Juan Valera - "Pasarse de listo"

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Toda persona elegante que se respeta debe ir a veranear. Es una ordinariez quedarse en Madrid el verano.
Lo más tónico es ir a algunas aguas en Alemania o Francia; pasar luego una temporadita a la orilla del mar en Biarritz, en Trouville, o en Brighton, y acabar el verano, antes de volver a esta villa y corte, en algún magnífico château o cosa por el estilo, que debemos poseer, si es posible, en tierra extraña, y cuando no, aunque esto es menos comm'il faut, en nuestra propia tierra española.
Tal es el supremo ideal aristocrático a que aspiramos todos en lo tocante a veraneo. Para realizarle totalmente se ofrecen no pocos obstáculos. Lo más común es no tener château, ni algo que remotamente se le asemeje, ni en la Península, ni en la vasta extensión del continente europeo; pero esta falta se suple o se disimula si poseemos una casa de campo, una casería o un cortijo, lo cual, hablando en francés, puede calificarse de château, sin gran escrúpulo de conciencia.
Todavía, sin embargo, ocurre muy a menudo que la familia elegante, o con humos de elegante, carece de hogar de donde los humos procedan; esto es, no tiene ni siquiera cortijo. Si le tiene algún amigo o pariente, la familia puede aprovecharse de la amistad o del parentesco. Si de ningún modo hay ni cortijo, se suprime la parte meramente rústica y se limita el verano a la parte hidropática, dulce, salada, o ambas cosas. Quiere esto significar que, no habiendo château ni cortijo donde pasar un mes, se emplea todo el tiempo en los baños, aunque nadie de la familia se bañe nunca. Basta tomar las aguas por inhalación, respirando, pongo por caso, las brisas del Atlántico en el mencionado Biarritz, en San Juan de Luz, en San Sebastián, en Santander o en Deva.
Por último, si el afán de eclipsarse en estos meses de calor atribula demasiado, y la bolsa se halla tan escurrida que no hay ni para ir a bañarse, o a ver la mar en Motrico, se va el elegante o la familia elegante a cualquier lugar de la Mancha, donde a veces lo llano y escueto y sin árboles ni matas del terreno imita la mar, y los cigarrones, los cangrejos y peces, y allí se está tomando el fresco a todo su sabor, hasta que ya es la época y sazón oportuna de volver a Madrid, sin infringir las leyes y liturgias del buen tono.
Hay familias, pero yo apenas si lo quiero creer, de quienes se asegura que por no infringir dichas leyes y liturgias, hacen como que se van de viaje, y con discreto y económico disimulo se quedan aquí, en reclusión severísima, sufriendo este linaje de martirio, para tener propicia a la deidad a quien rinden culto, que es la Moda.
Sea como sea, ya de veras, ya valiéndose de tretas y de recursos algo sofísticos, ello es el caso que en los meses de Julio, Agosto y Septiembre, apenas queda en Madrid persona conocida.
Las personas que quedan, se dice en estilo culto, que no son conocidas, para dar a entender que no son de la crema de la sociedad; de la flor y la nata. Por lo demás, harto conocidas suelen ser de los que se han ido, no pocos de los cuales, cabe en los límites de lo verosímil, y a veces de lo probable, que les deban el dinero con que se fueron, o el calzado o la vestidura con que se engalanarán en los baños.
Tranquilicémonos, no obstante, y no compadezcamos a las personas no conocidas que fiaron o prestaron. Ya lo cobrarán, como es justo, incluyendo en el cobro todo lucro cesante y todo daño emergente. Más seguro lo tienen que con doña Baldomera.
En suma, y sin meternos en más averiguaciones, ni en honduras económicas o crematísticas, Madrid en verano se queda sin su aristocracia, se queda como acéfalo, se queda como jardín sin sus más bellas flores, se queda como haza segada; parece un barbecho de distinción y de finura.
(...)


Algunas cosas, tras 130 años, han cambiado poco. ¿A que conoces algún caso como el contado?

This entry was posted on 18 septiembre 2008 at 13:54 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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