Sam Harris - "Diez mitos y diez verdades acerca del ateísmo"

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A menudo se imagina a los ateos como intolerantes, inmorales, deprimidos, ciegos a la belleza de la naturaleza y dogmáticamente cerrados a la evidencia de lo sobrenatural.
Aún John Locke, uno de los grandes patriarcas de la iluminación, creía que al ateísmo no se debería “tolerar del todo”, porque, decía él, “promesas, acuerdos y juramentos, que mantienen juntas las sociedades, podrían no ser mantenidas por los ateos”.

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1. Los ateos creen que la vida no tiene sentido.
Al contrario, la gente religiosa suele quejarse de que la vida no tiene sentido e imaginan que sólo pueden ser redimidos por la promesa de felicidad eterna más allá de la tumba. Los ateos tienden a estar bastante seguros de que la vida es preciosa. La vida se llena de significado viviéndola plenamente. Las relaciones con aquellos que amamos son significativas ahora, no necesitan ser eternas para eso. Los ateos tienden a encontrar este miedo como una insignificancia… bueno… sin significado.

2. El ateísmo es responsable por los más grandes crímenes de la historia.
La gente de fe suele afirmar que los crímenes de Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot fueron el producto inevitable de la no creencia. El problema con el fascismo y el comunismo, sin embargo, no es que sean muy críticos de la religión; el problema es que son demasiado parecidos a la religión. Tales regimenes son intrínsecamente dogmáticos y generalmente hacen surgir cultos a la personalidad indistinguibles de los cultos a los héroes religiosos.
Auschwitz, el GULAG y los campos de la muerte no son ejemplos de lo que pasa cuando los humanos rechazan el dogma religioso; son ejemplos de los estragos que causan los dogmas políticos, raciales y nacionalistas.
No hay sociedades en la historia humana que hayan sufrido porque su pueblo se volvió demasiado razonable.

3. El ateísmo es dogmático.
Judíos, Cristianos y Musulmanes afirman que sus escrituras son tan proféticas de las necesidades humanas que sólo pudieron haber sido escritas bajo la dirección de una deidad omnisciente.
Un ateo es simplemente una persona que ha considerado esta afirmación, leído las escrituras y encontrado las afirmaciones ridículas. No es necesario tener fe en algo, o ser de alguna manera dogmático para rechazar creencias religiosas injustificadas. Como el historiador Stephen Henry Roberts (1901- 1971) dijo en una ocasión: “ Ambos somos ateos. Solamente que yo creo en un dios menos que tú. Cuando entiendas porqué desestimaste los otros posibles dioses, entenderás porqué desestimo yo al tuyo”.

4. Los ateos creen que todo en el universo surgió por azar.
Nadie sabe porqué el universo existe. En efecto, no está enteramente claro que podamos hablar coherentemente acerca del “comienzo” o de la “creación” del universo, estas ideas invocan el concepto de tiempo y aquí hablamos del origen del espacio-tiempo en sí mismo.
La idea que los ateos creen que todo fue creado al azar es también utilizada regularmente como crítica a la evolución darwinista. Como explica Richard Dawkins en su maravilloso libro “El espejismo de Dios”, “esto representa una absoluta mala interpretación de la teoría evolucionista.” Aunque no sabemos precisamente como la química temprana de la tierra engendró la biología, sabemos que la diversidad y la complejidad que vemos en el mundo viviente no es un producto del mero azar. La evolución es una combinación de mutación aleatoria y selección natural. Darwin utilizó la frase “selección natural” por analogía con “selección artificial”, utilizada por los criadores de animales. En ambos casos, la selección ejerce un efecto altamente no aleatorio en el desarrollo de cualquier especie.

5. El ateísmo no tiene conexión con la ciencia.
Aunque es posible ser un científico y creer en Dios -como algunos científicos parecen decir- no hay dudas de que un involucramiento con el pensamiento científico tiende a erosionar antes que a apuntalar la fe religiosa. Si tomamos a los EE.UU como ejemplo: la mayoría de las encuestas hechas al público en general muestra un 90% de creencia en algún Dios personal; sin embargo el 93% de los miembros de la Academia Nacional de Ciencias no es creyente. Esto sugiere hay pocos modos de pensar menos adecuados a la fe religiosa que el pensamiento científico.

