A veces he soñado que cuando el día del juicio amanezca y los grandes conquistadores y abogados y hombres de Estado vayan a recibir sus recompensas, -sus coronas, sus laureles, sus nombres grabados indeleblemente en mármol imperecedero-, el Todopoderoso se dirigirá a Pedro y dirá, no sin cierta envidia, cuando nos vea venir con libros bajo nuestros brazos: ¡Mira!, esos no necesitan ninguna recompensa. No tenemos nada que darles aquí, les gustaba leer.
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on 07 noviembre 2008
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extracto,
woolf
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