porteros, como en cualquier parte". Pero ella cree que él es un dios o algo por el estilo. Me pregunta todo el tiempo si no creo que es el tipo más buen mozo que he visto. Yo le digo que sí, claro, pero, entre usted y yo, no creo que nadie vaya a confundirlo jamás con Richard Barthelmes. ¡Ah!, ¿sabe?, ¡lo vi el otro día saliendo del Algonquin! ¡Es lo más lindo que he visto en mi vida! Más que en la pantalla... Roy Stewart...
-¿Quién es Roy Stewart?- preguntó el hombre de la cama.
-Oh, es el tipo de quien le estaba hablando -dijo la señorita Lyons.
-El N. de mi M.A.
-Tal vez yo sea un T.I. en no darme cuenta, pero, ¿quiere decirme qué es un N. y una M.A.?
-¡Caramba, qué lerdo es usted! -dijo la señorita Lyons-. M.A. es Mejor Amiga; N. es Novio. Creía que todo el mundo sabía eso. Y ahora debo irme y le diré a la señorita Halsey que lo cuide bien. Pero tal vez sea mejor que no le diga nada.
-¿Por qué?- preguntó el hombre acostado.
-Oh, por nada. Pero estaba recordando algo raro que sucedió la última vez que atendí un caso en este hospital. Fue el día que habían operado a ese hombre... el tipo más buen mozo que he visto. Por eso, cuando dejé el servicio, le dije a la señorita Halsey que lo cuidara bien, como le iba a decir por usted. Y cuando volví por la mañana, el hombre estaba muerto. ¿No es cómico?
-¡Muy cómico!

-Bueno- dijo la señorita Lyons. -¿Cómo pasó la noche? De todos modos, parece mucho mejor. ¿Qué le pareció la señorita Halsey? ¿Se fijó en los tobillos? Tiene los tobillos más delicados que he visto. Recuerdo que un día Tyler..., uno de los internos... dijo que si le dejaban ver nuestros tobillos, los míos y los de la señorita Halsey, él no sabría distinguirlos. Naturalmente, en otras cosas, no nos parecemos nada. Ella está cerca de dos treinta y... bueno, nunca nadie la ha confundido con Julia Hoyt... Helen.
-¿Quién es Helen?- preguntó el hombre acostado.
-Helen Halsey, Helen. Es su nombre de pila. Estuvo comprometida con un hombre en Boston. Él iba al Tufts College. Estudiaba medicina. Pero murió. Ella siempre lleva consigo el retrato. Le he dicho que es idiota andar lagrimeando por un hombre que ha muerto hace cuatro años. Además, es una tontería casarse con un médico. Tienen demasiadas coartadas. Cuando yo me case, será con alguien que cumpla horas regulares de oficina, como ese tipo en Wall Street o donde sea. Entonces, cuando se demore, tendrá que pensar en algo mejor que en "atender a un paciente". Yo acostumbraba a decirle esto a mi hermana cuando vivíamos juntas. Cuando volvía tarde, le decía que había atendido a un enfermo. Y ella nunca se dio cuenta. ¡Pobre hermanita! ¡Se casó con una especie de lata de petróleo! Pero no era bonita como para pescar realmente a alguien. Estoy haciendo esta labor para ella: es un tapete para una mesa de bridge que le regalaré para su cumpleaños. Va a cumplir veintinueve. ¿No le parece vieja?
-Tal vez a usted le parezca... a mí, no -dijo el hombre de la cama.
-Usted anda por los cuarenta, ¿verdad?- dijo la señorita Lyons.
-Por ahí...
-Y ¿qué edad me daría a mí?
-Veintitrés.
-Tengo veinticinco- dijo la señorita Lyons.
-Veinticinco y cuarenta. Quince años de diferencia. Pero conozco una pareja en que el marido tiene cuarenta y cinco y ella sólo veinticuatro, pero que se llevan muy bien.
-Yo soy casado- dijo el hombre de la cama.
-¡Tenía que serlo! -dijo la señorita Lyons-. Los cuatro últimos casos que he atendido eran todos hombres casados. Pero, de todos modos, prefiero cualquier clase de hombre a una mujer. Odio a las mujeres. Quiero decir, a las enfermas. Tratan a la enfermera como si fuera un perro, especialmente si es una enfermera bonita. ¿Qué es eso que está leyendo?
-Feria de Vanidades (1)- dijo el hombre acostado.
