Hilda Doolittle

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Poeta, narradora y dramaturga estadounidense. Su obra fue enmarcada por Ezra Pound en el imagismo, movimiento minoritario (por número de seguidores y por el poco tiempo que duró) que sentó las bases del modernismo anglosajón. En sus poemas utiliza versos breves, precisos, dando mucha importancia a la imagen que proyectan y de una estructura muy libre.
Los poemas pertenecen al poemario "Jardín junto al mar" (Sea Garden) de 1916.
La versión de los poemas es la de Alison Bartolo y Alfredo Martínez.


EL TIMONEL
Rápido, rápido
siempre hemos sabido que nos aguardabas.

Hemos huido hacia el interior con nuestros rebaños
para que pastasen en las hondonadas,
protegidos del viento
y del camino salino de la ciénaga.

Teníamos nuestro rito en el interior-
hemos pasado las flores del bosque,
hemos olvidado tu sabor,
hemos rozado la hierba del bosque.

Desde las colinas de pinares,
hemos vagado por las marañas de roble silvestre,
hemos arrancado el hisopo y las zarzas,
se nos enredaban en el pelo la flor
y la fruta tierna de la zarza:
hemos reído si una rama nos fustigaba,
se nos han herido los pies
en las rocas medio enterradas,
y en las raíces anudadas
y en los conos de bellota.

Hemos olvidado -hemos adorado
hemos hecho nuestro camino entre verde y verde,
hemos buscado aún más matorrales,
nos hemos hundido hasta los tobillos
en el manto de hojas y tierra-
y el bosque y sus taludes
nos arrobaban-

y la sensación de las hendiduras en la corteza,
y la cuesta entre árbol y árbol-
y el sendero estrecho que unía campo a campo
bosque a bosque
colina a colina
y, más allá, la selva...

Hemos olvidado -por un momento,
que la resina, la corteza,
el sudor de una rama arrancada
tenían un sabor dulce.

Nos han encantado los campos,
las matas de hierba áspera
entre la hierba corta-
amamos todo esto.

Mas ahora, nuestro barco se eleva -se detiene-se desploma
se eleva -duda -porfía-
se eleva -se detiene.
Rápido, rápido,
siempre hemos sabido que nos aguardabas.


LA CONTIENDA
I
Tu estatura está moldeada
con el filo de un recto instrumento:
estás cincelado como las rocas
desgastadas por el mar.

Con el girar y agarrar de tu muñeca
los tendones se estiran
y hay un destello,
como de latón gastado.

La cordillera de tu pecho está tensa
y bajo cada seno una sombra se destaca
y entre los músculos tensos
de tus caderas estrechas.

Despide el círculo de tu pelo rapado
una luz
y también alrededor de tu torso masculino
y el arco del pie y el tobillo recto.

II
Te quedas rígido, poderoso,
granito y mineral en las rocas;
una cinta se clava en tu frente
con sus pesadas trenzas doradas.

Eres blanco -una rama de ciprés
doblada por el peso de la nieve.
Eres magnífico,
tus brazos son fuego;
has penetrado los estrechos entre las colinas-
un mar cubre sus laderas.

III
El mirto te rodea la cabeza,
te has inclinado para capturar la espuma:
cada hoja se muestra afilada
contra las ondulaciones
de tu pelo sujetado.

El narciso ha imitado el arco
de tu pecho escaso:
tus pies son las flores del cidro,
tus rodillas, cortadas del fresno blanco,
tus muslos son duros cistáceos.

Tu mentón sale
de la hendidura de tu garganta curvada,
tus hombros están nivelados,
han fundido una rara plata para su anchura.


LOS PRISIONEROS
Es extraño que desee
ver así tu rostro-
hemos tenido tanto:
podría pasar en cualquier momento,
quedarme junto a la puerta,
no hables-
asoma sólo, si puedes, tu rostro
de perfil, al pasillo
hacia la luz.

El destino -Dios lo envía como una señal,
una última prueba de que no hemos sido abandonados,
perdidos en este torbellino,
a punto de ser aplastados,
quemados o pisoteados,
con una muerte repentina si hay suerte.

El lancero que traiga esto
pedirá el broche de oro
que llevas bajo el abrigo.
Yo he dado todo lo que me quedaba.

Mantente cerca del portal,
mi puerta se cerrará pronto
y tus miserables compañeros
se apiñarán a la entrada-
sé tú el primero en la puerta.

Ah, mi amor, no hables.
Escribo esto con prisa-
no hables,
estarás libre, quizás, pronto.

