Tan temprano y todavía está oscuro afuera.
Estoy cerca de la ventana con un café,
y todo el ajetreo matutino acostumbrado
que pasa por la mente.
Cuando observo al chico y a su amigo
caminando por la calle
para entregar el periódico.
Llevan puestos capas y jerseis,
y uno de ellos lleva una mochila sobre su espalda.
Están tan contentos
no dicen nada, estos chicos.
Pienso que si pudieran, se tomarían
uno al otro del brazo.
Es temprano en la mañana
y hacen esta actividad en conjunto.
Vienen, lentamente.
El cielo se va iluminando,
aunque la luna todavía cuelga pálida sobre el agua.
Es tanta la belleza que por un instante
ni la muerte ni la ambición, ni siquiera el amor,
tienen la puerta abierta.
La felicidad. Llega inesperadamente.
Y se va lejos, en verdad,
aunque ninguna madrugada hable de ello.
y todo el ajetreo matutino acostumbrado
que pasa por la mente.
Cuando observo al chico y a su amigo
caminando por la calle
para entregar el periódico.
Llevan puestos capas y jerseis,
y uno de ellos lleva una mochila sobre su espalda.
Están tan contentos
no dicen nada, estos chicos.
Pienso que si pudieran, se tomarían
uno al otro del brazo.
Es temprano en la mañana
y hacen esta actividad en conjunto.
Vienen, lentamente.
El cielo se va iluminando,
aunque la luna todavía cuelga pálida sobre el agua.
Es tanta la belleza que por un instante
ni la muerte ni la ambición, ni siquiera el amor,
tienen la puerta abierta.
La felicidad. Llega inesperadamente.
Y se va lejos, en verdad,
aunque ninguna madrugada hable de ello.
This entry was posted
on 20 noviembre 2008
at 20:00
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carver,
poesía
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