-Feria de Vanidades... creí que era una revista.
-Bueno, hay una revista que se llama así y también un libro. Éste es el libro.
-¿La historia de una muchacha?
-Sí.
-Todavía no lo he leído. He estado muy ocupada trabajando en este regalo para el cumpleaños de mi hermana. Cumple veintinueve. Es un tapete para una mesita de bridge. Cuando uno llega a esa edad, lo único que queda es el bridge o los crucigramas. ¿Le gustan los crucigramas? Yo los hice religiosamente durante un tiempo, pero me harté. Ponen palabras tan disparatadas. El otro día había una palabra de cuatro letras y decía "Pez comestible", y la primera letra tenía que ser una "a". ¡Y sólo cuatro letras! Seguro que había un error. Entonces me dije: si se equivocan así, ¿para qué resolver el problema? La vida es demasiado corta. Y sólo vivimos una vez. Cuando uno se muere, queda muerto por mucho tiempo. Es lo que solía decir un N. que tuve. ¡Era un caso! ... Pero estaba loco por mí. Me hubiese casado, si mi M.A. no le hubiera ido con cuentos. ¡Y decía que era mi amiga! Charley Pierce.
-¿Quién es Charley Pierce?
-Mi N., el tipo a quien la otra le fue con cuentos. Yo le dije a él: "Bueno, si crees todo lo que te dicen de mí, es mejor que terminemos enseguida. No quiero estar ligada a alguien capaz de creer todas las porquerías que se dicen de mí". Y él salió con que realmente no las creía y que, si yo le perdonaba, no volveríamos a pelear. Pero yo le contesté que era mejor separarnos. Recibí noticia de su boda hace dos años, cuando todavía estaba estudiando en Baltimore.
-¿Se casó con la muchacha que le fue con cuentos contra usted?
-Sí, ¡pobre diablo! ¡Y apostaría a que está contento! Pero no estaba mal, eso es lo cierto, hasta que se enamoró de ella. ¡Se ocupaba tanto de mí! Como si fuera su hermana o algo por el estilo. Me gusta que los hombres me respeten. La mayoría de los tipos quieren besarla a una antes de saber cómo se llama. ¡Caramba, qué sueño tengo esta mañana! Y tengo motivos, no hay duda. ¿Sabe a qué hora volví anoche o, mejor dicho, esta mañana? Bueno, a las tres y media. ¿Qué diría mamá si viera ahora a su nenita? Pero nos divertimos mucho. Primero fuimos al cine... a ver "El Precio de la Gloria", con mi M.A.... y después su N. pasó a buscarnos y nos llevó en taxi a lo de Barney Gallant. Ahora toca allí la orquesta de Pee Wee Byers. Antes estaba en Whiteman's. ¡Caramba... cómo baila! Roy, quiero decir.
-¿El N. de su M.A.?
-Sí, pero no creo que esté tan loco por ella como ella cree que está. De todos modos..., pero este es un secreto... anotó el número de teléfono del hospital cuando Marian fue a empolvarse la nariz. Y dijo que iba a telefonearme a mediodía. ¡Ay, qué sueño! ¡Roy Stewart!

-Bueno -dijo la señorita Lyons-. ¿Cómo anda mi enfermo? Me he retrasado veinte minutos, pero la verdad es que es sorprendente que haya podido levantarme. Dos noches seguidas de farra son demasiado para una servidora.
-¿Fueron otra vez a lo de Barney Gallant? -preguntó el hombre de la cama.
-No, pero bailamos, y casi hasta la misma hora. Esta noche será otra cosa. Me acostaré al llegar a casa. Pero lo pasé muy bien. Y estoy loca por cierta persona.
-¿Por Roy Stewart?
