Las campanas repican melancólicamente
convocando a los fieles a nuevas oraciones,
a nuevas lobregueces, a espantosas angustias,
a escuchar el horrible sonido del sermón.
Sin duda que la mente del hombre está encerrada
en un oscuro hechizo, pues todos se separan
del gozo junto al fuego, de los aires de la Lidia,
del elevado diálogo con los que en gloria reinan.
Aún, aún repican, y sentiría un frío
y una humedad de tumba si no fuera consciente
de que están extinguiéndose cual vela consumida,
de que son los gemidos que exhalan al perderse.
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on 23 octubre 2008
at 8:33
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