6. Los ateos son arrogantes.
Cuando los científicos no saben algo -como porqué el universo empezó o como se formó la primera molécula autoreplicante– lo admiten. Pretender que se sabe cosas que en realidad no se saben resulta algo enormemente negativo para la ciencia. Y sin embargo esa pretensión es la sangre que da vida a las religiones basadas en la fe. Una de las monumentales ironías del discurso religioso se ve en la frecuencia con que la gente de fe se autoalaba por su humildad, mientras afirman conocer hechos acerca de la cosmología, la química y la biología que ningún científico conoce. Cuando consideran cuestiones acerca de la naturaleza del cosmos y nuestro lugar en él, los ateos tienden a basar sus opiniones en la ciencia. Esto no es arrogancia; es honestidad intelectual.

7. Los ateos son cerrados a la experiencia espiritual.
No hay nada que impida a un ateo experimentar el amor, el éxtasis, arrobamiento y sobrecogimiento; los ateos pueden dar valor a estas experiencias y buscarlas regularmente. Lo que los ateos no suelen hacer es hacer injustificadas (e injustificables) afirmaciones acerca de la realidad basados en esas experiencias. No hay dudas de que algunos Cristianos han transformado para mejor su vida leyendo la Biblia y rezando a Jesús.
¿Qué prueba esto?
Prueba que ciertas disciplinas y códigos de conducta pueden tener un profundo efecto en la mente humana. ¿Sugieren estas experiencias que Jesús es el único salvador de la humanidad? Ni remotamente porqué Hindúes, Budistas, Musulmanes e incluso ateos tienen experiencias similares.
No hay, en efecto, ningún Cristiano en la tierra que sepa si Jesús usaba barba más que si nació de una virgen o que si se levantó de entre los muertos. Éstas simplemente no son la clase de cosas que una experiencia espiritual pueda autenticar.

8. Los ateos creen que no hay nada más allá de la vida y el entendimiento humanos.
Los ateos son libres de admitir los límites del entendimiento humano de una manera en que los religiosos no pueden. Es obvio que no entendemos del todo el universo; pero es aún más obvio que ni la Biblia, ni el Corán reflejan un mejor entendimiento de él.
No sabemos si habrá vida compleja en algún otro lugar del cosmos, pero podría. Si la hubiera, tales seres podrían haber desarrollado un entendimiento de las leyes naturales que excedan vastamente a las nuestras. Los ateos pueden hacer esas suposiciones, incluso pueden admitir que si existieran brillantes extraterrestres, los contenidos de la Biblia y el Corán serían aun menos impresionantes que lo que son para los humanos ateos.
Desde el punto de vista ateo, las religiones del mundo trivializan completamente la belleza real de la inmensidad del universo. Nadie debe aceptar algo que no tenga suficiente evidencia para aceptar tal observación.

9. Los ateos ignoran el hecho de que la religión es extremadamente beneficiosa para la sociedad.
Aquellos que enfatizan los buenos efectos de la religión parecen nunca percibir que tales efectos fallan en demostrar la verdad de cualquier doctrina religiosa. Es por eso que tenemos términos como “pensamiento deseoso” y “autodecepción”. Hay una profunda diferencia entre un espejismo consolador y la verdad.
En cualquier caso, los buenos efectos de la religión pueden ser discutidos. En la mayoría de los casos, parece que la religión da a la gente malas razones para comportarse bien, cuando hay buenas razones disponibles. Pregúntese a sí mismo qué cosa es más moral, ayudar a los pobres preocupados por su sufrimiento, o hacerlo así porque el creador del universo desea que lo haga, que lo recompensará por hacerlo o lo castigará si así no lo hiciere.

10. El ateísmo no provee bases para la moralidad.
Si una persona aún no comprendió que la crueldad está mal, ciertamente no descubrirá eso leyendo la Biblia o el Corán, esos libros desbordan de crueldad humana y divina.
No obtenemos moralidad de la religión. Nosotros decidimos qué es bueno en nuestros buenos libros recurriendo a las intuiciones morales que (en cierto nivel) están impresos en nosotros y que han sido refinados por miles de años de pensar acerca de las causas y posibilidades de la felicidad humana.
Hemos hecho un considerable progreso moral a través de los años y no lo hicimos leyendo la Biblia o el Corán. Ambos libros condonan la práctica de la esclavitud, mientras todo humano civilizado reconoce que la esclavitud es una abominación. Cualquier cosa que sea buena en un escrito —como la regla dorada— puede ser valorada por su sabiduría ética sin que debamos creer que nos fue traída por el creador del universo.

This entry was posted on 19 marzo 2009 at 19:41 and is filed under , , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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