Lawrence Durrell - "Lavandera de Inglaterra"

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Por supuesto, si en el mundo hubiera justicia—dijo Antrobus, frunciendo los labios—, o si nosotros hubiésemos demostrado la más mínima responsabilidad, esas dos señoras deberían haber sido desmenuzadas e incineradas; y sus cenizas sembradas y pisoteadas en algún páramo de Serbia o arrojadas al mar desde las islas dálmatas. También habrían podido ser vendidas como esclavas a los bogomiles, o simplemente atacadas por la espalda y asesinadas sobre sus máquinas de escribir. Yo soñaba con ese crimen, muchacho.
—En cambio, las condecoraron.
—Sí. Polk-Mowbray las propuso para la medalla del Imperio Británico. Tenía el sentido del humor
pervertido. Es la única explicación.
—Sin embargo, el tiempo suaviza las cosas. Confieso que recuerdo el «Central Balkan Herald» con
algo parecido a la nostalgia.
—Dios mío —dijo Antrobus, hinchando los carrillos.
Estábamos bebiendo la espuela en su club antes de dar una vuelta por el parque. Nuestra conversación, que giraba como siempre alrededor de nuestras experiencias en el servicio exterior, nos había llevado de una manera angustiosamente inexorable a las hermanas Grope, Bessie y Enid, propietarias y directoras conjuntas del “Central Balkan Herald”, cuya tirada era de 500 ejemplares. Habían pasado la vida entera en el país, porque su padre había sido capellán de la embajada y, al retirarse, había decidido establecerse en las polvorientas llanuras serbias. No sé si habían heredado esa vieja impresora plana y la venerable colección de tipografía victoriana; pero el hecho es que las dos hermanas editaban un periódico extraordinario al que jamás he podido encontrar un paralelo entre las publicaciones de más de doce países. EL HERALD MANTIENE EN ALTO LAVANDERA DE INGLATERRA: ése era el titular que leí la mañana en que aparecí por vez primera en el departamento de Prensa. Era típico.
La razón de tan señalada tendencia a las erratas no era difícil de encontrar; el personal del taller de composición, donde se armaba el periódico a mano, consistía en media docena de hirsutos campesinos serbios de pelo grasiento y manos como palas. Encorvados, se movían entre las cajas de tipos y lanzaban de vez en cuando pequeños gritos de duende con el aspecto de babuinos que cazan moscas. El jefe de composición se llamaba Icic (pronúnciese Itchitch); sentado en un rincón, y de acuerdo con su nombre (1), se rascaba de vez en cuando. Componer el periódico exigía tal esfuerzo que las editoras casi nunca se animaban a pedir pruebas, y causaba verdadero asombro el solo hecho de que apareciera. En algún momento, al comienzo de la década de 1930, había salido con un día de retraso; ese día nunca se había recuperado. Con admirable firmeza, las hermanas continuaban fechando el periódico la víspera, para no dejar un hueco, y aguardaban un momento en que, merced a un esfuerzo sobrehumano, lograran publicar dos ediciones dentro de las veinticuatro horas.
Bessie y Enid Grope ocupaban la redacción, conocida como “el cubil”. Ambas eran rubias con mechones castaños y vestían de negro, y trabajaban frente a frente con dos máquinas de escribir que parecían prestadas por el “Museo de la Ciencia y la Técnica”.
Bessie se ocupaba de información, editoriales y rumores; Enid de las secciones fijas y la secretaría general de redacción. Cuando les faltaba material saqueaban sin piedad viejos ejemplares de “Punch” o de “Home Chat”. Y en ciertos espacios vacíos solían verse manchas informes, obra de algún grabador que se había vuelto loco mientras trabajaba. Bessie y Enid preparaban así el material por la mañana y lo entregaban al taller de composición, donde la pandilla serbia lo ponía en clave. MINISTRO MULTADO POR BESAR PÚBICAMENTE. LA REINA DE HOLANDA INVITA A LOS VETERANOS A UNA INOLVIDABLE SIESTA EN PALACIO. NUEVOS CASOS DE LABIA ENTRE LOS PERROS DE BELGRADO.
En la década de 1930 esto no tenía gran importancia; pero debido a la guerra y al aumento del interés por la propaganda tanto el Foreign Office como el Consejo Británico pensaron que valía la pena mantener un periódico inglés en los Balcanes. Una modesta subvención y un servicio informativo gratuito ayudaron considerablemente a las hermanas, pero nada podía hacerse con el personal del taller de composición.
