Siempre me siento atraído por los lugares en donde he vivido, por las casas y los barrios. Por ejemplo, hay un edificio de roja piedra arenisca en la zona de la Setenta Este donde, durante los primeros años de la guerra, tuve mi primer apartamento neoyorquino. Era una sola habitación atestada de muebles de trastero, un sofá y unas obesas butacas tapizadas de ese especial y rasposo terciopelo rojo que solemos asociar a los trenes en día caluroso. Tenía las paredes estucadas, de un color tirando a esputo de tabaco mascado. Por todas partes, incluso en el baño, había grabados de ruinas romanas que el tiempo había salpicado de pardas manchas. La única ventana daba a la escalera de incendios. A pesar de estos inconvenientes, me embargaba una tremenda alegría cada vez que notaba en el bolsillo la llave de este apartamento.; por muy sombrío que fuese, era, de todos modos, mía y de nadie más, y la primera, y tenía allí mis libros, y botes llenos de lápices por afilar, todo cuanto necesitaba, o eso me parecía, para convertirme en el escritor que quería ser.
Nota de La mujer Quijote.- Esta novela fue llevada al cine por Blake Edwars en 1961 con un guapísimo Goerge Peppard como Paul, el aspirante a ecritor, y una maravillosa, aunque imposible, Audrie Hepburn en el papel de Holly la prostituta (por esa imposibilidad de asociar a Audrie con una prostituta, el papel fue adaptado, quedando en una niña pija cazamaridos).
En el vídeo, el inolvidable "Moonriver" de Henry Mancini y Johnny Mercer.
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on 14 octubre 2008
at 18:45
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