Chris Abani

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Novelista, poeta y músico nigeriano. Su obra gira siempre en torno a los problemas de la sociedad nigeriana y está escrita, como él mismo apunta, en una combinación de cuatro tipos de inglés, el inglés británico de su madre, el inglés nigeriano, el inglés de Los Ángeles (ciudad en la que vive) y el pidgin, imbuido además de otras lenguas que se hablan en Nigeria (el yoruba, el igbo y el housa).
La versión de los poemas, publicados en la revista colombiana de poesía "Prometeo", es la de Nicolás Suescún.

UNA PEQUEÑA ORACIÓN
Nada sé de la verdad
imponiéndose como esa primera luz,
inconmovible río sagrado.
Pero mi corazón es inacabable,
girando en un rosario que cae pesadamente. Fruto
de la mano fatigada de la piedad
y hay ese rumor —Esto es amor, esto es amor
¿pero qué sé yo de sus solitarias estaciones,
el peso completo de una cruz, la ternura de los remaches?
Pero hay redención en esta aventura
—la verdad como la mejor adivinanza de la memoria—.
Así que rebusco con manos mugrientas dando forma
con un poco de cartón grueso y engrudo, a sus ayeres,
reclamando algo atrapado en la sombra
entre coplas rebosantes de promesa
inventándome, este niño pequeño, este niño, este hombre
y mi corazón conoce las estrellas que veo,
y sabe que otros han viajado antes por esta oscura senda: hacia la poesía.


RESTAURACIÓN
Qué tonto seguir golpeando
en la puerta de un corazón cuyo rostro permanece cerrado para mí.
Todas estas palabras, Padre mío, todas estas palabras escritas
buscándote cuando nunca fuiste Tú, ¿verdad?
Siempre fui yo
Si pudiera construir una pira funeraria,
Pondría en alguna parte mi cepillo para el cabello,
mi soldado de juguete,
mis libros,
mis lápices,
mis dibujos,
mis libros,
mis sueños,
mis libros,
todo.
Luego el fuego.
Te liberé esa noche, Padre.
Cuando volviste en ese Volkswagen amarillo,
en ese sueño.
Hice un bote en tu honor.
Urdí poemas y palabras y no-palabras.
Los eché al mar.
Fr. Obuna me dijo:
“Un regalo se da libremente
y se devuelve libremente.
Me ha llevado treinta años
comprender esto.
Yemayá tiene tu corazón ahora.
Que sea misericordiosa,
Que te ame.
La herida ya no sangra.
Que es como decir
que lo que he deseado
es como sal que se deja al aire
toda la noche y ya no queda nada.
Que sea suave el rocío.
Que sea salado el rocío


PEREGRINAJE
Nada hay tan definitivo como la oración.
Una mano ahueca una sombra.
Un corazón se desnuda, abierto como una flor.
En alguna parte entre el cuidado y la cacofonía
la ciudad de los Ángeles está viva.
La ciudad esta noche permanece fuera de todo.
Llegamos a la noche.
Llegamos a la luz.
La ciudad es una mentirosa.
Puede que encuentre mi camino.
Los Ángeles es un sueño que no podemos soportar.
Pienso en las calles negras como cualquier río, y en la cerveza.
Sobre música amplificada una mujer llama a su amado.
No se encuentra la verdad aquí.
La ciudad está inundada de luces.
Incluso este sacrificio no nos salvará.
Digo “hibisco” y quiero decir “inocencia”.
Digo “guayaba” y quiero decir “niñez”.
Digo “velo para zancudos” y quiero decir “pérdida”.
Digo “padre” y quiero decir sólo eso.
Sucede que todos soñamos, pero el mar es sólo mar.
Sucede que le imploramos a Dios pero aquello es sólo una brisa
agitando las páginas de un libro de oraciones en una pequeña iglesia
donde los bancos gimen con el calor.
Afuera, un pavo real no se calla.
Hay tantas maneras en las que podría deshacer la noche
en que mi padre murió, si sólo pudiera encontrar las ataduras del tiempo.
Aquí la hierba verde es verde, incluso con la abundancia
del hogar, incluso con la carga del exilio.
Hay un árbol en el jardín trasero de mi padre bajo
el cual mi cordón umbilical está enterrado. No es una metáfora.
Bañándome en una lámina de zinc, una noche corté mi tobillo
sangrando mi cordón umbilical de nuevo.
Mira, hay una simple aritmética en el perder, el ser, y las berenjenas.
Puedo cantar la genealogía de mi padre remontándome a medio milenio
pero aquí en Starbucks lucho con Oprah
para encontrarme a mí mismo, lo que sería como decir
que voy a aceptar las etiquetas ante mí
pero sólo un corte más profundo es suficiente.
No soy estadounidense aunque quiera serlo.
No soy nigeriano aunque tengo la melancolía de los nigerianos.
Soy algo todavía más profundo.
Por ahora Igbo, el que marca los lugares. A veces también
druida, por el lado de mi madre. Y un pasaporte rojo.
La gente dice, carajo, si hubiera visto lo que has visto.
¡Carajo! ¡Piedad! ¡Santo Dios!
También este es mi grito. He visto, pero sigo perdido.
La niebla no se despeja por más que yo golpee
mi cayado en la piedra.
Hay tratantes de esclavos entre mis antepasados, y esclavos también.
En ciertas noches me despierto con el amargo de las cadenas oxidadas
en mi lengua y un látigo en la mano.
Los avatares vienen y van y vuelven.
Sólo hay un mapa que se destiñe bajo el sol ardiente.
Dirá alguien que soy un pesimista pero no lo soy.
Nada se gana con las pérdidas.
Bebo té a la sombra y creo en la poesía.
Soy un fanático del optimismo.
*
Cuando primero se ve morir a alguien
de un machetazo o por una bala,
es decir, cuando primero te enfrentas
al asombro de la sangre y lo sientes
recorrer tu piel como una fango dulzón,
aunque las grietas que humedece no son tu piel
sino realmente la obsidiana del camino,
te sientes enfermo de maneras que no creías posibles.
Una profunda y maravillosa bilis
que nunca puede dejar tu hígado.
Y luego pasan los días y te acostumbras
a su forma de ser y esto ya no te molesta
más que el zumo de cereza en los panqueques.
Te aburres y te impacientas con todo eso.
Con la conmoción de esos momentos recién llegados.
Y después de eso la gente puede morirse a tu alrededor de día y de noche
y tú sigues sin darte cuenta.
Mi capacidad para esto me asusta.
Benditos sean los no profanados en el camino.
Hay dos maneras de mirar el cuerpo.
La resurrección y la crucifixión:
todo lo que yace en medio es ritual.

This entry was posted on 19 octubre 2013 at 20:51 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

2 comentarios

El primer poema es, literalmente, el titulado Mujeres, del chileno Nicanor Parra. Aquí hay un error o un plagio.

2 de noviembre de 2013, 3:20

Hola Carlos.
Tienes toda la razón y no, no hay plagio, lo que ha habido es un monumental error mío. En el corta y pega para preparar la entrada, dar los formatos, espacios y todas esas cosas, se me coló el poema de Parra y no me di cuenta. El error está corregido.
Gracias por el comentario. Es ya la segunda vez que me ocurre. Dado el número de entradas del blog no sé si dos son errores son estadísticamente significativos, pero en todo caso son dos errores más de los que debería de haber, intentaré que no vuelva a suceder, aunque me temo que alguna metedura de pata más habrá.
Repito, muchas gracias por el aviso y perdón por el error.
Un saludo.

2 de noviembre de 2013, 11:55

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