Todas las mañanas se escuchaban los silbidos, gemidos y suspiros de los miembros de la embajada cuando desplegaban su ejemplar y se sometían a la tortura diaria. En el piso alto, Polk-Mowbray contenía la respiración ante cada errata, como una persona que se ha clavado una astilla en el dedo. En esa época la plantilla de la redacción había aumentado con la inclusión de Mr. Tope, un hombre mayor y acatarrado que se ocupaba de la página de información general y dejaba libre a Bessie de dedicarse a la jardinería (“Cómo plantar pulpos salvajes”) y otras extravagancias. Se creía que en algún momento del remoto pasado Mr. Tope había estado enamorado de Bessie pero “no había hablado”; quizá se había enamorado de las dos hermanas simultáneamente y no había logrado decidirse. De todos modos, ahora trabajaba también en “el cubil” y todas las mañanas me llamaba para pedir consejo.
—Queremos que el “Herald” participe tanto como sea posible en el esfuerzo de guerra —me aseguraba gravemente—. En esto estamos todos juntos.
Poco podía hacer yo por él. Y a veces no podía dejar de ver que el “Herald” era más bien una molestia que una ayuda. Por ejemplo, LA BOMBA COHETE: REPUGNANTE INVERSIÓN DE HITLER produjo una inmediata visita de protesta del encargado de negocios alemán, con el diccionario en la mano; y más tarde, durante la guerra, se dijo: INGLATERRA LANZA SOBRE BERLÍN LA BOBA MAS GRANDE HASTA EL PRESENTE. Hubo algunas dudas acerca de quién podía ser esa persona. Y las tentativas de incluir en el “Herald” artículos serios y autorizados escritos por los miembros de la embajada no tuvieron mejor destino. Spalding, el agregado comercial, que estaba desarrollando una negociación para la industria minera británica, escribió un concienzudo informe sobre los recursos madereros locales que apareció con el curioso título de INGLATERRA COMPRARÁ CADERAS DE SERBIA PARA APUNTALAR LAS GALERÍAS DE SUS MINAS; y el agregado militar, que cometió la imprudencia de colaborar con un breve estudio estratégico sobre Suez, encontró que la palabra “canal” estaba escrita sin “c” en todo el texto. No se podía hacer nada.
—Me siento desesperadamente avergonzado — dijo Polk-Mowbray—. No es posible que con nuestros recursos culturales y de todo tipo, un periódico británico en el extranjero cometa semejantes errores. Después de todo es semioficial: el Consejo lo subvenciona especialmente para difundir el modo de vida inglés... No vale la pena.
Pero no podíamos hacer gran cosa. El “Herald” pasaba de una extravagancia a la siguiente. En la sección de crónica teatral ocurrió una serie de desastres totales, según la expresión de Antrobus. Ya puede imaginar el lector lo que eran capaces de hacer los tipógrafos serbios con la crítica ingeniosa, culta y respetuosa de la representación número 100.000 de La tía de Carlos.
El “Herald” expiró con la invasión de Yugoslavia y las hermanas fueron evacuadas a Egipto, donde realizaron prodigios de valor atendiendo a los refugiados. Pero cuando retornaron a Belgrado encontraron que el suspicaz gobierno comunista ignoró todos sus pedidos de autorización para editar el “Herald”. Acudieron a la embajada a contar sus penas, y PolkMowbray las recibió con simpatía aparatosa pero distraída. Prometió hablar con Tito, pero naturalmente jamás lo hizo.
—Si ese periódico vuelve a aparecer —nos dijo—, renunciaré.
—Las burlas no tendrán fin, señor —dijo Spalding. (El personal de la embajada durante la preguerra había retornado casi sin cambios.)
También había regresado Mr. Tope, que para sorpresa de todos había hablado y había sido aceptado por Bessie; ahora tenía comparativamente buena posición: era, fueran las que fuesen sus aptitudes, corresponsal de la agencia Neuter’s.
Pues bien, todo se resolvió otorgando a las dos hermanas la medalla del Imperio Británico, por sus distinguidos servicios. Nunca olvidaré la ceremonia; Bessie y Enid lloraban y Mr. Tope comía como un sapo. Ni el titular que imaginó Spalding para una futura edición del periódico: DOS PERIODISTAS BRITÁNICAS ESCRIBEN SU VAGINA MAS GLORIOSA.
—Reírse está muy bien —dijo severamente Antrobus —; pero toda una generación de serbios ha aprendido el inglés destrozado por el «Herald”. Precisamente ayer recibí una carta del joven Babic, ¿lo recuerdas?
— Por supuesto.
— Inglaterra está salpicada para él de sitios fantasmagóricos que sólo puede haber encontrado en el «Herald”. Dice que le encanté visitar la abadía de Wetminster y asistir a las regatas de Henleg, y que las campanadas del Big Bun lo llenaron de emoción (2). No, querido amigo, digas lo que digas el “Herald” tiene la culpa en gran parte. Debido a la siniestra influencia de los Gropes y Topes de este mundo es tan duro el esfuerzo que debe realizar el Consejo Británico. ¿Quieres otra copa?


(1) Itch en inglés significa “picazón”.
(2) Wetminster, “iglesia mojada”; Henleg, «pata de gallina”; Big Bun, «gran buñuelo”.

This entry was posted on 20 septiembre 2010 at 6:18 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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