La familia rodeaba al moribundo.
El moribundo habló con lentitud:
— Siempre creí que yo no viviría mucho.
Los niños clavaban en él sus conmovidos ojos.
El moribundo continuó tras un suspiro:
— Siempre tuve el presentimiento de que me iba a morir muy pronto.
El reloj del comedor tocó la media y el moribundo tragó saliva.
— Luego, a medida que he ido viviendo, llegué a creer que mi presentimiento era falso.
El moribundo concluyó juntando las manos:
— Ahora, ya veis: con 86 años bien cumplidos comprendo que ese presentimiento ha sido la mayor verdad de mi vida.
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on 08 enero 2009
at 22:23
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