Me siento feliz de partir,
aunque jamás he saboreado la vida
como lo he hecho en estas últimas semanas.

Extraña vida,
escrita en letras de fuego
sobre el pavimento de la cárcel.
Si levanto la vista
la veo escrita en los muros,
inscrita en el suelo,
dibujada en la inclinación del techo.

Estoy débil -débil-
anoche si el guardia
hubiera dejado abierta la puerta
no habría intentado escapar,
pero ahora un solo pensamiento me mantiene
con fuerza.

Al descender por el pasillo
con todas esas caras desesperadas en cada celda,
puede que tus ojos y mis ojos se encuentren.

Tú estarás en la sombra, desgreñado,
pero rezo por ver un solo instante tu rostro-
¿por qué tengo este deseo?
Yo, que te he visto en el banquete
con todas las flores de tu corona de jacinto,
blancas sobre tu cabello.

¿Por qué deseo esto,
cuando aun anoche
me sacaste de mi sueño?
Tú estabas allí, contra la roca oscura,
y sostenías en la mano un bordón de saúco.

Tantas noches
me has salvado del terror.
Una vez levantaste un tallo florido.
Recuerdo cómo te inclinaste
para cogerlo-
y cómo llameaban, la hoja y el brote
y las hebras, amarillas,
amarillas-puros hasta consumirse en el fuego
en la copa, y quedar púrpura.

Cuando pase por la puerta de tu celda
no hables.

Yo fui la primera en la lista-
quizá han olvidado que tú intentaste protegerme
cuando los jinetes pasaron.

Amadou Hampâté Bâ - "Por qué las parejas son como son... (Leyenda peul)"

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Historiador, poeta, narrador y antropólogo maliense. Además de otras tareas, su labor más importante fue el estudio y rescate de la tradición cultural africana y de la literatura oral.
Este cuento de la tradición del pueblo peul (también denominado fula, fulani y fulbe) se encuentra recogido en la antología "Cuentos de los sabios de África" de 1993.
La versión es la de Alicia Capel Tatjer.


¿Sabéis por qué el hombre de bien a menudo tiene como esposa a una mujer sin mérito y la mujer valiente se casa con un hombre que no vale para nada? Es éste un hecho que nos consta, pero cuyas causas se nos escapan. Pero esta leyenda peul nos explica los motivos.

Cuando Dios hubo acabado de crear el género humano, distribuyó las virtudes y los defectos tanto entre los hombres como entre las mujeres.
Un día mandó llamar a todas las mujeres y les dijo:
—¡Oh mujeres! Mirad al horizonte y decidme lo que veis.
—Señor —respondieron ellas—, vemos un sol radiante elevándose sobre la tierra. Todo parece celebrar su aparición. A medida que se eleva en el cielo, todo lo que parecía muerto renace.
Dios dijo:
—¡Mujeres! Hasta ahora sólo habéis vivido momentos difíciles en la noche de los tiempos. Ahora tenéis que emprender el camino al Paraíso. Unos ángeles velarán por vosotras durante el camino y otros os recibirán cuando lleguéis. ¡No os desesperéis, no os quejéis y sobre todo no desfallezcáis!
»Yo he sido, soy y seré Aquel que advirtió. Por eso, os anuncio que a medida que vayáis llegando se os entregarán casas suntuosas y joyas de una belleza incomparable. Las primeras serán las mejor dotadas; tendrán preferencia en todo. Os recuerdo que el Paraíso es una estancia eterna... Sólo las más insensatas se dejarán adelantar.
»Con esta advertencia, partid, oh Mujeres, en busca de vuestra felicidad...
Las mujeres emprendieron el camino. Su larga cohorte se extendió y fluyó como el brazo de un río cuyo curso se va estrechando. Las más valientes encabezaban la hilera. Los ángeles se pusieron a cantar para ellas.
Al término del tercer día, las indolentes ya no podían más.
«¿Por qué envidiar la gloria de las "caminantes"? -murmuraban-. De todos modos, ¿quién sabe la suerte que les espera a las que lleguen primero? El Paraíso es tan grande como el conjunto de los cielos, y sus moradas son allí tan numerosas como los granos de arena de todos los ríos y todas las riberas juntas. ¿Acaso no dicen que, puestas unas encima de las otras, esas moradas empiezan en los abismos y terminan casi en la cumbre del firmamento? Entonces ¿por qué correr y hacer perder a nuestros muslos su suave redondez? ¿Por qué sudar y manchar nuestro cuerpo? Caminemos lentamente, hermanas mías, y conservemos nuestra frescura. Cuando lleguemos al Paraíso, seguro que habrá una morada para cada una de nosotras. Y aunque las primeras se alojen en magníficas estancias, la marcha forzosa habrá adelgazado sus carnes, y su aspecto esquelético empañará la belleza de sus moradas y el brillo de sus adornos.»
Habiendo hablado así, las mujeres indolentes se pusieron a arrastrar los pies como si fueran patos obesos. Y para mantener este ritmo de camaleón cansado, entonaron un canto:

