Carol Ann Duffy (III)

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Los poemas pertenecen a "Rapture" ("Éxtasis" en su edición en español) de 2005.
La versión es la de Alberto Paucar-Caceres y Karina Cornejo con corrección de Elena Teso.


Itaca
Y cuando retorné,
me quité mi tiesa y salada ropa de marinero,
me puse el vestido de la chica que fui,
y me deslicé por la borda.
A una milla de Itaca, yo anclé el bote.

La tarde se suavizó y se expandió,
el agua turquesa mencionando su plateado pez
el cielo encorvado para oír.
Mis manos se movieron en el agua, se movieron en el aire,
la amante que fui, persiguiendo tu piel, tu cabello,

e Itaca allí, las bronceadas montañas
apoyadas como rígidos escudos,
las cuevas, donde los delfines se esconden,
oscuras valijas de perlas,
los olivos madurando sus lágrimas en nuestro pálidos campos.

Luego me incliné sobre una cinta de luz,
reconociendo las esencias de romero,
limón, tomillo, las fragancias de tu nombre,
que yo entoné otra vez en mi corazón,
como el encanto que era, trayéndome de regreso

a Itaca, todo el dolor se ha hecho cero ahora
por el daño que tú ocasionaste con una palabra,
yo como héroe totalmente absurdo,
poco a poco vadeando, hasta la cintura en los suspiros del anochecer,
arrastrando mi pequeño bote blanco.


Matrimonio nocturno
Cuando apago la luz
y la milla oscura entre nosotras
se derriba y cae,
tú te deslizas de tu yo
para esperarme en mi sueño ,
el rostro de la luna hundido en una nube;

o despierto dolida
por las largas horas
que paso en tus sueños,
un búho en el bosque clamando sus vocales suaves,
el pescado oscuro nadando bajo la piel del río.

Matrimonio nocturno. Las pequeñas horas nos unen,
cara a cara mientras dormimos y soñamos;
el total de la enorme noche es nuestra habitación.


Encontrando las palabras
Yo encontré las palabras al fondo en un cajón,
envueltas en un trapo negro, como tres anillos
deslizados de la mano de una mujer muerta,
oro frío y opaco. Ya los había sostenido antes,
años atrás,

luego los devolví a su lugar, olvidando lo que sea
que fuera para lo que pudiese usarlos.
Con mis labios yo toqué el primero,
el segundo, el tercero, como un ritual sagrado,
como una promesa, como un beso
y mi aliento

les dio calor, las palabras que necesitaba para expresar esto, pequeñas palabras,
y pocas. Yo las froté hasta que ellas brillaron en mi palma —
te amo, te amo, te amo—
como si fueran nuevas.

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