-¿Cómo lo adivinó? ¡La verdad es que es maravilloso! ¡Y tan distinto a casi todos los hombres que he conocido! Dice cosas graciosísimas, uno se muere de risa. Hablábamos de libros y de lecturas, y me preguntó si me gustaban los poemas..., pero decía "potemas" y yo dije que me enloquecían y que Edgar M. Guest era mi favorito, y después le pregunté si le gustaba Kipling, y ¿sabe lo que me dijo? Que no lo conocía. ¡que él nunca había kiplingeado! ¡Es bárbaro! Estuvimos en casa hasta las once y media, y no hicimos más que hablar, y el tiempo pasó como si estuviéramos en el cine. Vale más que una película. Pero finalmente me di cuenta de que era muy tarde y le pregunté si no creía que era hora de irse, y él dijo que se iba si yo le acompañaba, y entonces le pregunté dónde podíamos ir a esa hora de la noche, y él dijo que conocía un lugar no muy lejos, y yo no quería ir, pero él dijo que sólo íbamos a bailar una pieza, y entonces fui con él. Fuimos al Jericho Inn. No sé qué pensó la patrona de la casa donde vivo al verme salir a esas horas de la noche. Pero ¡él es un bailarín tan maravilloso y es tan caballero! Naturalmente, bailamos más de una pieza, y eran más de las dos cuando me di cuenta. También tomamos un poco de ginebra, pero sólo me besó una vez, al despedirnos.
-Y su M.A., Marian, ¿está enterada?
-¿De que he salido con Roy? No, yo siempre he dicho que, lo que no se sabe, no lastima. Además... todavía no hay nada que ella debe saber. Pero escuche, si ella tuviera la más remota posibilidad, si yo creyera que a él ella le importa algo, yo sería la última en aceptar sus invitaciones. No soy una mujer de esa clase. Pero... bueno... algo serio entre ellos, bueno, no existe. Y lo sé. Ella no es mujer para él. En primer lugar, aunque es bonita, a su manera, tiene feo el cutis y el pelo es escaso, y la figura, bueno, es como la de algunas mujeres de las tiras cómicas. Y no tiene bastante pimienta para Roy. Prefiere quedarse en casa en lugar de salir a pasear ¡Quedarse en casa! Ya habrá tiempo de hacerlo cuando una no consiga nadie que quiera sacarla. Ella no sería una buena esposa para él. Él será rico dentro de un año, es decir, si las cosas marchan bien en Wall Street, como espera. Y un hombre que va a ser tan rico como él necesita una mujer que esté a su altura, y que sepa recibir y presentarse de cuando en cuando. No necesita una mujer que sea una carga para él. Y es demasiado buen mozo para Marian. Un hombre tan buen mozo como él necesita una mujer bonita, o de lo contrario la primera muchacha bonita se lo robará. Pero es tonto hablar de que puedan casarse. Él tendría que declararse primero, y no piensa hacerlo. Lo sé. Por eso no siento que me estoy entrometiendo. De todos modos, como dice el viejo refrán, todo está permitido en el amor. Y yo ... Pero no le dejo leer su libro. Ah, casi me olvidaba, un C. que la señorita Halsey dijo sobre usted. ¿Sabe lo que es un C.?
-Un Chisme, ¿no?
-Sí.
-Bueno, usted me cuenta uno y yo le cuento otro. Pero yo no he hablado nada más que con el médico. Le diré algo sobre mí. El médico me preguntó si usted era simpática y yo le dije que sí.
-Bueno, más vale algo que nada. Ahora oiga lo que dijo la señorita Halsey: dijo que si usted estuviera afeitado y arreglado, no sería feo. Y ahora voy a ver si ha llegado el correo para mí. Casi todas las cartas van a casa, pero a veces, alguna correspondencia llega aquí. La que estoy esperando es una carta de la dirección diciéndome que he aprobado los exámenes. ¡Me hicieron unas preguntas tan idiotas! Por ejemplo: "¿Es el hielo un desinfectante" ¿A quién le importa? Nadie va a gastar hielo en matar microbios cuando se necesita tanto para preparar copas. ¿Le gustan las copas? Roy dice que el whisky se estropea si se mezcla con agua. El lo toma solo. ¡Es fantástico! Pero tal vez usted tiene ganas de leer...

-Buenos días- dijo la señorita Lyons. -¿Durmió bien?
-No tan bien -dijo el hombre acostado-. Yo...
-Apostaría que ha dormido más que yo -dijo la señorita Lyons-. Es el tipo más persistente que he conocido. Anoche le pregunté: "¿Nunca te cansas de bailar?" Y me sale con que ... bueno, se cansaba de bailar con algunas, pero que con otras nunca se cansaba. Entonces, yo: "Sí, señor Bombón, pero yo no nací ayer, yo sé lo que es el dulce de leche, y juraría que le ha dicho eso a cincuenta chicas". Me pareció, de todos modos, que hablaba en serio.