¿Por qué apresurarnos, por qué lamentarnos?
¿Por qué gritar? Sí, ¿por qué?
Quien va al Paraíso
no va a una tierra árida
donde la hiena se abalanza sobre el cabrito,
donde el gato de la sabana saquea el corral.

Holgazaneemos por el camino,
Consultemos las tablas de los Cielos (1).
Descubriremos que la enigmática pregunta:
«¿Qué ha pasado?»
ha sido formulada para las mujeres que corren
como corre un cervatillo para escapar del cazador.
Holgazaneemos por el camino,
consultemos las tablas de los Cielos.


Tres días después de que las mujeres hubieron partido, Dios dijo: «Hace ya tres días y tres noches que las mujeres están en camino. Lancemos a sus hombres tras ellas».
Entonces Dios mandó llamar al conjunto de los hombres y les dijo:
—No es bueno que un varón esté sin una mujer, de modo que he creado unas compañeras para vosotros. Ellas ya han salido en dirección al Paraíso. Tienen una ventaja de tres noches y tres días sobre vosotros, pero os voy a hacer tres veces más fuertes que ellas y las alcanzaréis.
»Cada uno de vosotros —añadió Dios— tomará por esposa a la mujer que encuentre por el camino, y no podrá tener más que una(2). Los que se queden rezagados se arriesgan a quedarse sin compañera. Peor para ellos, pues los condenaré al celibato, no conocerán ni el gozo del hogar ni el privilegio de la procreación, no continuarán su especie. La semilla que he depositado en ellos se quedará ahí como un grano reseco. Les pondré mala cara, y se sentirán muy desgraciados...(3)
Los hombres emprendieron el camino. Avanzaban cantando:

Cada ser tiene un origen,
cada metal tiene una mina,
cada hecho tiene una causa.
Si Guéno, el Eterno, nos pone en el camino
que lleva a nuestras esposas,
hay una causa para ello.
Las que serán nuestras esposas
son, dicen, bellas y bien hechas.
Son apasionadas sin desvergüenza
y apasionantes sin perversión.
Ellas pondrán fin a la pena
que oscurece nuestros corazones.
¡Venga, caminemos con decisión hacia el Paraíso!
¡Allí encontraremos a nuestras esposas,
y viviremos en la sabiduría!
La Inteligencia divina se eleva
como una gigantesca montaña
de la que extraemos metales preciosos
para adornar la frente de los valientes
y de los sabios.
¡Venga, caminemos con decisión
hacia el Paraíso!
¡Allí viviremos en la sabiduría,
en la sabiduría, en la sabiduría¡…


Tras caminar algunas horas, los hombres se dividieron en tres grupos: los Hammadi-Hammadi a la cabeza, los Hammadi en el medio, los Hamanndof a la cola. (4)
Las mujeres también se repartieron en tres grupos: las Mantaldé a la cabeza, las Santaldé en el medio y las Mantakapús a la cola. (5)
El grupo de los Hammadi-Hammadi, formado por hombres brillantes, sabios, emprendedores y valientes, se encontró con el grupo de las Mantakapús, es decir, las últimas mujeres en la escala femenina. Ignorando que las mujeres superiores estaban delante, tomaron como esposas a las Mantakapús.
Los Hammadi, el grupo de los hombres comunes, se encontraron con las Santaldé, las mujeres también comunes. De entre ellas tomaron a sus esposas.
Durante este tiempo las Mantaldé, mujeres de gran valor, habían adelantado a sus compañeras de los dos primeros grupos y ya habían llegado a las puertas del Paraíso. Unos ángeles fueron a saludarlas y a darles la bienvenida. Cuando se disponían a cruzar el umbral, los ángeles las detuvieron:
—Perdonad, Mujeres, pero vosotras todavía sois «mitades». Y una mitad es algo incompleto, y por lo tanto imperfecto, y lo imperfecto no tiene cabida en el Paraíso. Esperad a que cada una de vosotras tenga un marido para completarse. Entonces entraréis por parejas, es decir, por unidades humanas perfectas.
Antes de que las mujeres se recobraran de su sorpresa, los Hammadi-Hammadi se presentaron acompañados de sus esposas, las Mantakapús. Los ángeles exclamaron:
—¡Qué misterio! ¿Son éstas las que Dios os ha reservado como compañeras?
Luego llegaron los Hammadi, flanqueados por las Santaldé.
Por último, los Hamanndof, los últimos hombres, llegaron a las puertas del Paraíso con las manos vacías. Las mujeres superiores no tuvieron más remedio que entregarse a ellos para poder entrar en la morada celeste. ¡Y así es como a los primeros hombres les tocaron las últimas mujeres, y las primeras mujeres cayeron en manos de los últimos hombres!

