Teresa de Cartagena - Pioneras (V)

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Teresa de Cartagena (1425-1478) fue una religiosa y escritora española. Está considerada como la primera escritora mística en español y el último de sus libros está considerado por algunos autores como el primer texto feminista escrito por una mujer española.
Teresa de Cartagena y Saravia nació en Burgos hacia el año 1425 en el seno de una culta familia de judíos conversos. Su abuelo paterno fue Selomó Ha-Leví, prestigioso rabino burgalés convertido al cristianismo por el año 1390 y desde entonces apellidado Pablo de Santa María. Don Pablo ocupó el obispado de Cartagena, antes de ser nombrado obispo de Burgos y de ahí tomó esta familia el apellido “Cartagena” con el que aparece en los documentos.
Teresa fue hija de Pedro de Cartagena, tercero de los hijos varones de don Pablo. Los otros fueron don Gonzalo, obispo de Sigüenza, y don Alonso, esclarecido obispo de Burgos. Tío abuelo de la escritora fue don Alvar García de Santa María, cronista de Juan II. Con esos antecedentes y criándose en ese ambiente parecen normales las inquietudes intelectuales y literarias de Teresa.
Habiendo quedado huérfana cuando frisaba los 15 años de edad, fue pronto enviada a estudiar a Salamanca, donde nos dice que estudió “pocos años” en ámbitos universitarios no oficiales, donde vivió como una joven ambiciosa y relajada (“pecadora”, dice ella). Parece ser que muy pronto le acometió una grave enfermedad de la que quedó sorda, ingresando después en una orden religiosa, que no especifica, pero que según sus comentarios pudo haber sido la Orden de San Francisco.
"La Arboleda de los enfermos", su primer libro, es un análisis en primera persona del dolor y del rechazo de sí misma provocados por la enfermedad, hasta dar a esa experiencia terrible un sentido que le permite seguir amando su persona y seguir viviendo su vida en plenitud.
La difusión pública de "La Arboleda...", que Teresa de Cartagena dedicó a una “virtuosa señora” que era doña Juana de Mendoza, esposa de Gómez Manrique, corregidor de Toledo, provocó reacciones hostiles entre los intelectuales castellanos de la época, incapaces de admitir la competencia de las mujeres para escribir y hacer ciencia. Para rebatirles, Teresa de Cartagena escribió otro tratado, "Admiraçión Operum Dey" (Admiración de las Obras de Dios), a petición de la misma doña Juana.
En él la autora identifica la causa de esas críticas con su condición de mujer, y dice:

“... como vemos por experiençia quando alguna otra persona de synple e rudo entendimiento dize alguna palabra que nos paresca algund tanto sentida, maravillámonos dello, no porque su dicho sea digno de admiraçión, más porque el mismo ser de aquella persona es asy reprobado e baxo e tenido en tal estima que no esperamos della cosa que sea buena”.
Al mostrarse públicamente como autora original, Teresa de Cartagena tocó la fibra sensible de la cultura de su tiempo de tal forma que algunos de sus contemporáneos la acusaron de plagio(“anse maravillado que mujer haga tractados” –reconocía Teresa-). Ella sostuvo que la gracia divina la podían recibir indistintamente hombres y mujeres, ricas y pobres, y que su concesión era individual, es decir, indiferente al sexo, clase social, etc.
Los tratados de Teresa de Cartagena no pertenecen a la más alta categoría de la creación literaria. En cambio son un importante reflejo del pensamiento y una buena muestra de la prosa del siglo XV en Castilla. También adquieren cierto valor los tratados por pertenecer a una de las pocas escritoras de entonces. Al escribir su "Admiraçión Operum Dey", fue Teresa la primera mujer en la historia de la Península Ibérica que escribiera en defensa del derecho de la mujer a ser literata. Con un lenguaje teológico, en definitiva, plantea temas de actualidad como la capacidad “natural” que se supone a los hombres para escribir y realizar trabajos científicos e intelectuales y, en referencia a ella, de cómo se asombran, no de lo escrito y del contenido de sus obras, sino del hecho que sea una mujer la autora de esas composiciones. Teresa mantiene que los hombres y las mujeres no son iguales en todas las capacidades, sino que los papeles masculinos y femeninos se complementan por sus diferencias y rechaza la común idea medieval que la mujer era el sexo débil, previsto por Dios exclusivamente para los propósitos de ser pasiva y reproducir. Éste es el modo que utiliza Teresa para expresar su proceso de autoconciencia como escritora y de autoafirmación como mujer.

Admiraçión Operum Dey
Muchas veces me es hecho entender, virtuosa señora, que algunos de los prudentes varones y así mismo hembras discretas se maravillan o han maravillado de un tratado que, la gracia divina administrando mi flaco mujeril entendimiento, mi mano escribió. Y como sea una obra pequeña, de poca sustancia, estoy maravillada. Y no se crea que los prudentes varones se inclinan a quererse maravillar de tan poca cosa, pero si su maravillar es cierto, bien parece que mi denuesto no es dudoso, porque manifiesto no se hace esta admiración por meritoria de la escritura, mas por defecto de la autora o componedora de ella, como vemos por experiencia cuando alguna persona de simple y rudo entendimiento dice alguna palabra que nos parezca algún tanto sentida: maravillámonos de ellos, no porque su dicho sea digno de admiración más porque el mismo ser de aquella persona es así reprobado y bajo y tenido en tal estima que no esperamos de ella cosa que buena sea. Y por esto cuando acaece por la misericordia de Dios que tales personas simples y rudas dicen o hacen algunas cosas, aunque no sea del todo buena, y si no comunal, maravillámonos mucho por el respeto ya dicho. Y por el mismo respeto creo ciertamente que se hayan maravillado los prudentes varones del tratado que yo hice, y no porque en el se contenga cosa muy buena ni digna de admiración, más porque mi propio ser y justo merecimiento con la adversa fortuna y acrecentadas pasiones dan voces contra mi y llaman a todos que se maravillen dicieno: “¿Cómo en persona en que tantos males asientan puede haber algún bien?” Y de aquí se ha seguido que la obra mujeril y de poca sustancia que digna es de reprehensión entre los hombres comunes, y con mucha razón seria digna de admiración en el acatamiento de los singulares y grandes hombres, porque no sin causa se maravilla el prudente cuando ve que el necio sabe hablar.

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