Desafíos filosóficos que la ciencia y la técnica del siglo XX plantean al filósofo
No sabemos ni podemos saber cómo serán la ciencia y la técnica en el nuevo siglo. No podemos saberlo porque la invención radical es tan impredecible como el accidente y porque la espontaneidad no es programable. Sin embargo, si extrapolamos las tendencias recientes podemos prever que la ciencia y la técnica seguirán avanzando. También podemos profetizar que, si se permite que sigan avanzando, producirán descubrimientos e invenciones, tanto teóricos como prácticos, asombrosos e imprevisibles. Parafraseando lo que Pablo de Tarso dijera acerca de su dios: «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni el corazón del hombre jamás imaginó las maravillas que la ciencia y la técnica tienen reservadas para quienes las aman.»
¿Qué desafíos plantearán a los filósofos esas novedades por venir? ¿Qué responsabilidades tendrán que asumir? Puesto que no conocemos las futuras novedades, tampoco sabemos qué desafíos plantearán a los filósofos. Por esto me limitaré al presente. Más precisamente, me limitaré a mencionar diez desafíos que, presumiblemente, seguirán en pie durante unos cuantos años.
1. Defender la investigación básica de los ataques pragmatistas y neoliberales. Resaltar que el nuevo conocimiento científico, aunque no tenga aplicaciones prácticas inmediatas, enriquece la cultura tanto como la enriquecen el arte y las humanidades. Esta tarea de defensa de la investigación desinteresada contra los filisteos requiere, como mínimo, una clara distinción entre ciencia básica, ciencia aplicada y técnica, así como una evaluación de sus funciones respectivas en la sociedad moderna. Desgraciadamente, el sociologismo-constructivismo-relativismo a la moda niega esa distinción al hablar de «tecnociencia» y afirmar que todo es construcción o convención social. Por lo tanto, lejos de hacer contribuciones positivas a la política científico-técnica, inspira una política utilitarista que exige que la pretendida «tecnociencia» sólo produzca resultados de utilidad práctica inmediata. Esto es como pedir peras al olmo.
2. Defender la libertad de la investigación básica contra las restricciones impuestas por dogmas ideológicos. En particular, defender la biología y la cosmología evolucionistas de los ataques creacionistas, y defender las ciencias sociales básicas de los ataques de quienes sostienen que toda investigación social está necesariamente contaminada por alguna ideología. Hacerles ver que, aunque una investigación haya sido motivada por consideraciones ideológicas, será válida si se ajusta al método científico. En la ciencia, como en el arte, el resultado importa más que la motivación.
3. Criticar las seudociencias y las seudotécnicas, tales como el psicoanálisis, la parapsicología, la homeopatía y la microeconomía neoclásica, no sólo porque afirman falsedades, sino también porque estafan a sus consumidores. Esta tarea exige, como mínimo, que se caracterice a la ciencia como una trinidad compuesta por la investigación, el saber y una comunidad de investigadores que inician o continúan una tradición de búsqueda desinteresada de la verdad en la cual se entrelaza la rivalidad con la cooperación.
4. Criticar el posmodernismo por renunciar a los valores de la ilustración, empezando por la racionalidad, el escepticismo moderado (metodológico), la objetividad, la búsqueda de la verdad y la propiedad común del conocimiento básico (a diferencia del técnico). Es preciso denunciar el posmodernismo como una estafa cultural que, de triunfar, nos retrotraería un milenio. En los recintos académicos no hay que tolerar a los enemigos de la razón y la objetividad, tales como el irracionalismo, el relativismo, la filosofía confesional y la llamada «filosofía feminista», que desacredita al feminismo auténtico, movimiento de emancipación que necesita de las ciencias para triunfar.
5. Poner al día la filosofía de la ciencia y de la técnica; aprender de éstas al punto de poder participar constructivamente en los debates filosóficos que se dan actualmente en las comunidades científicas y técnicas. Ejemplos de estos debates: averiguar si la teoría cuántica refuta al realismo; si las bioespecies y los linajes biológicos son individuos o conjuntos; si la selección natural consiste en la variación de las frecuencias génicas o en la eliminación de los menos aptos o afortunados; si la psicología está siendo absorbida por la neurociencia, o más bien fusionada con ella; si existe la sociedad o no es más que el plural de «individuo»; si se justifica el empleo de la energía nuclear en regiones carentes de fuentes energéticas tradicionales; si la investigación técnica, a diferencia de la básica, debería ser sometida al control democrático.
6. Retomar los ambiciosos proyectos de construir una metafísica científica formulados por el norteamericano Charles S. Peirce en 1891 y el argentino José Ingenieros en 1910, cuando la metafísica tradicional estaba desacreditada precisamente porque se la veía como la antítesis de la ciencia.
7. Engordar a la filosofía exacta, hoy esquelética, alimentándola con problemas interesantes y arduos, tales como formular una definición correcta del azar; analizar la imbricación mutua de azar y causalidad; estudiar la conveniencia de considerar el vacío como una especie de materia; proponer caracterizaciones exactas del concepto de mente (o función mental); investigar la ontología de lo social como nivel caracterizado por propiedades suprabiológicas, y formular una teoría adecuada de la verdad factual como adecuación de una proposición a su referente.
8. Propiciar el acercamiento mutuo de las ciencias: señalar que, si dos disciplinas tienen referentes comunes, entonces cabe unirlas, ya sea en una multidisciplina (suma lógica) o en una interdisciplina (producto lógico). Por ejemplo, mostrar que la mera existencia de ciencias biosociales, tales como la demografía, la antropología y la psicología, falsea la dicotomía kantiana entre ciencias naturales y ciencias culturales. Otro ejemplo: resaltar la necesidad de estudiar problemas interdisciplinarios, tales como la relación entre salud y clase social, y la distribución de ingresos.
9. Desarrollar la filosofía práctica a la luz de las ciencias sociales y con ayuda de métodos formales, para precisar sus conceptos y acercarla a la vida. Por ejemplo, examinar los problemas morales que plantean las políticas macroeconómicas; relacionar entre sí la praxiología con la ética, y ésta con la axiología, y elaborar principios éticos que, en lugar de ser aplicables solamente a ángeles, respondan a las necesidades y aspiraciones de gente de carne y hueso.
10. Propiciar el enfoque científico de los problemas sociales más acuciantes, a menudo descuidados por los especialistas o abordados de manera unilateral, como ocurre con los problemas del subdesarrollo, el machismo y la violencia. Es decir, fomentar el cultivo de las sociotécnicas y de sus combinaciones, como una alternativa racional y eficiente a la improvisación y la demagogia.
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on 12 enero 2009
at 18:51
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