Pablo Palacio - "Guillotina"

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Siguiendo lo comentado en la entrada anterior, este cuento es una segunda versión del que en aquella se ponía. Esta versión, encontrada por el editor Fernando Albán dentro de un volumen de la novela Débora de Pablo Palacio, se cree que es posterior a "Novela Guillotinada". Fue publicado en el número 4 de la revista cultural ecuatoriana Anaconda junto a un análisis de la obra de Palacio realizado por Ramiro Noriega.


Tengo un lápiz morado para ponerle barbas al Rey de Oros.
Caí en las galeras del amor, y Guillotina pudo ser así:
"Vida subyacente para los recuerdos y para los besos que están suspendidos dentro de nosotros. Los adoraremos y les haremos una hornacina de humo perfumado. Vida subyacente para denunciarnos de improviso y desenmascararnos de la risa y de las alegrías: lágrimas que están a la vuelta del hombre que ha reído. Para revelarnos en nuestra intimidad acogedora: siempre habrá alguien que quiera estar de pie ante la válvula de escape de nuestras ternezas. Vida subyacente para esos labios apretados que sabían abrirse antes de ahora: ya no me dan su jugo dulce de fruta madura, pero siempre saben ser buenos para mis deseos y algo que se reservan y se han reservado está fresco para mí, anunciándome que siempre será tiempo para embriagarme o para hacerme temblar las manos que no saben qué hacer en la estrechez de la hora solitaria que tiene a la orilla una amenaza indiscreta. Quisiera que me ponga los brazos al cuello y, si está de pie, que se levante la pequeña falda por las corvas; pero no quiere denunciarse y en este forzamiento de actitudes, la cara echada atrás y mi cuerpo buscándola, veo cómo le nacen manos por todas partes para ponerlas ante la boca: mas, apenas visillos para escuchar tras ellos y esperar, semidefinida. Me echa el aliento a la cara y si rechazo aquella mano, palma a mis labios, surge otra tras ella, y otra, y otra. Después he creído que se trataba de un maquinismo incidental, seguido por empezado. ¡Hora solitaria que tiene una amenaza indiscreta a la orilla!"
Pero prefiero ir tras el hombre que proyectará su espectro en mi espíritu, conmutador de las palabras, para arrancarle sus reacciones interiores.
Ya está el hombre, ya está acechado.
Simple, que toma café con tostadas.
Sigue la fuga del tranvía.
«¡Pare! ¡Pare!»
Escribe números, tiene mujer e hijos.
Engaña a la de él con la de otro, o sencillamente con la de todos.
Es tan hombre que no entiende del exquisito sabor de la mujer conocida, y el camino andado tantas veces le tira del saco hacia fuera.
Haré mi novela, novela larga hasta exprimirme los sesos; estirando, estirando el hilo de la facundia para tener un buen volumen. Se venderá a siete pesetas.
Tocado con elegante sombrero de felpa.
Un cabriolé tirado por dos elegantes caballos.
La señora de Mendizábal estaba en la edad en que la mujer vuelve a Dios.
Hacía sonar caprichosamente sobre el pavimento los tacones de sus zapatitos Luis XV.
El jardinero, hombre receloso, pegó el ojo a la cerradura.
Tenía un perro y una perra.
Se sirvieron apetitosas truchas.
No faltó el caviar ruso.
Vino el espumoso champagne.
Cerró los ojos.
Se venderá a siete pesetas.
Hombre devorado por todos los días, te sacaré de los pelos una novela larga.
Calvo y viejo, sabe el precio de la percalina, y evita a todo trance que se zurren los chicos EN LA SALA DE VISITAS.
Ay, Dios mío, ya no hay vida con las cocineras.
Con este tiempo que llevamos, lo que tendremos que comer el otro año.
La semana del lunes, si Dios nos da vida, me voy donde el ministro.
Ya está encontrado el hombre y lo acecho como un fantasma para robarle sus reacciones interiores.
Tengo un lápiz...
¡Ay!, para, que un tendero compone su escopeta tras la puerta de la esquina.
Mi hombre pasa y
¡tan!
un tiro le raja la cabeza.
Oiga, joven, no se haga soldado: hay una guillotina en cada esquina.

This entry was posted on 26 julio 2013 at 20:12 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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