Djuna Barnes (II)

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La soñadora
Cae la noche, en oscurecidas formas que parecen
tantear, con misteriosos dedos hacia la ventana -luego-
descansan en el dormir, envolviéndome, como en un sueño.
Fe mía -¡que yo pueda despertar!

Y gotea la lluvia con el mismo triste, insistente ritmo.
Temblando a través del vidrio, inclinándose lacrimosa,
y suave golpetea, como pequeños pies temerosos.
Fe mía -¡qué tiempo este!

El plumoso fresno aletea; allí sobre el vidrio,
el fuego moribundo lanza un parpadeante rayo fantasmal,
y luego se cierra en la noche y la lluvia cae suave.
Fe mía -¡qué oscuridad!


Descontento
En verdad, cuando me paro a pensar
que con cuerda de cáñamo yaceré ovillada a la cama,
consciente de que las nacientes lágrimas de las plañideras
son meras salpicaduras marinas de la agitada cabeza,
entonces, como la ardilla que pelea con su nuez,
con mi acopio para el invierno disputo mi territorio,
para que ninguno pueda hurgar dentro y compartir mi pan.



Una víctima es un estado de declinación
Hay esa verdad que sólo la víctima saborea,
cuando es joven, y aún toda impregnada de lluvia,
el triturar la pulpa del níspero en la lengua
que, sin embargo, deshace la boca-
En una vigilia de la tierra
imbuida de algún tema más importante
y algún acuerdo más tardío-
pero en una palada de la tierra
y de algún tema sutil imbuida,
el vencedor ofrece a la víctima, su Madre.
Ataviado de sigilo,
doblegado y sacudido por la carnicería (la risa)
camina alejando de sí, en sí mismo sus huesos.

This entry was posted on 21 julio 2009 at 20:04 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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