Eugene Ionesco - "La lección"

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El profesor. —
Le ruego que escuche con la mayor atención mi curso, enteramente preparado...
La alumna. — Sí, señor.
El profesor. — ... gracias al cual, en quince minutos, podrá usted adquirir los principios fundamentales de la filología lingüística y comparada de las lenguas neo-españolas.
La alumna. — ¡Sí, señor, oh! Aplaude.
El profesor (con autoridad). — ¡Silencio! ¿Qué significa eso?
La alumna. — Perdón, señor.
Lentamente, la alumna vuelve a poner las manos en la mesa.
El profesor. — ¡Silencio! (Se levanta, se pasea por la habitación, con las manos a la espalda; de vez en cuando se detiene en el centro de la habitación o junto a la alumna y apoya sus palabras con un gesto de la mano; perora, sin exagerar; la alumna le sigue con la mirada y a veces encuentra cierta dificultad para hacerlo, pues debe volver mucho la cabeza; una o dos veces, no más, se vuelve por completo.) Así pues, señorita, el español es la lengua madre de la que han nacido todas las lenguas neo-españolas; el español, el latín, el italiano, nuestro francés, el portugués, el rumano, el sardo o sardanápalo, el español y el neo-español, y también, en algunos de sus aspectos, el turco mismo, que sin embargo se acerca más al griego, lo que es enteramente lógico, pues Turquía es vecina de Grecia y Grecia está más cerca de Turquía que usted y yo. Esto no es sino una ilustración más de una ley lingüistica muy importante, según la cual la geografía y la filología son her­manas gemelas... Puede tomar nota, señorita.
La alumna (con voz apagada). — Sí, señor.
El profesor. — Lo que distingue a las lenguas neo-españolas entre sí y a sus idiomas de los otros grupos lingüísticos, tales como el grupo de las lenguas austríacas y neo-austríacas o habsbúrgicas, así como de los grupos esperantista, helvético, monegasco, suizo, ando­rrano, vasco, y pelota, como asimismo de los grupos de las lenguas diplomática y técnica, lo que las distingue, digo, es su llamativa semejanza que hace difícil distinguirlas a las unas de las otras. Me refiero a las lenguas neo-españolas entre sí, a las que se llega a distinguir, no obstante, gracias a sus caracteres distintivos, prue­bas absolutamente indiscutibles del extraordinario parecido que hace indiscutible su comunidad de origen, y que, al mismo tiempo, las diferencia profundamente, mediante el mantenimiento de los rasgos distintivos de que acabo de hablar.
La alumna. — ¡Oooh! ¡Sííí, señor!
El profesor. — Pero no nos demoremos en las generalidades...
La alumna (lamentándolo, desilusionada). — ¡Oh, señor!
El profesor. — Eso parece interesarle. Tanto mejor, tanto mejor.
La alumna. — ¡Oh, sí, señor!
El profesor. — No se preocupe, señorita. Volveremos a ello lue­go... a menos que no lo hagamos. ¿Quién podría decirlo?
La alumna (encantada, a pesar de todo).— ¡Oh, sí, señor!
El profesor. — Todo idioma, señorita, sépalo y recuérdelo hasta la hora de su muerte...
La alumna. — ¡Oh, sí, señor, hasta la hora de mi muerte!... Sí, señor.
El profesor. — Y éste es también un principio fundamental, todo idioma no es, en resumidas cuentas, sino un lenguaje, lo que implica necesariamente que se compone de sonidos o...
La alumna. — Fonemas.
El profesor. — Iba a decírselo. Por lo tanto, no ostente sus conocimientos. Escuche, más bien.
La alumna. — Bien, señor. Sí, señor.
El profesor. — Los sonidos, señorita, deben ser cogidos al vuelo por las alas para que no caigan en oídos sordos. En consecuen­cia, cuando usted se decide a articular, se recomienda que, en la medida de lo posible, levante muy alto el cuello y el mentón y se ponga de puntillas. Así, vea...
La alumna. — Sí, señor.
El profesor. — Cállese. Quédese sentada y no interrumpa... Y que emita los sonidos muy agudamente y con toda la fuerza de sus pulmones asociada a la de sus cuerdas vocales. Así, observe: "Mariposa", "Eureka", "Trafalgar", "papi, papá". De esta ma­nera, los sonidos, llenos con un aire cálido más ligero que el aire circundante, revolotearán, revolotearán sin correr el peligro de caer en los oídos sordos, que son los verdaderos abismos, las tumbas de las sonoridades. Si usted emite muchos sonidos a una velocidad acelerada, esos sonidos se agarrarán los unos a los otros automáti­camente, formando así sílabas, palabras, en rigor frases, es decir, agrupaciones más o menos importantes, reuniones puramente irra­cionales de sonidos, desprovistos de todo sentido, pero precisamen­te por eso capaces de mantenerse sin peligro en una altura elevada en el aire. Solas, caen las palabras cargadas de significado, pesadas a causa de sus sentidos, y terminan siempre sucumbiendo, desmoronándose...
La alumna. — ... en los oídos sordos.
...

This entry was posted on 01 marzo 2009 at 16:22 and is filed under , , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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