Wisława Szymborska

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Poeta, ensayista y traductora polaca. Aunque sus primeras obras podrían enmarcarse dentro del "realismo soviético", fue alejándose del mismo al rechazar sus doctrinas filosóficas. La nueva poesía polaca de la que ella formó parte, la que surgió tras la II Guerra Mundial, suprimió el exceso de metáforas, sacrificó parte de la musicalidad del verso, utilizó el humor como herramienta y, sobre todo, restableció de la sintaxis que había sido demolida con los experimentos vanguardistas de la época de entreguerras. Su poesía es pesimista y amarga, como no podía ser de otra manera cuando el universo del poeta debía de reducirse al que podía contemplar en su experiencia cotidiana.
Recibió en Nobel en 1996.
Los poemas pertenecen al volumen "Acaso" de 1972.
La versión es la de Jerzy Sławomirski y Ana María Moix.

Amor feliz
El amor feliz. ¿Es normal,
es serio, es positivo?
¿De qué le sirven al mundo dos seres
que no ven el mundo?
Enaltecidos mutuamente sin merecerlo,
dos cualesquiera entre un millón, mas convencidos
de que les sucedería. ¿En recompensa de qué? De nada.
La luz cae de ninguna parte.
¿Por qué da en ellos y no en otros?
¿Ofende a la justicia? Sí.
¿Infringe las normas establecidas con esmero,
despeña la moraleja desde la cumbre? Infringe y despeña.
Mirad a los felices:
¡Si al menos se escondieran un poco,
si fingieran agobio para reconfortar a los amigos!
Escuchad cómo ríen: es una afrenta.
En qué lengua hablan, al parecer comprensible.
Y esos ceremoniales, esos miramientos,
esas primorosas y mutuas atenciones,
¡diríase un complot a espaldas de la humanidad!
Aviados estaríamos
si su ejemplo se imitara.
A qué recurrirían la religión y la poesía,
qué sería recordado y qué olvidado,
quién elegiría permanecer encerrado en el círculo.
El amor feliz. ¿Es necesario?
El tacto y el juicio obligan a silenciarlo
como si fuera un escándalo de las altas esferas de la Vida.
Criaturas magníficas nacen sin su ayuda.
Nunca lograría poblar la tierra
ya que pocas veces sucede.
Que quienes desconocen el amor feliz
sostengan que no existe en ningún lugar del mundo.
Con esa fe les será más fácil vivir y morir.


Autotomía
La holoturia se divide en dos ante el peligro:
suelta un yo a la voracidad del mundo,
con el otro huye.
En el acto se bifurca en fatalidad y salvación,
en multa y premio, en lo que fue y lo que será.
En mitad de su cuerpo se abre un abismo
con bordes al acto convertidos en dos desconocidos.
En un borde, la muerte; en el otro, la vida.
Aquí, desesperación; allá, aliento.
Si hay balanza, no se desnivelan los platillos.
Si hay justicia, ¡hela aquí!
Morir lo imprescindible, sin pasarse de la raya.
Y, del resto salvado, rebrotar lo necesario.
También nosotros sabemos dividirnos, es verdad.
Pero sólo en cuerpo y en susurro que se quiebra.
En cuerpo, y en poesía.
La garganta a un lado; al otro, la risa,
ligera y al pronto sofocada.
Aquí, oprimido, el corazón; allá non omnis moriar,
sólo tres palabras, tres plumas al vuelo.
El abismo no nos escinde.
El abismo nos rodea.


Las cartas de los muertos
Leemos las cartas de los muertos como dioses indefensos
pero, al fin y al cabo, dioses, ya que conocemos la continuación.
Sabemos qué deudas no se pagaron.
Con quiénes se precipitaron a casarse las viudas.
Pobres muertos, muertos cegados,
engañados, falibles, previsores en vano.
Vemos muecas y guiños a sus espaldas.
Al oído nos llega el rasgar de testamentos rotos.
Ridículos, como sentados en tostadas de mantequilla,
echan a correr en pos de sombreros al viento.
Su mal gusto, Napoleón, el vapor y la electricidad,
sus curas mortíferas a enfermedades curables,
su bobo Apocalipsis según San Juan,
su falso paraíso terrenal según Jean-Jacques…
En silencio contemplamos sus peones en el tablero de ajedrez.
pero cuando ya han avanzado tres casillas.
Cuanto habían previsto sucedió diferente,
o un poco diferente, es decir, absolutamente diferente.
Los más vehementes nos miran confiados a los ojos
para por fin ver, según sus cálculos, la perfección.


Acaso
Pudo haber sucedido.
Debió suceder.
Sucedió antes. Después.
Más cerca. Más lejos.
Pero no a ti.
Te salvaste por ser el primero.
Te salvaste por ser el último.
Por estar solo. Con gente.
A la izquierda. A la derecha.
Porque llovía. Porque había sombra.
Porque lucía un sol esplendoroso.
Por suerte había un bosque.
Por suerte no había árboles.
Por suerte, un raíl, un gancho, una viga, un freno,
una repisa, una curva, un milímetro, un segundo.
Por suerte había a mano un clavo ardiendo.
A causa de, puesto que, sin embargo, pese a.
A saber qué hubiera ocurrido si la mano, si el pie,
por un pelo, a un paso de una coincidencia.
¿Estás, pues, aquí? ¿Salido de un instante aún entreabierto?
¿La red sólo tenía una malla, y tú a través de la malla?
No logro salir de mi asombro ni articular palabra.
Escucha
en mí late, desbocado, tu corazón.

This entry was posted on 25 junio 2013 at 20:28 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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