Carol Ann Duffy (II)

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El primer poema pertenece a Standing Female Nude y la versión es la de Pedro Serrano y Carlos López Beltrán.
El segundo poema es de "La gramática de la luz y otros poemas" y la versión es la de Mirta Rosenberg y Lorena Canales.
La versión del último poema es la de Edgar Amador.

Los delfines
Mundo es donde se nada, o baila, así de simple.
Estamos en nuestro elemento pero no somos libres.
Fuera de este mundo no puedes respirar por mucho tiempo.
El otro tiene mi forma. Sus movimientos arman
mis pensamientos. También los míos. Hay un hombre
y hay aros. Y una culpa constante que fluye.

Ninguna verdad encontramos en estas aguas;
no hay explicaciones que tiemblen en nuestra carne.
Fuimos benditos y ahora ya no lo somos.
Después de viajar en este espacio por días aprendimos
a traducir. Era el mismo espacio. Es el mismo
espacio siempre y encima de él está el hombre.

Y ahora ya no somos benditos, pues el mundo
no se hará más profundo para soñar en él. El otro sabe
y por amor me refleja como soy.
Miramos nuestra piel de plata centellear
como el recuerdo de otro sitio. Hay una pelota colorida
que hemos de balancear hasta que el hombre haya desaparecido.

La luna ha desaparecido. Circulamos por gastados surcos
de agua con una misma nota. Música de la pérdida irremediable
en el corazón del otro que petrifica el mío.
Hay un juguete de plástico. No hay esperanza. Nos hundimos
hasta el fondo del estanque hasta que el silbato suena.
Hay un hombre y nuestra mente sabe que moriremos aquí.



Hermanos
Alguna vez dormí en una cama con esos cuatro hombres que comparten
una cara más vieja y a quienes se puede hacer reír, incluso ahora,
con citas al azar de la obra de teatro en la que actuamos. No hay camino
a la creación de la tierra de Dios, digo. Ellos sonríen y asienten.

Lo que era posible retrocede y se empequeñece, y ante mis otros ojos
ellos se achican hasta ser un monaguillo, un niño que practica las escalas,
un niño que juega al tenis contra una pared, un bebé que llora en la noche
como un sonido nuevo debatiéndose por hallar una forma.

Ocasionalmente, cuando la gente me pregunta, me agrada enumerar sus nombres.
No tengo fotos, pero me gusta repetir sus nombres.
Mi madre los eligió. Escucho su vida en esas palabras,
las palabras de cría, la palabra que le rompió el corazón.

Mucho en común, yo, con ladrones y empresarios,
padres y desempleados que cobran el seguro. Ahora no tenemos nada
que decirnos, pero el tiempo nos posee. Qué altos se han vuelto. Algún día
pagaré por un cajón y veré cómo lo cargan sobre sus hombros.



La mujer de Lázaro
He penado. He llorado toda una noche con su día
por mi pérdida, he rasgado el atuendo con que me casé
de mis pechos, he aullado, chillado, me he arrastrado
por las lápidas hasta que mis manos sangraron, vomitando
su nombre una y otra vez, muerto, muerto.

Me fui a casa. Vacié el lugar. Dormí en una sencilla cuna,
viuda, un guante hueco, medio fémur blanco
en el polvo. Guardé trajes negros
en bolsas negras, metí allí zapatos de hombre muerto,
enlacé el doble nudo de una corbata alrededor de mi cuello liso,

demacrada monja en el espejo, tocándose sola. Conocí
las Estaciones del Duelo, el icono de mi cara
en cada marco sombrío; pero todos esos meses
estuvo lejos de mí, cada vez más pequeño
hasta encogerse como una instantánea, yéndose,

yéndose. Hasta que su nombre dejó de ser un conjuro
de su rostro. El último cabello de su cabeza
salió flotando de un libro. Su aroma salió de la casa.
Se leyó el testamento. Verán, se desvanecía
hasta el pequeño cero en el oro de mi anillo.

Hasta que se fue. Y entonces fue leyenda, lenguaje.
Mi brazo en el brazo de un profesor de escuela –el sacudir
de la fuerza de un hombre bajo la manga de su abrigo-
por entre los setos. Pero fui fiel
tanto como pude. Hasta que él fue sólo memoria.

Pude así estar esa tarde en el campo
con un chal de fino aire, sanada, capaz
de mirar los bordes de la luna sucederle al cielo
y a una liebre salir de entre el seto; y notar luego
a los hombres de la aldea correr hacia mí, gritando.

Detrás de ellos mujeres y niños, perros ladrando
Y supe. Supe por la astuta luz
en la cara del herrero, los ojos chillones
de la camarera, las súbitas manos sosteniéndome
entre la ardiente acidez de la gente corriendo frente a mí

Vivía. Vi el horror en su cara.
Oí la loca canción de su madre. Respiré
su fetidez; mi consorte en su podrido sudario,
húmedo y despeinado debido al sellado flojo de la tumba
graznando su nombre de cornudo, desheredado, fuera de su tiempo.

This entry was posted on 26 enero 2013 at 19:43 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

4 comentarios

Pues desde que me presentaste a Duffy (ya te debo algunos) me hice con unos pocos de volúmenes de ella que voy disfrutando poco a poco. Algún dia haré un post. Además de sus poemas de amor y sus poemas seleccionados, me hice con un estupendo,estupendo libro de poemas para niños y otro llamado "Answering Back" en que invitaba a varios poetas contemporáneos a seleccionar un poema de un autor fallecido y escribir de su puño y letra otro poema en respuesta a aquel, publicando ambos.
Una estupenda escritora y poetisa

27 de enero de 2013, 8:30

Me alegra haberte descubierto algo, aunque parezca algo imposible. No he leído nada de su poesía infantil, esa faceta se me escapa completamente. No conocía "answering...", pero esos experimentos que dependen tanto de a quién has invitado me mantienen un poco en alerta. Por curiosidad, ¿entre los poetas invitados están Jackie Kay o Alasdair Gray?.
Saludos

27 de enero de 2013, 8:52

Ninguno de ambos está en el libro. Estarían fuera de casa cuando mandó las invitaciones :-)

Y para completar el curioso, curioso, tengo otro de Duffy llamado "Out of Fashion" con la misma forma (poema de poeta antiguo respondido por poeta contemporáneo) pero para rizar el rizo, todos los poemas van acerca de la ropa, las joyas, el vestirse y desvestirse, etc. Raro, raro. Ese no no le he leído. Ya te contaré. En este volumen si qu está Jackie Kay (con un poema titulado "A white african dress" respondiendo a uno de Marion Angus llamado "The blue Jacket". Alasdair Gray no está.

El primero de los libros "Answering back" lo llevo a ratos y es (como podría esperarse) bastante irregular (en mi opinión).

Saludos.

27 de enero de 2013, 10:59

Ya te digo, esos experimentos siempre me hacen ser precavida. Si fuese ella la que lo hiciese todo, podría ser mejor o peor, pero resultaría interesante, pero cuando la cosa se dispersa...

27 de enero de 2013, 12:45

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