Ana Ajmátova

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Anna Andréyevna Gorenko, más conocida como Anna Ajmátova, fue otra de las escritoras (junto con millones de personas más) que sufrió las purgas estalinistas. Conocida como "la voz de Rusia", eso no impidió que fuera (como Platónov y otros muchos) una de las grandes silenciadas, uno de aquellos intelectuales rusos cuya obra fue ignorada y ocultada por el poder y, de esta forma, dejaron de existir para sus compatriotas.
Considerada por muchos como la mejor poeta en lengua rusa del siglo XX, su obra suele dividirse en dos etapas: uno subjetivo, intimista y centrado en el tema amoroso y otro cívico-social, inspirado por sus profundas desavenencias con el régimen soviético. Ajmátova consiguió traducir a lenguaje poético los aspectos más cotidianos del amor y una personal visión de la realidad sociopolítica rusa.


Estamos tan intoxicados uno del otro...
Estamos tan intoxicados uno del otro
que de improviso podríamos naufragar,
este paraíso incomparable
podría convertirse en terrible afección.
Todo se ha aproximado al crimen
Dios nos ha de perdonar,
a pesar de la paciencia infinita,
los caminos prohibidos se han cruzado.
Llevamos el paraíso como una cadena bendita
miramos en él, como en un aljibe insondable,
más profundo que los libros admirables
que surgen de pronto y lo contienen todo.


Hay en la intimidad un límite sagrado...
Hay en la intimidad un límite sagrado
que trasponer no puede aun la pasión más loca
siquiera si el amor el corazón desgarra
y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

La amistad nada puede, nada pueden los años
de vuelos elevados, de llameante dicha,
cuando es el alma libre y no la vence
la dulce languidez del goce y la lascivia.

Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,
y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
no late a ritmo debajo de tu diestra?


La musa
Cuando en la noche oscura espero su llegada,
se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
"¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?"
Y ella responde: "Yo soy aquella."


La tierra natal
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.


Para muchos
Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
el reflejo de todos vuestros rostros,
es inútil el batir del ala inútil:
estaré con vosotros hasta el mismo final.

Y por eso me amáis ávidamente,
con todos mis pecados y flaquezas,
y por eso me entregasteis sin mirar
al mejor de todos vuestros hijos,
y por eso no me preguntasteis
por ese hijo ni una sola vez,
y llenásteis con el humo de alabanzas
mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
y que más irreversiblemente ya no se puede amar...
Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
como la carne quiere separarse del alma,
así deseo yo que me olvidéis vosotros.

This entry was posted on 17 octubre 2009 at 17:26 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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