Pocos comienzos he leído que tengan la fuerza de éste.Era el mejor de los tiempos, y era el peor de los tiempos, era la edad de la sabiduría, y también de la locura; el tiempo de la fe y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en línea recta hacia el cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.
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on 01 agosto 2009
at 19:50
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