Tess Gallagher (II)

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Los poemas pertenecen a "El puente que cruza la luna". Se identifica fácilmente al destinatario de los mismos.
La versión es la de Eduardo Moga.



POEMA SORDO
No leas éste en voz alta. No está hecho
para ser escuchado; ni siquiera en las zonas sónicas
de la mente debería tropezar la palabra "explosión",
y detonar en la habitación silenciosa. Mi amor
necesita palabras ajenas a
la boca y a las cuerdas vocales. Sin vibraciones, por favor.
Necesita concentrar la reciente capacidad inhumana de su alma
en dispersarse por lo más espeso
del bosque. Forma parte del plan que los pájaros
se coman las migas. Está bien. No volverá por
ese camino. Le gusta donde está. Pero, aunque
no le guste, nada puedo saber al respecto. Que
canten los pájaros. Le gustaba escucharlos
a cualquier hora del día. Que este poema alcance
su sordera. Presta atención de otro modo, como
cuando inclino la cabeza y apoyo la frente
en la errónea creencia en el poder del amor
para manifestar, a pesar de la distancia, la alegría que nos hermanaba.
Dondequiera que esté, sabe que sigo teniendo dos pies
y que me he roto uno bailando.
Vendría a mí si pudiera. Es agradable estar seguro
de algo cuando hablamos de los muertos. A veces
me olvido de lo que estoy haciendo, y le llamo. ¡Soy yo! ¿Cómo
pudiste marcharte así? Justo cuando las cosas se estaban
poniendo bien. Le recuerdo, malhumorada, su promesa
de llevarme en un trineo tirado por caballos
con campanillas. Vuelve la vista atrás en su sueño, igual
que miraría un violín a su arco, a punto de convertirse en astillas,
al otro lado de la habitación. No intenta
detener nada. Ni el baile. Ni la sordera
de mis poemas cuando llegan como un saco de piedras
mojadas. Sí, puede volver a la vida el tiempo suficiente
como para que la eternidad lo aprese, hasta que uno de nosotros
pueda velar y escribir el poema sordo,
un poema al que le falte hasta el lenguaje
con el que no está escrito.


HABITACIÓN INFINITA
Habiendo perdido el futuro con él,
estoy dispuesta a amar a quienes
no me ofrezcan futuro -la forma
que tiene el corazón de extraviarse
en el tiempo-. Él me lo dio todo, hasta
el último y jaspeado instante, pero no como un exceso,
sino como si un propósito oculto fuese
una fuente junto al camino
a la que pudiera acercar mis labios y saciarme
de recuerdos. Ahora el amor en una habitación
puede hacer que me pierda con suma facilidad,
como una niña que hubiese de volver deprisa a casa
ya de noche, y tuviera miedo de
encontrarla vacía. O sólo miedo.

Dime otra vez que esto sólo va a durar
lo que dure. Quiero ser
frágil y verdadera, como quien prolonga
el momento con su muerte intacta,
con su corazón, demasiado sabio,
limpio de los desechos que llamamos esperanza.
Sólo entonces podré volver a visitar al último superviviente
y saber, con la alborotada exactitud
de una ventana rota, lo que quería decir,
con todo el tiempo ido,
cuando decía: "Te quiero".

Y ahora ofréceme de nuevo
lo que pensabas que no era nada.

This entry was posted on 22 noviembre 2012 at 21:14 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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