Claro, en general todos prefieren las delgadas a las gordas, para bailar. Recuerdo un N. que tuve una vez en Washington. Decía que bailar conmigo era como bailar con nada. Eso parece un insulto, pero en realidad es un cumplido. Quería decir que, conmigo, no es ningún esfuerzo bailar, como pasa con otras. Marian, por ejemplo. Aunque esté loco por ella, eso no la hace buena bailarina. Bailar con ella debe parecerse a tener que mover el piano o algo así. Si fuera gorda, ¡me moriría! La gente siempre hace bromas con los gordos. Y está el viejo refrán: "A nadie le gusta un hombre gordo". Y con una mujer es todavía peor. Además, la gente hace chistes con ellas, no las saca a bailar y demás; y siempre están tratando de adelgazar y no pueden comer lo que quieren. Creo que si fuera gorda comería todo lo que viera. Aunque no sé... tal vez como soy, apenas como. Pero la gente se ríe de las gordas... Nunca olvidaré un día, el invierno pasado. Yo tenía un paciente en Great Neck, y la mujer del tipo era gordísima. Tenían una radio en la casa, y un día ella leyó en el diario que Bugs Baer iba a hablar en alguna parte y probablemente iba a ser muy gracioso, porque es tan divertido lo que escribe. ¿Ha leído sus artículos? Pero esta mujer era muy sensible al hecho de ser tan gorda, y casi me muero allí sentada escuchando a Bugs Baer, toda la charla fue acerca de una mujer gorda. Dijo cosas muy graciosas, pero yo no podía reírme porque ella estaba allí en el cuarto. Una cosa que dijo fue que la mujer, la mujer de la que hablaba, era tan gorda que usaba un reloj de pulsera en el pulgar.. . Henry J. Belden.
-¿Quién es Henry J. Belden? ¿Es ese el nombre de la gorda de Bugs Baer?
-¡Oh, no sea tonto! -dijo la señorita Lyons-. El señor Belden era el paciente que yo cuidaba en Great Neck. Murió.
-Me parece que muchos de sus pacientes han muerto.
-¡Es atroz! -exclamó la señorita Lyons-. Pero es verdad... es decir, ha sido verdad últimamente. Los últimos cinco pacientes que atendí, todos murieron. Claro que es una cosa de suerte, pero las chicas me han estado gastando bromas y diciendo que soy gafe, y cuando la señorita Halsey me vio aquí, la noche del día en que lo operaron a usted, dijo: "Que Dios le ayude". Así se llama la enfermera de la noche. Pero usted se va a portar mal, y va a vivir y me va a arruinar como gafe, ¿verdad? Estoy bromeando. Claro que deseo que se cure. Pero es rara la forma en que han pasado las cosas, y me ha puesto un poco inquieta. Además, yo no soy como algunas, a quienes no les importa. Yo tomo mucho cariño a algunos enfermos y no me gusta verlos morir, especialmente si son hombres y no están muy enfermos y la tratan a una decentemente, si no se ponen a chillar en el momento en que salimos de la habitación. Sólo hubo un paciente que no me importó que muriera: una mujer. Tenía nefritis. La señora Judson. ¿Quiere un poco de tabaco? Lo mastico sólo cuando estoy nerviosa. Y siempre me pongo nerviosa cuando no duermo bastante. Le juro que esta noche me quedo en casa, N. o no. Pero, de todos modos, él está ocupado esta noche: una reunión de dirección o algo por el estilo. Es el tipo más ocupado del mundo. Anoche le dije: "Creo que también necesitas dormir, más que yo, porque tienes que tener la cabecita bien clara para todos esos negocios y para que los grandes banqueros no se aprovechen y te roben. No puedes permitirte tener sueño", le dije. Y él dijo: "Sí, claro, contigo la cosa no reza porque, si te duermes en el trabajo, el único peligro que hay es que le des al paciente una pastilla de cloruro de mercurio en lugar de una friega con alcohol". ¡Es un bandido! ¡Pero uno tiene que reírse! Anoche salimos cuatro. Él trajo un A. y otra chica. La chica no valía nada, pero el A. no estaba mal, sólo que insistió en que le ayudara a beberse media botella de whisky, encima de la ginebra. Creo que yo era la más animada del grupo; es decir, al principio. Después me descompuse y la cosa no anduvo tan bien. Pero al principio nadie me paraba. Y creo que impresioné bastante al A. de Roy. Él también conoce a Marian, pero no dice nada y, si lo dice, no me importa. Si no quiere perder sus amigos sería mejor que no los presentara a todas las lindas chicas que hay en el mundo. No quiero decir que yo sea una Norma Talmadge, pero al menos... bueno... ¡la verdad es que me descompongo cuando me descompongo! A mediodía voy a telefonear a Marian. No le he hablado desde la noche en que me presentó a Roy. He estado un poco asustada. Pero tengo que averiguar si está enterada. O si está resentida conmigo. Aunque no veo motivo para eso, ¿verdad? Pero tal vez usted quiere leer...