Una vez en el Paraíso, los hombres superiores fueron a quejarse a Dios. Junto con las primeras mujeres, reclamaron una reparación. Dios dijo:
—Yo no niego un derecho a quien lo merece. Mas la inteligencia de mis actos no siempre está a vuestro alcance.
»Mujeres valientes que llegasteis primeras, aceptad de buena gana a los hombres de poco valor. Y vosotros, hombres distinguidos, aguantad a vuestro lado a las mujeres perezosas y vulgares. Yo así lo he decidido por sabiduría y presciencia. Si pusiera todos los valores en un lado y todos los no-valores en el otro, los asuntos del mundo no irían bien, como una carga mal repartida sobre el lomo de un buey porteador. No habría ni equilibrio ni estabilidad. En cada curva, las cargas volcarían hacia un lado y vuestro universo sería todavía más difícil de dirigir de lo que ya lo es ahora.
»Así como estáis emparejados, los hombres valerosos impedirán que las mujeres indolentes caigan en manos duras que agarrotarían sus párpados (6) y las mujeres dignas y sabias servirán de refugio a los hombres disminuidos a los que se han unido mediante el matrimonio.
»Lo he dispuesto todo según una medida cuyo misterio únicamente conozco yo.
»No sintáis más odio. No os rechacéis los unos a los otros con el pretexto de que vuestros valores y vuestros estados son desiguales.
»Amaos los unos a los otros, sobre todo entre marido y mujer. Y proclamad que entre las cosas que me placen a mí, Dios, la perfecta armonía entre esposos figura en primer lugar.


Notas.
1. Las tablas o tablillas donde supuestamente están escritas todas las cosas. Dicho de otro modo, los archivos celestes.
2. En esta leyenda peul, Dios, durante la creación del mundo, instituye la monogamia para el género humano. Esto se ajusta a la tradición de los peuls rojos (peuls pastores), que sólo tenían una esposa. Las dificultades de la vida pastoril no se prestaban a la poligamia. Ésta, finalmente. es mas bien un fenómeno urbano (o de vida sedentaria) vinculado a la riqueza.
3. El celibato siempre ha estado muy mal visto en el África tradicional. Al hombre soltero se le consideraba menor de edad por muy mayor que fuera, y su palabra no contaba en las asambleas públicas.
4. Hammadi-Hammadi: se llama así al hombre de gran reputación y de gran valor para su familia, para su barrio, su pueblo y el país entero. Cuando viaja, no sólo su anfitrión se beneficia de su reputación, sino que el barrio, el pueblo y todo el país saben que ha llegado. Hammadi: es un hombre valeroso, pero su valor se limita a su familia, a su barrio y a su pueblo. Cuando viaja, se sabe de su llegada en los limites del pueblo. Hamanndof: se dice que, si se ausenta, ni siquiera su familia se da cuenta de que se ha ido; y si se va de viaje, ni su anfitrión se percata de su llegada.
5. Mantaldé: es una esposa con grandes cualidades, que puede hacer las veces de marido, que eventualmente puede ganarse la vida para mantener a la familia, que puede hacer cualquier
cosa por sí misma. Santaldé: es una excelente madre de familia y una buena ama de casa. Cuando su marido trae algo a casa, sabe conservarlo y sacarle partido, pero ella no buscará ni ganará nada por sí sola. Mantakaptús: esta mujer no sólo no sabe ganar nada por sí sola, sino que, si el marido trae alguna cosa a casa, la malgasta. Si no se le da nada, se pone a gritar. Si se le da algo, dice que no es suficiente. Es una mujer que se queja constantemente y que nunca hace nada bueno.
6. De tanto hacerlas llorar.

Julia Rodríguez - "RENO"

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Actriz, dramaturga, guionista, novelista y cuentista mexicana. Sus cuentos abarcan temas que van desde el terror, la muerte hasta el amor, pero siempre con cierta ironía y sarcasmo. Sus cuentos han aparecido en muchas revistas como Excelsior o Plural.
Este cuento está recogido en la antología de cuento negro mexicano "México negro y querido" de 2011.




BUENOS AIRES

Un maldito sábado me quedé de ver con mi carnal de la infancia, el Floren, así lo apodamos por ser nativo de Florencia, municipio de Tejeringo el Chico —no, no se crean, sólo me los estaba chamaquiando—; con mi compadre, Chente, al que no veía desde que le bauticé el chiquito, no, no es cierto; con mi primo Teobaldo, alias el Clon; su cuñado de él, mejor conocido como el Pirañas, y otro a quien no conocía, mayor que todos nosotros y tan grandote y trompudo que da miedo, apodado San Beni, y ya en confianza San. Nuestros nimbos personales, o sea donde vivimos a ratos, son la Buenos Aires, la Obrera, la Tránsito y un poco de la zona apache del centro.
Y es que te hartas tanto de pensarle cómo sacar el chivo, que entonces pones cara seria y la pides de lo que sea, de barredor, peón de maestro albañil, electricista expontáneo, de torero vendiendo alfileres, de velador, polecía bancario, no, eso no, porque has de llevar la famosa solecitú en la que andas poniendo todos tus nombres con sus adjetivos, si tienes o no antecedentes penales, si tuviste la varicela, desde cuándo no chambeas y por qué, qué dijo el último patrón, si trais carta de recomendación y en qué te la has rifado en los últimos cinco años, no, pos así no, porque si así fuera, qué necesidá tan necia sería andar haciendo cola pa' la pinche chamba que ni quieren darte pues.
Porque vivir en la ciudad de México, la Capirucha, el Defe, como prefieran, vivir, digo, allí, pero fuera de las colonias bonitas: la Del Valle, la Florida, San José Insurgentes, San Ángel, Polanco, Las Lomas y ahoy la Santa Fe, ésa que se quiere agandallar el trinchón de Telmex, con tody terrenos donde hace añales viven pobres muertos dihambre, pa' convertirla en el Béberlijils del Defe, me cai, es como hacer tu pidnic en el Periférico o de perdis meterte en sentido contrario en Calzada de Tlalpan.
Quedamos de vernos en La Poblana, una cervecería y salón familiar en la Doctores. Contentos de volvemos a juntar y ya bien inflados, nos juramentamos a la mosquetero y decidimos quitarnos de muertos dihambre, ora sí que parirnos por la libre.
Está duro no ser enquilino de las colonias nais, a excepción de Tepito, que le falta un cachitito pa' ser un estado de gandules dentro de otro estado de lo mesmo. Ser de los marginales es igual a cero chamba. Es en veces agua, en veces alimento; es colgarse de los postes de luz pa' tansiquiera poder ver la tele o mínimo saber qué cuerpos pisaste por las noches antes de tumbarte moribundo de sueño. Es caerle en la calle de borracho o pasado o de gane poder cagarte allí mento si te orillan las tripas. Es frío y harto calor, inundaciones, deslaves, hundimientos de tierra, según la estación del año y lugar; es la eterna ausencia de la autoridá, como no sea pa' pirañearnos. Es, me cai, la pura chinga.
Pasado el tiempo y ya organizados, dos del grupo empezamos a rifárnosla con la clientela en el metro Allende, la estación Chabacano, la Portales o Pino Suárez. Conforme íbamos conociendo el terreno, nos poníamos a manopla con los tirabuzones y todos en paz y beatitú. Como a mi compadre Chente no le gustan las aglomeraciones, porque empieza sudysude, siente sofoco, se le cierra la garganta y ve nublado, no asistía al intercambio de bienes, pero no hay Tifón, todos nos alivianábamos y cualquiera de nosotros lo suplía. Él, junto con el Pirañas, prefieren los negocios a la salida de los cajeros automáticos, en las colonias "bonitas". Ahí se come bien, dice el Pirañas: poca gente, muy civilizada y no hay por qué alterase, los clientes siempre cooperan, o sea, aguantan los mordiscos. Mi primo Teobaldo es el as de la donación de buti clase de tarjetas y nos ha reportado buenos devidendos. El Floren se dedica a partes de autos y a la duplicación de lo que pida el comprador y saca regalías pa' todorcio, siempre alcanzó pa' los seis. Yo servía de asistente estrella de cualquiera de ellos según se iba cargando el trabajo, eso sí, a toda hora con San Beni cual guardaespaldas de cada equipo durante los operativos.