-Llamé a Marian, pero no la encontré. Se ha ido de la ciudad y regresa esta noche. Fue a atender un paciente. Hudson, Nueva York. Allí fue. El mensaje la estaba esperando la otra noche cuando llegó a su casa.

-Buenos días -dijo la señorita Lyons.
-Buenos días -dijo el hombre acostado-. ¿Durmió bastante anoche?
-Sí -dijo la señorita Lyons-. Quiero decir no, no lo bastante.
-Tiene los ojos irritados. Casi parece que hubiera llorado.
-¿Quién? ¿Yo? Se necesita algo más que... Quiero decir, ¡no soy una niña! Siga leyendo su libro.

-Bueno, buenos días -dijo la Srta. Lyons-. ¿Cómo está mi enfermo? Y esta es la última mañana que usted es "mi" enfermo, ¿no? Creo que es usted un sinvergüenza por haberse curado tan pronto y dejarme sin trabajo. Estoy bromeando. Me alegro que usted esté bien y de poder descansar un poco.
-¿Otra larga noche? -preguntó el hombre de la cama.
-Bastante larga -dijo la señorita Lyons-. Y se prepara otra. Lo cierto es que bailé demasiado anoche; creí que se me caían los pies. La verdad es que él es un loco por el baile. Y el tipo más simpático que he encontrado desde que llegué a esta ciudad. No es un botarate ni quiere hacerse el gracioso, como algunos, es simplemente muy simpático. Entiende. Parece adivinar lo que una está pensando. George Morse.
-¡George Morse! -exclamó el hombre de la cama.
-Sí, claro -dijo la señorita Lyons-. ¿Le conoce?
-No... pero creí que usted estaba hablando de ese Stewart, de Roy...
-¡Oh, ese!... -dijo la señorita Lyons-. De ese no voy a hablar. Es propiedad privada; de otros, no mía. Está comprometido con mi M.A. Marian. Sucedió anteayer, cuando ella regresó de Hudson. Tuvo que atender allí a un paciente. Me lo dijo antenoche. La felicité. ¡Pues no quiero herir sus sentimientos por nada del mundo! Aunque, Dios mío, la barbaridad que va hacer. ¡Casarse con ese adoquín!. Claro que algunas no pueden hacerse las difíciles. Y dudo que puedan casarse si él no encuentra algún amigo que le preste el dinero para pagar la boda. Él la conquistó haciéndole creer que está en Wall Street, pero juraría que nunca ha pisado ese lugar si no es como barrendero. Es ese tipo de hombres que se dan grandes aires por un tiempo, pero a mí no me gustaría vivir con un payaso. Y me parece horrible casarse con un hombre a quien lo único que le importa es salir todas las noches a bailar y beber. Tuve ganas de decirle lo que pensaba, pero sólo iba a conseguir enojarla y que creyera que yo estaba celosa o algo por el estilo. ¡Como si yo no hubiera podido conseguir al tipo! Además, aunque él no fuera asqueroso, si me gustara en lugar de detestarlo, no se lo hubiera quitado nunca, porque ella es mi M.A.... Especialmente cuando ella no está en la ciudad. Es el tipo de individuo que se casa con una enfermera previendo que algún día se va a quedar inválido. Ya me entiende..., esa clase de tipo. Pero dígame... ¿ha oído hablar de J. P. Morgan & Company? Es allí donde trabaja mi N. Y tampoco pretende ser el dueño, George Morse. ¿Cómo...? ¿Todavía no ha terminado ese libro?

(1) Nota de La mujer Quijote: Feria de Vanidades (Vanity Fair) es el nombre de una revista que comenzó a publicarse en 1914 en Estados Unidos y en la que escribieron autores como Gertrude Stein, Dorothy Parker, Djuna Barnes o T.S. Eliot y de una novela, un clásico de la literatura del siglo XIX inglés, escrita por W.M. Thackeray.

This entry was posted on 17 marzo 2010 at 18:10 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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