Yo, la mera neta, en un tiempo pasado, muy pasado, le entré a todano pa' sacar el bisté. Uno comoquiera tiene sus compromisos: que si con la mamacita, con los hermanos, las viejas, y si te acomodas con alguna, pos la de pleitos por las deudas con los suegros, los cuñados y el montón de problemas y un chingo más con los mocosos que trajo la fulana a la convivencia. Son, mínimo, las canastas básicas o con suerte los vales. Son los pañales, las mamilas, las vacunas, las escuelas, si alcanzan lugar los chamacos. Son los libros, los cuadernos, los lápices. Son los pasajes, los trapos, la diversión, la fiesta de quince, el casorio, los difuntos y ya me cansé. Creo que por eso pasó lo que pasó.
Pero comoquiera que sea, nuestra pequeña empresa iba funcionando sobre rieles aceitados y nuestro modo de ver el mundo empezó a cambiar. Yo me reía por cualquier cosa, San Beni comenzó a jugar con el nieto que, endenantes, harto se le antojaba lanzar por el balcón (¿cuál?). Floren se consiguió la vieja más chipocluda de allá de su barrio; levántó tanta envidia del personal de la Buenos Aires que hasta tuvo que arreglarse un vocho pa' su uso privado con tal de que no siguieran escupiéndole obscenidades al paso de su bizcocho. El San pudo al fin pagarse su gimnasio con el odjetivo de mantenerse en forma, y a Cliente, mi compadre, lo aceptó de vuelta su mujer. Qué más se puede pedir.
Pero, ya se sabe, nunca falta la mosca en la sopa o el prietito en el arroz, y San Beni se encabronó con un rufián de por su cantón, que comenzó a pasar el chisme de que era puto y por eso lo del cuidado de los bíceps y los tríceps. Nunca me imaginé que San Beni, con su trompa y su tamañote, saliera tan vengativo. Con nosotros era un alma de Dios, jamás levantó la voz, nunca malas palabras. Nos decía "muchachos, qué necesidá tienen de hablar cuales carretoneros y escupir como tamemes", muy decente él, sumamente amable, hasta se lavaba las manotas cuando iba al mingitorio. Eso sí, mal bebedor, pero bien habilidoso con las manos; seguido se me figuró bordadora de lujo por lo bien y bonito que te armaba o desarmaba lo que se ofreciera con sus dedos gordos, que se me figuraban de filigrana. Cuando se le pasaban los tragos le daba por platicar de su juventú de niño bien. Vayan ustedes a saber qué cosas podridas lo perseguían desde su pasado de yunior venido a uno menos uno. El caso es que se quiso desquitar del fulano por medio de su torta, dizque con el odjeto de parar los chismes.
Una maldita noche nos llamó de testigos a un taller mecánico abandonado en uno de los barios que les digo. Era casi madrugada. Había logrado grillarse a la piruja, muy chaparrita ella, pero bonita de su cara, y al tienen que la sacó de un bar. Le dijo: "traigo un mensaje de vida o muerte pa' tu camote", no, pos así quién no. Total, ya en el lugar, el asunto se calentó tantísimo que al rato nos fue tocando turno, pero después...
No quiero acordarme de lo que pasó después, pues lo que sea de cada quien, al final, San Beni mostró ser más cabrón que bonito y no hubo más remedio que ponemos a resolver el dilema de cómo deshacemos del mugrero. Y ahí nos tienen, alterados y medio dormidos buscando lo necesario parese fin.
De no haber sido por el güey de mi primo el Clon -el muy tarado se puso a hacer arreglos con la chisme caliente de su cuñada, que vende tamales a la salida del metro Coyoacán—, no estaría aquí, en Reno, que ni a Cereso llega, y con el miedo horrible de quedarme dormido en contacto directo con el cuerpo de mis compas de suerte y su olor. Es un hedor que, les juro por mi mamacita, no falla en llevarme a la misma pesadilla con mis cuais, haciéndome tragar a fuerza tamales chiapanecos con uñitas pintadas.



Nota.- RENO es el nombre coloquial de la prisión "Reclusorio Preventivo Norte" en Ciudad de México.